El Sur Global rechaza la presión para ponerse del lado de Occidente frente a Rusia
VIJAY PRASHAD
Nueva Delhi
A la reunión del G20 en Bengaluru (India), Estados Unidos llegó con una simple consigna. La secretaria del Tesoro estadounidense, Janet Yellen, dijo en la cumbre de febrero de 2023 que los países del G20 debían condenar a Rusia por su invasión de Ucrania y que debían adherirse a las sanciones estadounidenses contra Rusia. Sin embargo, quedó claro que India, presidente del G20, no estaba dispuesta a ajustarse a la agenda estadounidense. Funcionarios indios afirmaron que el G20 no es una reunión política, sino una reunión para debatir cuestiones económicas. Impugnaron el uso de la palabra “guerra” para describir la invasión, prefiriendo calificarla de “crisis” y “desafío”. Francia y Alemania han rechazado este proyecto si no condena a Rusia.
Al igual que en Indonesia durante la cumbre del año anterior, los líderes del G20 de 2023 vuelven a hacer caso omiso de la presión de Occidente para aislar a Rusia, ya que los grandes países en desarrollo (Brasil, India, Indonesia, México y Sudáfrica) no están dispuestos a ceder en su opinión práctica de que el aislamiento de Rusia pone en peligro al mundo.
Las dos próximas cumbres del G20 tendrán lugar en Brasil (2024) y Sudáfrica (2025), lo que indicaría a Occidente que la plataforma del G20 no se subordinará fácilmente a la visión occidental de los asuntos mundiales.
La mayoría de los líderes de los países del G20 se desplazaron a Bengaluru directamente desde Alemania, donde habían asistido a la Conferencia de Seguridad de Múnich. El primer día de la conferencia de Múnich, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, dijo que estaba “conmocionado por cuánta credibilidad estamos perdiendo en el Sur Global.” El “nosotros” en la declaración de Macron eran los estados occidentales, encabezados por Estados Unidos.
¿Cuáles son las pruebas de esta pérdida de credibilidad? Pocos de los Estados del Sur Global han estado dispuestos a participar en el aislamiento de Rusia, incluida la votación de resoluciones occidentales en la Asamblea General de las Naciones Unidas. No todos los Estados que se han negado a unirse a Occidente son “antioccidentales” en un sentido político. Muchos de ellos -incluido el gobierno de la India- se guían por consideraciones prácticas, como los precios rebajados de la energía en Rusia y los activos que venden a precio reducido las empresas occidentales que se marchan del lucrativo sector energético ruso. Ya sea porque están hartos de las presiones de Occidente o porque ven oportunidades económicas en su relación con Rusia, cada vez más países de África, Asia y América Latina han evitado las presiones de Washington para romper sus lazos con Rusia. Es este rechazo y esta evasión lo que llevó a Macron a hacer su contundente declaración de estar “conmocionado” por la pérdida de credibilidad de Occidente.
En una mesa redonda celebrada el 18 de febrero en la Conferencia de Seguridad de Múnich, tres líderes de África y Asia desarrollaron el argumento de por qué están descontentos con la guerra en Ucrania y la campaña de presión sobre ellos para que rompan lazos con Rusia. El Ministro de Asuntos Exteriores de Brasil, Mauro Vieira, que ese mismo día condenó la invasión rusa de Ucrania, instó a las distintas partes en conflicto a “construir la posibilidad de una solución. No podemos seguir hablando sólo de guerra”.
Los estados occidentales han enviado miles de millones de dólares en armas a Ucrania para prolongar una guerra a la que hay que poner fin antes de que se descontrole. Occidente ha bloqueado las negociaciones desde que surgió la posibilidad de un acuerdo provisional entre Rusia y Ucrania en marzo de 2022. El discurso de una guerra interminable por parte de los políticos occidentales y el armamento de Ucrania han provocado la retirada de Rusia el 21 de febrero de 2023 del Nuevo Tratado START, que -con la retirada unilateral de EEUU del Tratado de Misiles Antibalísticos en 2002 y del Tratado de Fuerzas Nucleares Intermedias en 2019- pone fin al régimen de control de armas nucleares.
El comentario de Vieira sobre la necesidad de “construir la posibilidad de una solución” es compartido por todos los países en desarrollo, que no ven la guerra interminable como algo beneficioso para el planeta. Como dijo la vicepresidenta de Colombia, Francia Márquez, en el mismo panel: “No queremos seguir discutiendo quién será el ganador o el perdedor de una guerra. Todos somos perdedores y, al final, es la humanidad la que lo pierde todo”.
La declaración más contundente en Múnich fue la de la primera ministra de Namibia, Saara Kuugongelwa-Amadhila. “Estamos promoviendo una resolución pacífica de ese conflicto” en Ucrania, dijo, “para que el mundo entero y todos los recursos del mundo puedan centrarse en mejorar las condiciones de la gente en todo el mundo en lugar de gastarse en adquirir armas, matar gente y crear realmente hostilidades.” Cuando se le preguntó por qué Namibia se había abstenido en la votación de Naciones Unidas sobre la guerra, Kuugongelwa-Amadhila dijo: “Nuestra atención se centra en resolver el problema… no en echar culpas”. El dinero utilizado para comprar armas, dijo, “podría utilizarse mejor para promover el desarrollo en Ucrania, en África, en Asia, en otros lugares, en la propia Europa, donde mucha gente está pasando penurias”. Un plan chino para la paz en Ucrania -construido sobre los principios de la Conferencia de Bandung de 1955- absorbe los puntos planteados por estos líderes del Sur Global.
Los líderes europeos han hecho oídos sordos a los argumentos esgrimidos por personas como Kuugongelwa-Amadhila. El Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell, ya se había disparado en el pie con sus desagradables declaraciones de octubre de 2022: “Europa es un jardín. El resto del mundo es una jungla. Y la jungla podría invadir el jardín… Los europeos tienen que comprometerse mucho más con el resto del mundo. De lo contrario, el resto del mundo nos invadirá”. En la Conferencia de Seguridad de Múnich de febrero de 2023, Borrell -de origen español- dijo que compartía “este sentimiento” de Macron de que Occidente tenía que “preservar o incluso reconstruir una cooperación de confianza con muchos de los llamados países del Sur”. Los países del Sur, dijo Borrell, nos “acusan de [un] doble rasero” a la hora de combatir el imperialismo, una postura que “debemos desacreditar.”
Una serie de informes publicados por importantes casas financieras occidentales repiten la inquietud de personas como Borrell. BlackRock señala que estamos entrando en “un mundo fragmentado con bloques en competencia”, mientras que Credit Suisse apunta a las “fracturas profundas y persistentes” que se han abierto en el orden mundial. La evaluación que hace Credit Suisse de estas “fracturas” las describe con precisión: “El Occidente global (países desarrollados occidentales y aliados) se ha alejado del Oriente global (China, Rusia y aliados) en términos de intereses estratégicos básicos, mientras que el Sur global (Brasil, Rusia, India y China y la mayoría de los países en desarrollo) se está reorganizando para perseguir sus propios intereses”.
Esta reorganización se manifiesta ahora en la negativa del Sur Global a doblar la rodilla ante Washington.
Vijay Prashad es un historiador y periodista indio. Director del Instituto de Investigación Social Tricontinental. Ha escrito más de 20 libros. El último en colaboración con Noam Chomsky: “La retirada. Irak, Libia, Afganistán y la fragilidad del poder de Estados Unidos”, reseñado por David Bollero en Globalter.
Este artículo se publica en colaboración con Globetrotter