En los servicios de inteligencia israelíes rodarán cabezas

EUGENIO GARCÍA GASCÓN

Aharon Haliva, David Barnea y Ronen Bar son tres nombres que posiblemente no digan nada a quien no viva en Israel. El primero es el general que dirige los servicios de inteligencia militares, Aman; el segundo es el director del Mosad, los servicios de inteligencia para el exterior; y el tercero es el director del Shin Bet, los servicios de inteligencia para el interior de Israel y los territorios palestinos ocupados.

Los tres guardan estos días un escrupuloso silencio que no oculta que están en el punto de mira debido a su gigantesco fracaso ante la operación militar de Hamás que se inició el 7 de octubre.

Pongamos primero el caso del Mosad, cuyo presupuesto se estima en 2.700 millones de dólares anuales, aunque muy bien podría ser mucho mayor. Los dirigentes israelíes presumen de disponer de un servicio de inteligencia excepcional y así es, un servicio de inteligencia que sabe al minuto lo que se cocina en los despachos más secretos de Teherán, que es capaz de entrar en una central nuclear iraní y sacar decenas de archivadores con los planes detallados del programa de desarrollo nuclear, o que es capaz de asesinar a científicos nucleares en el corazón de ese país.

Pues bien, ese mismo Mosad, tan mimado por sus jefes, no ha sido capaz de olerse lo que durante meses estaba preparando Hamás con la asistencia y el aparente visto bueno de las autoridades de la república islámica, el mayor enemigo de Israel.

Como el Mosad, el Shin Bet también depende directamente del primer ministro Benjamín Netanyahu. La especialidad del Shin Bet consiste en seguir las huellas de virtualmente todos los palestinos que viven en Cisjordania y en la Franja de Gaza con el fin de que no se descarrilen y cometan bellaquerías contra Israel. Controla virtualmente todos los teléfonos y está infiltrado en todas las organizaciones “terroristas” palestinas.

Muy pocas cosas se le escapan en relación con lo que sucede en los territorios ocupados. Los trabajadores palestinos que a diario entran en Israel desde Cisjordania y Gaza para hacer por poco dinero lo que los israelíes no quieren hacer, están totalmente infiltrados por los servicios de inteligencia. Si el familiar de uno de esos obreros precisa asistencia médica especializada o cualquier otra cosa, el obrero podrá conseguirlo haciéndose confidente del Shin Bet.

Pues bien, por increíble que parezca, el Shin Bet ha estado en fuera de juego durante todos los meses o años en los que Hamás ha estado preparando la operación, una operación, no se olvide, en la que han tenido que participar millares de palestinos.

A diferencia del Mosad y del Shin Bet, Aman no depende nominalmente del primer ministro, sino del titular de Defensa, Yoav Galant. Es una organización elitista que dispone de unidades desconocidas y de otras unidades de las que sabemos un poco, como la Unidad 8200, que se encarga de controlar las comunicaciones.

Un gran número de científicos punteros trabajan en la Unidad 8200 que espía a gobiernos extranjeros y también todas las comunicaciones de los palestinos. De esta unidad ha salido el célebre programa Pegasus que la empresa israelí NSO vende en todo el mundo. Si Israel ha autorizado la venta de Pegasus es de suponer que dispone de otros medios incluso más sofisticados que están al servicio de la Unidad 8200. Pues bien, ni la Unidad 8200 ni Aman han tenido noticia de lo que ocurría a pocos kilómetros de sus sedes en Tel Aviv.

Los nombres de los tres directores quizá no sean conocidos en el extranjero, pero sí se conocen en Israel. Desde el 7 de octubre los tres guardan silencio, pero saben que más pronto que tarde tendrán que pagar con su cabeza el desaguisado causado por Hamás. En los círculos de poder se comenta que esto no ocurrirá hasta después de terminada la guerra en curso, y que esos servicios de inteligencia tan poderosos tendrán que aprender una la lección inesperada y sacar conclusiones que estén más acordes con lo que ha sucedido, puesto que algo así o más grave puede volver a ocurrir en cualquier momento.

Eugenio García Gascón ha sido corresponsal en Jerusalén 29 años. Es premio de periodismo Cirilo Rodríguez.

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