Dos sesiones 2025: Una China centrada en su hoja de ruta
XULIO RÍOS
La celebración de las dos sesiones o lianghui, el principal conclave político anual que en China reúne simultáneamente los plenarios de la Asamblea Popular Nacional y de la Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino, es un barómetro de las preocupaciones y objetivos del liderazgo del país.
En la presentación del informe sobre la labor del Gobierno, el primer ministro Li Qiang, centró buena parte de su intervención en la economía. Tras experimentar un crecimiento del 5,4% en el último trimestre de 2024, anunció como objetivo de crecimiento “de alrededor del 5%” para 2025, en línea con lo esperado e idéntico al de los dos años precedentes.
El contexto es doble. De una parte, coincide con un recrudecimiento de los gravámenes estadounidenses que aventura una nueva escalada de guerra comercial; de otra, el fin del XIV Plan Quinquenal y la culminación del proceso de elaboración del XV en una coyuntura crítica de avance de la reforma hacia el nuevo modelo de desarrollo. A mayores, el contenido de ese plan debe sentar las bases para el impulso de la modernización con el horizonte de 2035, que debe cerrar el primer tramo del xiísmo hacia 2049.
Entre los lineamientos destacados en el arranque de la sesión dos trascienden singularmente. De una parte, el fomento de la demanda interna, apoyado con la elevación en un punto porcentual (al 4%) del déficit y la emisión de bonos del Tesoro a larguísimo plazo, además de un mayor apoyo a los gobiernos locales. En el informe, la palabra “consumo” fue la más veces mencionada en la última década. La previsión de inflación del 2 por ciento es la más baja desde 2003. En otro sentido, el aumento de los ingresos de las personas, estimada como la base más importante para fomentar el consumo. Estadísticas oficiales muestran que en 2024, el ingreso disponible per cápita superó por primera vez los 40.000 yuanes, elevándose a 41.314 (5.672 dólares). En 2035 debe cumplirse el objetivo de duplicar el PIB per cápita sobre la base de 2020 convirtiendo a China en un país de altos ingresos.
En segundo lugar, el impulso tecnológico, con la inteligencia artificial ocupando un lugar central. Los datos del Buró Nacional de Estadísticas muestran que en 2024, el gasto total de China en investigación y desarrollo (I+D) ascendió a 3,61 billones de yuanes (aproximadamente 503.210 millones de dólares), asegurando su posición como el segundo país con mayor gasto en I+D a nivel mundial. China ansía estar preparada para aprovechar las oportunidades de la Cuarta Revolución Industrial, priorizando los avances en los campos de vanguardia.
Sobre las lianghui planeará también el debate sobre el impulso de la economía privada. El propio Xi Jinping enfatizó como prioridades clave apoyar el crecimiento del sector privado y las empresas privadas, acelerar el desarrollo de la economía digital y promover la apertura de alto nivel, todas ellas cruciales para el progreso económico y social de China en la fase actual.
Tres antecedentes relevantes
En la Conferencia Central de Trabajo Económico de diciembre último, que marca el “tono” de estas lianghui, se instó a poner en marcha políticas macroeconómicas más proactivas en 2025, en especial, una política monetaria «moderadamente laxa», lo que marca un cambio significativo con respecto al enfoque «prudente» de los últimos 14 años.
En febrero, el Consejo de Estado también dio a conocer un “Plan de Acción 2025 para Estabilizar la Inversión Extranjera” con el objetivo de atraer capital exterior y persuadir a las empresas existentes con sede en China para que permanezcan en el país ante las expectativas de incremento de las tensiones comerciales globales.
La celebración de un simposio con líderes empresariales del sector privado con participación del propio Xi debía enviar un mensaje de tranquilidad y confianza. Fue la primera vez en siete años que Xi cortejó tan explícitamente a estas empresas, avanzando beneficios adicionales en áreas como el acceso al crédito y asistencia gubernamental en varios dominios.
En paralelo, la adopción de una primera ley fundamental sobre el desarrollo de la economía privada debe significar su condición de pilar vital de la economía de mercado socialista. Las empresas privadas han sido durante mucho tiempo una fuerza impulsora clave detrás del ascenso económico de China, contribuyendo con más del 60 por ciento del PIB del país y el 80 por ciento del empleo urbano. Para fines de septiembre de 2024, las 55 millones de empresas privadas registradas en el país representaban más del 92 por ciento de todas las empresas en China.
A la espera de Donald Trump
El objetivo principal del segundo mandato de Trump es contrarrestar a China. De eso parece haber pocas dudas pues se antoja un imperativo asociado a la prevalencia del America First. Algunas medidas se han avanzado por la Casa Blanca, desde la imposición de nuevos aranceles a la limitación de la inversión en campos estratégicos. En otro orden, las presiones sobre la presencia china en el mundo y la búsqueda de un entendimiento de largo recorrido con Rusia, más allá de la paz en Ucrania, planearán sobre las lianghui.
Por el momento, Trump no se ha concentrado en la represión de China sino, sobre todo, en lo que parece ser un intento de sometimiento disciplinario de los aliados consiguiendo que no solo contribuyan a la capitalización rápida del país sino también el abultado gasto en defensa al que ofrecieron resistencia durante su primer mandato. La expectativa de medidas mucho más duras sigue ahí pero la presión estratégica no se ha desbordado como cabría esperar. Es posible que se demore a una fase posterior. En cualquier caso, China ha dado muestras de mejora de la capacidad de resiliencia ante el desafío que pueda suponer la política de Trump. Vigilante, todo indica que está a la espera de conocer más de su actitud efectiva, reservándose medidas adicionales.
Cabe señalar que, pese a los fuegos de artificio y las incertidumbres, Trump ha mostrado un interés continuo en la región del Indo-Pacífico, como lo demuestran sus rápidas reuniones con líderes de Japón e India y el fortalecimiento del discurso contra China continental por parte de algunos miembros destacados de su gabinete, desde Marco Rubio a Mike Waltz o Pete Hegseth.
En relación a Taiwán, se habrá tomado buena nota de la eliminación de una línea que indica la postura de larga data de Washington de no apoyar la independencia de Taiwán de una hoja informativa sobre las relaciones bilaterales. Esto podría interpretarse como un apoyo más fuerte de Washington a Taipei.
El anuncio del presidente de TSMC, el gigante taiwanés de los semiconductores, C.C. Wei, junto al presidente Trump, de una inversión adicional de 100.000 millones de dólares en la industria de semiconductores en territorio estadounidense que eleva el monto total destinado por la empresa en EEUU a los 165.000 millones de dólares para aumentar la producción estadounidense de tecnología de semiconductores avanzada, no habrá pasado desapercibido tampoco. Habida cuenta que el costo de construir instalaciones en Estados Unidos podría ser hasta cuatro veces mayor que en Taiwán, cabe imaginar que esta decisión va más allá de la preocupación por evitar la imposición de aranceles y responde a motivaciones políticas avaladas por la presidencia taiwanesa. El temor a la americanización de TSMC (USMC, dicen ya los críticos) con un traslado de la producción de sus tecnologías más avanzadas a territorio de Estados Unidos a modo de “tarifa de protección”, más el tanteo en curso respecto a compras millonarias de armamento y elevación del gasto de defensa de la isla, sugieren un alineamiento intenso de Taiwán con las políticas de Trump. Taipei espera así conjurar el temor al “abandono” mientras los críticos, a la vista de lo ocurrido con Ucrania, vaticinan lo peor en cuanto Taiwán pierda su “escudo de silicio”.
A vueltas con la multipolaridad
El rápido ascenso de China es la principal razón detrás del cambio de roles internacionales de Estados Unidos. Las quiebras en el orden global desde el inicio del segundo mandato Trump, alentarán un rol más activo de China en los asuntos mundiales.
Las posibilidades son varias. En primer lugar, que China se postule para asumir la responsabilidad del liderazgo. Es improbable teniendo en cuenta que se enfrentaría a la desconfianza de las naciones occidentales con quienes sí puede mejorar la cooperación en las actuales circunstancias, como también porque China no está en condiciones de asumir esa carga ni vocacionada para ello. Su prioridad sigue siendo el desarrollo.
En segundo lugar, otra posibilidad es el escenario del G2, un gobierno compartido entre China y Estados Unidos, o una hegemonía dual, ya en su día rechazada. Es también poco probable dado el actual enfrentamiento, con severa desconfianza mutua y cooperación en entredicho o manifiestamente a la baja.
En tercer lugar, un directorio compartido con Rusia, quizá con el propósito de introducir una cuña divisiva en el entendimiento entre Moscú y Beijing, asegurando esferas de influencia respectivas. Y, en cuarto lugar, el avance hacia un orden mundial multipolar que siga teniendo a Naciones Unidas como elemento central y tenga especialmente en cuenta a la UE. Esta es la dirección principal que sustenta la diplomacia china, tal como el ministro Wang Yi enfatizó en la cumbre de seguridad de Munich, Alemania.
Conclusión
China seguirá centrada en la gestión de la economía y fortaleciendo las capacidades en todas las áreas para alcanzar el anhelado desarrollo de alta calidad, aplicando a ese empeño “luces largas”, con el horizonte de 2035. En el ámbito internacional, la apuesta por el multilateralismo fortalecerá el acercamiento no solo al Sur Global pues abre expectativas de implicación de otros actores interesados en un mayor equilibrio de poder en las relaciones interestatales, capaz de hacer frente a los profundos desafíos globales que la actual administración Trump aborda con total desprecio.