Siria, el islam político no tendrá una segunda oportunidad
EUGENIO GARCÍA GASCÓN
Con la Organización para la Liberación de la Gran Siria en Damasco, se abre la veda a las especulaciones sobre el futuro del país, totalmente hundido por el boicot internacional, porque el baazismo, una ideología socialista y panárabe, jamás tuvo la oportunidad de ejercer el poder, ni antes del 2011, ni después del 2011, tras las llamadas primaveras árabes.
A la espalda quedan los intentos del Baaz, abortados una y otra vez por la injerencia israelo-occidental que llegó al punto de castigar a Siria con sanciones terribles e inmerecidas que imposibilitaron cualquier empresa, antes incluso de 2011. Esta situación continuada ha conducido a un desastre supremo, y el veloz avance de los rebeldes muestra hasta qué punto ha sido así.
En principio, el líder de la Organización para la Liberación de la Gran Siria, Abu Mohammad al-Yawlani, tendrá que decidir cuáles serán sus siguientes pasos. Al-Yawlani ha realizado recientemente declaraciones en las que deja a un lado el salafismo-yihadismo que abrazó durante muchos años y que opta por una corriente indefinida del islam en teoría más digerible por los agentes occidentales.
Aunque es pronto para adivinar qué dirección tomará, una de las posibilidades es que vaya hacia el islam político, lo que en principio daría a este movimiento una segunda oportunidad después de la que tuvieron los Hermanos Musulmanes de Egipto tras la revuelta de 2011. Sin embargo, la oportunidad del islam político solo existe sobre el papel.
De la misma manera que las potencias regionales, empezando por Israel y siguiendo por Arabia Saudí y los Emiratos, abortaron el primer intento del islam político en Egipto, esas mismas fuerzas abortarán un posible segundo intento en Siria, ya que su éxito representaría una amenaza directa para esos mismos regímenes, muy recelosos de la mezcla entre religión y política.
A diferencia de lo que ocurre con el cristianismo, en el islam toda la sociedad debe estar sometida a la religión, y esto también es válido para la política. En la mayor parte de la historia ha sido así, y los islamistas quieren recuperar esa forma de vivir el islam, una manera en la que todo, y también la política, esté sometido a voluntad del credo religioso.
Podría ser una línea similar a la de Recep Tayyip Erdogan. No en vano, el presidente turco y principal valedor de Al-Yawlani, apoyó hasta el final el gobierno egipcio de los Hermanos Musulmanes. No obstante, sus esfuerzos fracasaron ante la resistencia de las potencias regionales, Israel, Arabia Saudí y los Emiratos, que dificultaron el gobierno de los Hermanos Musulmanes y apadrinaron el golpe de estado de Abdel Fattah al Sisi en la primera ocasión que se presentó.
Además, las potencias regionales desconfían completamente de Erdogan, un político que poco a poco está re-islamizando Turquía y cuya amistad con el islam político pone los nervios de punta a cualquier autócrata de la zona, puesto que para ellos, como para Israel, el islam político constituye la principal amenaza para su continuidad en el poder.
Esos mandatarios harán lo que esté a su alcance para poner fin a tales veleidades, y esto augura momentos complicados para Siria, probablemente cargados de violencia, y que a medio plazo, como en Egipto, podrían terminar con un golpe de estado. Sin embargo, para un escenario semejante falta tiempo puesto que ahora Siria carece de ejército ya que los militares más destacados eran alawíes y ahora están en las catacumbas, por lo que será preciso vertebrar otro ejército.
En la línea de lo que ocurrió con los Hermanos Musulmanes de Egipto, los islamistas sirios aseguran que van a proteger a las minorías. Es posible que ese sea el deseo de las élites islamistas, pero no hay que olvidar que en Egipto hubo choques importantes con los cristianos coptos, probablemente debido a que en el islam más popular hay sectores radicales, o incluso debido a posibles injerencias extranjeras deseosas de crear dificultades al islam político.
Desde el 8 de diciembre, cuando Bachar el-Assad abandonó Damasco y dejó todo en manos de los islamistas, el teatro sirio estará todavía más pendiente de las injerencias extranjeras. La mayoría de esas injerencias provienen de países que tienen unos intereses claros de no permitir el desarrollo del islam político. Podría ser que a corto plazo el islam político adquiera cierto vuelo, pero a medio o largo plazo será boicoteado por todas las potencias regionales, con excepción de Erdogan.