Gaza: negociaciones y disuasión

EUGENIO GARCÍA GASCÓN

Las negociaciones para poner fin a la guerra de Gaza se están desarrollando con intermitencia y no está claro cuándo terminarán ni en qué condiciones. En el momento de escribir estas líneas, a mediados de junio, la pelota está en el campo de Israel, donde se está buscando una respuesta a los planteamientos más recientes de Hamás.

La organización islamista se mantiene enrocada en su demanda del final de la guerra, y ahora ya no solo exige ese punto sino que también reclama garantías internacionales de que Israel lo respetará. A Hamás no le basta con que EEUU sea el garante, sino que persigue que otras potencias más independientes, en concreto China, Rusia y Turquía, supervisen que el estado judío cumple con su palabra.

Justamente ahí radica gran parte de la dificultad para lograr un alto el fuego permanente. Benjamín Netanyahu quiere que sea simplemente temporal y revisable, y no permanente. El primer ministro sigue acariciando la idea de continuar en el cargo después del cese de las hostilidades, y quiere arreglar la cuestión de Gaza de una manera que sea definitiva y favorable para Israel, de modo que no vuelva a repetirse el ataque sorpresa del 7 de octubre.

Una cuestión que Netanyahu considera son las elecciones estadounidenses de noviembre. El primer ministro aspira a que a finales de año la superpotencia dé un vuelco y que Donald Trump sea presidente. Si esto ocurre, es muy probable que Trump deje libres las manos de Netanyahu para echar de Gaza a todos los palestinos, o a la mayor parte de ellos.

Aunque su posición es débil en apariencia, Netanyahu pretende sobrevivir a las adversidades. Una de las cosas que debe hacer para ello es mantenerse en el poder durante todo el tiempo que pueda y suceda lo que suceda. Con más de ocho meses transcurridos desde el inicio de la guerra, insiste en que su meta es acabar con Hamás para siempre, un objetivo que no está claro que consiga.

La única victoria clara y definitiva pasaría por expulsar a la población palestina de Gaza. Algunos ministros israelíes ya se han expresado en ese sentido, pero el problema es que la actual administración en Washington no le ha dado la luz verde, por lo que el primer ministro quiere esperar a que haya un cambio de inquilino en la Casa Blanca.

El futuro de Hamás parece incierto aunque es obvio que no ha sufrido una derrota definitiva. Destruir completamente la estructura de la organización no se conseguirá a menos que se expulse a toda la población de Gaza, o a la mayor parte. En las zonas del norte y el centro de la Franja que el ejército ha abandonado, los milicianos han regresado y se mantienen como autoridad local indiscutible.

Si Netanyahu no expulsa a Egipto a la mayor parte de la población, es muy probable que los islamistas, bien sea bajo la firma de Hamás o bien bajo otra rúbrica, vuelvan a controlar la Franja. Cuentan con el apoyo mayoritario de la población, y no solo en Gaza, también en Cisjordania, según revelan las encuestas que se realizan periódicamente.

A pesar de la destrucción generalizada, el líder de Hamás, Yahiya Sinwar, no se ha doblegado a las demandas de Israel, y desde el remoto lugar donde se halla es capaz de seguir poniendo condiciones como si fuera el vencedor. Las correcciones que ha presentado a la última propuesta israelí indican que se cree capaz de mantener en jaque a Netanyahu después de toda la destrucción causada.

Algunos políticos del entorno de Netanyahu le recomiendan que acepte las condiciones de Sinwar con el fin de obtener la liberación de los prisioneros que custodian los islamistas, más de un centenar. Se lo dicen abiertamente, al tiempo que añaden que si Israel quiere reanudar la guerra más adelante, podrá hallar cualquier excusa en el momento que considere oportuno.

Así están las cosas a día de hoy, no demasiado claras. Netanyahu ha aguantado durante ocho meses la presión para canjear a los prisioneros. Si decide aceptar las condiciones de Sinwar, lo más probable es que se dirija a unas elecciones anticipadas a las que con toda seguridad Netanyahu se presentará. Si por el contrario rechaza las condiciones de Sinwar, aumentará el desgaste que se observa en el ejército y en la sociedad israelí, un desgaste que empieza a preocupar a numerosos líderes.

A esto debe añadirse que algunos analistas consideran que Israel ha perdido su capacidad de disuasión, tanto en el sur de Gaza como en el norte del país, en la frontera con Líbano. Este es un elemento estratégico de la máxima importancia para el futuro del estado judío, hasta el punto de que algunos políticos, como Gadi Eisenkot, admiten abiertamente que este es el momento más crítico por el que ha atravesado el país desde su fundación en 1948.

Eugenio García Gascón ha sido corresponsal en Jerusalén 29 años. Es premio de periodismo Cirilo Rodríguez.

 

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