Israel: democracia de nombre, no de esencia
EUGENIO GARCÍA GASCÓN
Tras las elecciones del 1 de noviembre, en las que se registró una victoria clara del bloque liderado por Benjamín Netanyahu, se ha abierto un áspero debate acerca de la naturaleza que puede adquirir el estado judío con el próximo gobierno. La victoria de la derecha ultranacionalista y de los partidos religiosos ultraortodoxos está alarmando a los ciudadanos de ideología laica y moderada, que se hallan en clara minoría y desde cuyas filas se augura un final para el peculiar sistema democrático existente desde el establecimiento de Israel en 1948.
La abogada del estado, Gali Baharav-Miara, ha advertido a la clase política del riesgo que se corre después de que los líderes de la coalición hayan anunciado reformas judiciales que afectarán en profundidad a la naturaleza del sistema democrático. Entre las reformas previstas se halla la sumisión del Tribunal Supremo al parlamento, cambios en la elección de su presidente, cambios en los procedimientos para elegir magistrados, o imposibilitar que el Supremo enmiende ciertas decisiones y nombramientos del gobierno.
“Estad vigilantes puesto que un gobierno de la mayoría, sin contrapesos constitucionales que equilibren su poder, no es democracia en sentido esencial”, señaló la abogada del estado después de que un gran número de políticos de la nueva oposición hayan denunciado el panorama que tienen por delante. “Sin una supervisión judicial y sin un apoyo legal independiente, nos quedaremos solo con el principio de gobierno de la mayoría, que será una democracia de nombre, pero no en esencia”, recalcó Baharav-Miara durante una intervención en la Universidad de Haifa.
Baharav-Miara aludió a uno de los grandes conflictos que pronto se resolverán, la ya conocida “ley Itamar Ben-Gvir”, en referencia al nuevo ministro de Seguridad Nacional, que tendrá a su cargo la policía. Ben-Gvir es un colono extremista, nacionalista religioso, que ha apoyado a un partido racista y que insiste en que la policía tiene que obedecer ciegamente las instrucciones que reciba de él, por ejemplo, a la hora de abrir y cerrar investigaciones como las que acosan a Netanyahu por corrupción, o a otros líderes políticos.
La abogada del estado insiste en que en un estado democrático la policía debe ser autónoma a la hora de abrir una investigación, guiándose por el marco jurídico, una característica propia de un estado democrático. “Politizar el sistema de aplicación de la ley causará un grave perjuicio a los principios más básicos del estado de derecho, es decir, a la igualdad, a la ausencia de arbitrariedad y a la ausencia de tendenciosidad”, advirtió Baharav-Miara.
Por su parte, la presidenta del Tribunal Supremo, que hace solo unos días hacía un dramático llamamiento al bloque de Netanyahu en la misma dirección, canceló una intervención en la que debía hablar de estas cuestiones. En un comunicado, Esther Hayut explicó que no deseaba intervenir en un momento tan sensible como el actual.
Los problemas a los que Israel se enfrenta carecen de precedentes. Hasta ahora las polémicas y los debates se libraban en el exterior y tenían que ver con el sistema judicial que Israel aplica a los palestinos, una cuestión que habitualmente se tapa argumentando que el estado judío es el único país democrático de Oriente Próximo. Sin embargo, ahora es el estado de derecho dentro de Israel el que está en juego.
Las leyes que precipitadamente ha aprobado la Kneset en los últimos días, que la nueva oposición califica de leyes “personales” puesto que se han cortado a la medida de cuatro ministros con nombres y apellidos, podrían anular “el sistema de contrapesos y equilibrios entre las distintas autoridades”, sostiene Baharav-Miara. Las leyes van a permitir que un político ultraortodoxo condenado por evasión de impuestos pueda servir como ministro, y que dos ministros ultranacionalistas y religiosos dispongan de grandes poderes para aplicar sus políticas en los territorios palestinos ocupados de Cisjordania. Además, la legislación prevista podría permitir al primer ministro Netanyahu eludir el juicio por corrupción que se está desarrollando en un tribunal de Jerusalén.
Un gran número de judíos progresistas de Estados Unidos, y también conservadores, están advirtiendo de un rápido deterioro de la democracia, y lo que estos días sucede en la Kneset o parlamento simplemente lo confirmaría. Según estas opiniones, el sistema democrático es cada día más precario, aunque bien puede señalarse que Israel no es el único caso que apunta en esa dirección, puesto que en distintos países occidentales, incluida Europa, se están viendo incipientes procesos similares.
En medio de este debate, un editorial de The New York Times, un periódico que defiende a Israel habitualmente, afirmó que Netanyahu se ha convertido en “una amenaza para el futuro” del país, una amenaza incluso para la “idea de una patria judía”, al buscar, entre otras cosas, la manera de “socavar la autoridad de la Corte Suprema”.