RICARD GONZÁLEZ

Atenas

En 2014, se abrió una nueva etapa en la política griega que parecía ser un augurio para el resto del continente. Syriza, una confluencia de movimientos y partidos de la izquierda alternativa, había ganado claramente las elecciones europeas con un programa anti-austeridad en plena crisis financiera, mientras que el histórico partido de la izquierda griega, el PASOK se hundía al recabar solo un 6% de los votos. Una década después, aquella nueva era ha resultado ser más bien un espejismo, y tanto Syriza como el conjunto de la izquierda griega se enfrentan a una travesía por el desierto. 

Hace un año, Kiriakos Mitsotakis, líder de Nueva Democracia, el partido de la derecha tradicional, fue reelegido como primer ministro con una clara victoria, doblando en porcentaje de voto a Syriza, que se quedó con solo el 20% de los sufragios. El varapalo electoral llevó a la dimisión de su líder y exprimer ministro, Alexis Tsipras, y el partido entró en una fase de reflexión sobre las causas de un hundimiento que las encuestas no habían previsto. 

En otoño, Syriza celebró primarias y se impuso un candidato con un perfil sorprendente para un partido que se dio a conocer con un perfil anticapitalista: Stefanos Kasselakis, de solo 36 años, un exanalista del banco de finanzas Goldman Sachs que residió un largo tiempo en EEUU, sin experiencia alguna en política y que hace bandera de su condición de gay. “La elección de Kasselakis muestra hasta qué punto los militantes de Syriza se sintieron desesperados después de las elecciones. Apostaron por un perfil nuevo, un outsider, con la esperanza de que sacudiera el tablero, aún sin tener claro cuál era su programa”, sostiene el politólogo Dimitris Christopoulos, que considera a Kasselakis como poco más que un producto de marketing.

El Partido Demócrata como espejo

La opinión generalizada entre analistas y votantes es que Kasselakis quiere centrar al partido para recuperar los votantes que han emigrado a Nueva Democracia, y modelar Syriza a imagen y semejanza del Partido Demócrata de EEUU. Sin embargo, Yanis Bournous, exdiputado y miembro de la Junta Ejecutiva lo niega. “No es que Kasselakis quiera que el partido sea menos de izquierda, sino reformarlo para que sea más abierto a la sociedad, más transparente”. 

En su discurso de oposición, Syriza enfatiza sus críticas a la deriva autoritaria de Mitsotakis (presión a la prensa independiente, erosión de la independencia judicial, etc), pero sin olvidar la cuestion de la caída del nivel de vida de la población. “Para nosotros la prioridad es ahora aumentar el poder adquisitivo de la población, muy dañado por la inflación, así como mantener el nivel de los servicios públicos. La sanidad está en una situación de colapso”, asevera Bournous. 

Al ser cuestionado sobre si ello no volvería poner al país al borde de la bancarrota y en la senda de un nuevo rescate, lo descarta. “Si reformáramos el sistema fiscal para evitar el fraude, se podrían aumentar los ingresos del Estado. Además, hay otras formas de intervenir, por ejemplo, limitando los beneficios astronómicos de algunas grandes compañías, controlando los precios. Pero Mitsotakis no lo hará porque esos oligarcas son sus amigos”, remacha Bournous. Sin embargo, sus propuestas de ayudas a la población, que incluyen una reducción de los impuestos indirectos, como el IVA, fueron derrotadas en el Parlamento a finales de mayo. 

El “suicidio” de Syriza

Al ser preguntado por el proceso que vive Syriza, Yanis Varoufakis, exministro de Finanzas con Tsipras, reacciona con desdén. “Syriza se suicidó después del referéndum del 2015. Ya no existe. No vale la pena perder el tiempo hablando de ellos”, dice a Globalter, en referencia a la consulta que Tsipras organizó para desafiar a las instituciones financieras internacionales, pero cuya victoria no impidió que acabara claudicando y aplicando un duro ajuste estructural Varoufakis era partidario de la única otra alternativa para superar la crisis de deuda del país: salir del euro y recuperar el dracma con el fin de recuperar la soberanía de la política monetaria. Al perder el debate, dimitió.

Stelios, un programador informático de 38 años de izquierdas, considera que era mejor aplicar medidas de austeridad que salir del euro, pero no está de acuerdo en cómo se hizo. “Syriza no se atrevió a tocar los intereses del “sistema”. En Grecia hay mucha corrupción en el sector público. Conozco una persona que cobraba como si sus dos hijos pequeños fueran funcionarios. Entre todos, se embolsaban 190.000 euros al año”, comenta Stelios. Tampoco, argumenta, hizo lo suficiente para evitar la evasión fiscal en un país con un fuerte sector informal. “El Gobierno fue a lo fàcil, a subir impuestos a los que ya los pagaban”, remacha. 

Sin embargo, Bournous defiende el balance de Tsipras y su Gobierno: “Nos preocupamos de hacer los recortes de forma que la población sufriera lo menos posible. Por ejemplo, solo tocamos las pensiones una sola vez. El Gobierno anterior del PASOK lo hizo varias veces”. 

Quizás fue porque la crisis financiera, y los consiguientes recortes, tuvieron lugar durante los Gobiernos del PASOK y Syriza, pero está claro que esta década de recortes ha favorecido a la derecha, y no solo a la tradicional, Nueva Democracia, sino también a los partidos ultranacionalistas y de extrema derecha”, sostiene Nick Malkoutzis, del think tank Macropolis. Actualmente, hay tres partidos en el Parlamento con una ideología de extrema derecha, o bien ultraconservadora. Si se unieran, podrían llegar a disputar el liderazgo de la oposición a Syriza. 

El problema para la izquierda griega es que el desplome de Syriza apenas ha beneficiado al resto de partidos progresistas. El socialdemócrata PASOK no llega al 15% de los votos; el partido comunista tiene un espacio propio perenne de entre el 6% y el 8%.

“El KKE (Partido Comunista de Grecia, por sus siglas en giego) es un poco como una secta. Se niega a buscar la colaboración con otros partidos de izquierda. Hay que tener en cuenta que sus líderes se exiliaron a la URSS después de la guerra civil, y se perdieron movimientos como el eurocomunismo, el ascenso del ambientalismo, etc. Es un partido que se fosilizó”, afirma Dimitri Christopoulos, catedrático de Ciencia Política de la Universidad Panteion de Atenas. Recuerda además que algunos planteamientos del KKE son conservadores. Por ejemplo, votó en contra del matrimonio homosexual, una iniciativa impulsada por Mitsotakis contra parte de su partido, y que el Parlamento acabó aprobando. .

Tras la elección de Kasselakis, varios dirigentes de Syriza con un discurso más anclado en la izquierda tradicional, como su adversaria en las primarias, la exministra de Trabajo Efi Achtsioglou, se escindieron para crear Nueva Izquierda, pero en las encuestas de las europeas, sólo recogen un 3% o 4% de los sufragios. Con este panorama, parece que a la izquierda griega aún le esperan años de marcha por el desierto.

Ricard González es periodista y politólogo. Trabaja principalmente en el Magreb, Oriente Medio y Europa.