Israel se esfuerza por domar al presidente de EEUU

EUGENIO GARCÍA GASCÓN

Hace solo unas semanas, la Casa Blanca advirtió acerca de las previsibles injerencias políticas de Israel en EEUU, una circunstancia que ocurre regularmente desde hace muchos años. El aviso llega en plena campaña electoral, cuando apenas faltan unos meses para que los estadounidenses acudan a las urnas en noviembre en una votación que puede marcar el futuro de EEUU y de Occidente.

En marzo el presidente del Congreso consideró invitar al primer ministro Benjamín Netanyahu a pronunciar un discurso en el Capitolio, un anuncio del que extrañamente no se ha vuelto a hablar. No sería la primera vez que un líder israelí habla desde ese podio, y justamente en un momento en que las relaciones entre las dos potencias nucleares atraviesan por un trance delicado.

Sería todo un desafío que Netanyahu viajara a Washington tal como se encuentra Oriente Próximo, patas arriba, aunque hay que recordar que el primer ministro ya lo hizo bajo el mandato de Barack Obama en la víspera del acuerdo nuclear con Irán. En aquella ocasión, en la que significativamente no estuvo presente Obama en el Congreso, Netanyahu arremetió contra la administración sin pelos en la lengua y fue aplaudido por los congresistas con más fuerza y durante más tiempo que cualquier presidente americano, lo que da una idea de la influencia de Israel en la capital de EEUU.

Las ovaciones que continuamente interrumpieron el discurso de Netanyahu no solo tienen que ver con la influencia de Israel en Washington, sino también indican hasta dónde puede llegar el descaro de Netanyahu. En aquella ocasión Joe Biden era vicepresidente y tuvo la oportunidad de sentir en sus propias carnes el desafío de Israel, algo que ya había sentido directamente en otras ocasiones, como cuando visitó el estado judío y Netanyahu lo saludó aprobando la construcción masiva de viviendas para colonos judíos en los territorios ocupados.

Precisamente hace solo unos días que Netanyahu ha aprobado la construcción de más viviendas en la Cisjordania ocupada, toda una declaración de intenciones que no debe haber agradado a Biden. Con este anuncio, Netanyahu insiste en poner sobre la mesa la fuerza que tiene en Washington, donde se ha criticado la decisión, pero no se ha adoptado ninguna medida punitiva que enmiende la creciente expansión colonial del estado judío.

Netanyahu hace y deshace a su antojo y mientras sea primer ministro no hay ninguna posibilidad de un acuerdo de paz con los palestinos, especialmente si atendemos a las actuaciones de las potencias occidentales, donde de tanto en cuanto se formula alguna vaga declaración crítica de cara a la galería, pero desde donde se alimenta con toda clase de armas y bombas un ejército que en los últimos meses ha destruido sin necesidad y sin piedad la mayor parte de la Franja de Gaza.

Por un lado, tenemos esas críticas a Israel, incluidas las de EEUU, y por otro, tenemos el suministro diario de bombas que, según una buena parte de la opinión pública occidental -incluidos algunos senadores americanos como Elizabeth Warren-, sirve para facilitar el ejercicio de un genocidio continuado. Las imágenes que circulan son terribles y se entiende que las televisiones hebreas se autocensuren. El israelí medio está a favor de la guerra y de la destrucción sistemática de la Franja de Gaza, según los sondeos, y no quiere ver imágenes molestas a la hora de la cena.

Pero no queda claro si el pulso entre Biden y Netanyahu es real o una mera ficción. Si se ponen todos los datos en la balanza, el resultado es que el suministro de armas no se ha detenido ni un solo día desde el 7 de octubre y que las críticas no han sido eficaces en ningún sentido, especialmente el humanitario. El número de camiones de ayuda que entran en la Franja ha aumentado desde hace unos días, pero sigue siendo insuficiente para afrontar la magnitud de la tragedia.

El presidente Biden debe caminar con sumo cuidado cuando falta tan poco para que se abran las urnas, y no puede buscar un choque directo con Netanyahu, quien hasta el momento se las ha apañado para seguir en el cargo y sin duda hará todo lo que esté a su alcance por continuar en el futuro, hasta más allá de las elecciones americanas de noviembre. El contexto invita a seguir con atención la evolución de la situación, aunque nada indica que antes de las elecciones americanas vaya a haber cambios radicales en lo tocante a Israel.

Eugenio García Gascón ha sido corresponsal en Jerusalén 29 años. Es premio de periodismo Cirilo Rodríguez.

EUGENIO GARCÍA GASCÓN
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