Joaquín Araujo: la subida de las temperaturas y las sequías anuncian un no muy lejano colapso hídrico

JAYRO SÁNCHEZ

Joaquín Araújo es un naturista, escritor y periodista español que ha dedicado gran parte de su vida a concienciar a la humanidad sobre los peligros y sufrimientos que puede acarrear la degradación ecológica del planeta. En esta estación estival del hemisferio norte, con todas las alarmas encendidas por el imparable ascenso de las temperaturas y la carestía hídrica, hablamos con él sobre la amenaza del cambio climático.

La comunidad científica lleva mucho tiempo alertando sobre los efectos del cambio climático en nuestro planeta. A pesar de ello, muchas personas no son conscientes de la realidad escondida tras tales advertencias. Me gustaría construir la entrevista desde lo más elemental. ¿Cómo definiría usted el proceso de cambio climático?

Como una tragedia. Hay varias amenazas de colapso ambiental que se manifiestan con clara intensidad desde hace años. Me parece muy preocupante que las personas que pueden ponerle fin a este problema no tomen en consideración los datos disponibles. Están mostrando una absoluta falta de comprensión y de sentido común ante él.

Aunque muchos ciudadanos de a pie también son responsables de lo que está ocurriendo. A lo largo de los últimos 40 años, hemos conseguido incrementar la concienciación respecto al significado de la situación ecológica del planeta, pero muchas voluntades individuales siguen estando demasiado adormecidas.

Ahora mismo, todos tendríamos que estar tomando la iniciativa de ahorrar agua y sufrimiento a la humanidad y al mundo por nuestra cuenta.

¿Cuáles serán las consecuencias si decidimos no hacerlo?

Ya las estamos observando. La más obvia es el aumento de las temperaturas. El verano pasado hemos vivido una de las mayores olas de calor de la historia. Este mes de abril hemos tenido unas temperaturas que estaban 8 y 9 grados por encima de lo normal. Y, a principios de junio, la taiga siberiana alcanzaba los 40 grados…

Estos hechos son muy reveladores y confirman las preocupantes tesis de los científicos. El del calor no es un asunto baladí, porque es nefasto para muchos procesos biológicos y exige una inmensa utilización del agua por parte de la vegetación. Además, el que la subida de las temperaturas venga acompañada de sequías anuncia un no muy lejano colapso hídrico.

¿Estamos a tiempo de revertir la situación?

Si yo le hiciera caso a la información técnico-científica que tengo, podría afirmar que esto no tiene solución y que vamos a ser testigos de una serie de cataclismos naturales. Aun así, yo, como militante, campesino y persona que ha dedicado su vida a la defensa del medioambiente, no me rindo.

Para mí, esto no se reduce a una cuestión de racionalidad científica. Creo que, a base de observar lo que nos está ocurriendo y lo que puede ocurrirnos, acabaremos por conformar una voluntad animada, entusiasmada y sentimental que hará que nos volvamos cómplices de la vida y de la naturaleza.

De hecho, como decía antes, las primeras manifestaciones de gravedad ya se están dando. La reducción de la productividad biológica del verano pasado o la pérdida de casi la mitad de lo que se cultiva en España esta primavera son solo algunos de los síntomas que nos revelan la terrible enfermedad que está sufriendo nuestro planeta. Deberíamos temerla más.

¿Podremos adaptar nuestro modo de vida a los daños que ya hemos causado?

No solo es posible, sino que también es necesario y urgente. Yo ya no planto determinados tipos de árboles porque sé que se van a morir. Tampoco cultivo con el calendario convencional de las tierras medias de este país. Ahora siembro plantas más resistentes, y lo hago con un mes o mes y medio de adelanto a las fechas que elegía con anterioridad.

Dicho lo cual, tenemos que ser conscientes de que la adaptación del conjunto de la sociedad es otra de las necesidades que debemos satisfacer para frenar el proceso de cambio climático. Debemos ser más austeros en el gasto de energía y agua por nuestra propia voluntad, no porque otros nos impongan esa misma obligación. Y, al final, tendremos que acostumbrarnos a viajar y consumir mucho menos.

Hace unos minutos, hablaba usted de las sequías provocadas por la escasez de lluvias. ¿Qué efectos tendrá esta última sobre el planeta a corto, medio y largo plazo?

El agua es la columna que soporta la totalidad de la existencia. Esto es algo que suele pasar inadvertido, pero, si este líquido nos empieza a faltar, la vida tendrá cada vez menos capacidad para multiplicarse. Hay que tener en cuenta que es la potenciación absoluta de todo lo que hacemos, sea abstracto, intelectual, material, físico o imaginativo. Dependemos de ella.

La pronta desaparición de las masas heladas del Ártico y el Antártico es un tema que tiene relación con el asunto del que hablamos. ¿De qué modo alterará nuestra existencia su disolución?

El 80% del agua dulce del globo tiene forma de hielo. Cuando las placas polares se derritan, todo ese material será vertido en el océano, que sufrirá cambios enormes en sus niveles de salinidad y pH. A consecuencia de ello, las corrientes marinas serán alteradas y se crearán otros desajustes de importancia planetaria.

Asimismo, la comunidad científica ha podido deducir que el nivel del mar subirá entre 12 y 30 metros, por lo que varias de las ciudades más grandes del mundo serán anegadas y desaparecerán. La posibilidad de que esto último suceda es ínfima a un corto o medio plazo, aunque, a la larga, ocurrirá.

Otro problema del cambio climático es el de la contaminación. ¿Qué medidas podemos tomar contra ella?

Hay cien tipos distintos de contaminación. Las maneras de hacerle frente son igual de numerosas. Sin duda, la más nociva es la atmosférica, que es producida por el uso de combustibles fósiles y la consecuente liberación de CO2 en el medioambiente. La erradicación de ese tipo de polución pasa por dejar de utilizar esta clase de energías.

Llevamos advirtiendo sobre ello desde hace 45 años. Sabíamos lo que se nos venía encima desde hace tiempo, y, aun así, muchas personas se han exaltado por las tímidas proposiciones referentes a la búsqueda de una salida del modelo energético basado en el petróleo, el carbón y el gas.

La urgencia de la situación climática es tal que las instituciones gubernamentales nacionales e internacionales ya deberían haber tomado medidas radicales para solucionar el problema, pero siempre son aplazadas.

Usted ha defendido muchas veces la posibilidad de convertir el actual modelo energético en uno caracterizado por las energías limpias. ¿Cuál sería la manera más adecuada de gestionar esa transformación?

Tendría que hacerse desde abajo hacia arriba. La utilización de la eólica a escala comunitaria o municipal es imposible, aunque la fotovoltaica podría ser organizada y administrada por cooperativas sin ningún problema. Lo más ecológico sería que cada vivienda tuviera sus propios paneles. Así se evitaría el gasto que implica todo transporte de energía.

La gestión se realizaría de forma directa, ya que el empresario sería el consumidor y el consumidor, el empresario. Parece que esté hablando de una utopía. Sin embargo, este sistema ya está en marcha en algunos lugares. A nivel individual, por ejemplo, mi casa lleva funcionando con energía solar 25 años. Y, desde hace unos 10, me ahorro los costes que conllevaría ser cliente de las empresas que utilizan gas natural para generar electricidad.

El principal reto a superar en la transición es el de evitar que esta sea controlada por los grandes grupos financieros y los fondos de pensiones internacionales, pues lo único que les importa son los beneficios económicos que obtengan a través de ella.

En cambio, si el desarrollo del plan se salda con la destrucción de más naturaleza, no se van a asustar. Por lo tanto, la solución de este problema consiste en promover una excelente planificación territorial y en fomentar la participación de toda la ciudadanía en el proceso de conversión.

Usted es conocido por su defensa del ecologismo y, en particular, por las labores de reforestación que ha ejercido con el apoyo de diversas entidades solidarias durante las últimas décadas. ¿Cuán importante es el desarrollo de la vida boscosa para la supervivencia de nuestra especie?

El bosque es el conjunto de la mayor cantidad de relaciones biológicas y el principal aliado de la humanidad. Es eficiente, eficaz y gratuito. Si alguien planta un árbol es porque cree en el futuro. Es una tarea complicada… Se necesitan muchos más en el mundo.

Pero son indispensables para mantener la vida, el clima y las temperaturas. Hasta controlan el nivel de C02 en la atmósfera… Es imposible dar con algo que haga tantas cosas beneficiosas al mismo tipo.

Usted es uno de los más prestigiosos naturistas sitos en España. Le avalan sus muchos años de experiencia y activismo, así como las numerosas obras y artículos que ha escrito sobre la naturaleza a lo largo de su vida. Aun así, se define a sí mismo, antes que nada, como campesino. ¿Por qué?

Porque considero que el hecho de serlo tiene mucha más valía que cualquier otro título o premio que esta sociedad absurdamente competitiva me pueda proporcionar. Es una reivindicación con la que busco denunciar las injusticias morales y económicas a las que muchos de mis homólogos se ven sometidos.

En realidad, el agricultor es un creador de vida y el responsable de alimentar al resto de sus conciudadanos. En consecuencia, se le debe un respeto que muy pocos le han guardado hasta ahora.

A lo largo de su vida, ha publicado más de un centenar de libros que hablan sobre la vida natural mediante un lenguaje poético. ¿Cuáles son los motivos que le llevaron a ello?

Quería ser consecuente con la naturaleza. Esta no se expresa mediante palabras, aunque sí que usa un lenguaje: la poesía. Uno no puede hablar del atardecer, del vuelo de las aves o de la conducta de las hormigas sin utilizarla, ya que se corresponde con la fascinante capacidad de la vida para embellecer y sostener al mundo.

Jayro Sánchez es periodista español