La Franja y la Ruta diversifica los caminos de cooperación con la CELAC

JUAN ENRIQUE SERRANO MORENO

Este año, que marca el décimo aniversario del Foro China-Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), es un momento propicio para reflexionar sobre una década de creciente cooperación entre China y América Latina y el Caribe bajo el marco de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI, por sus siglas en inglés). En los últimos diez años, 24 de los 33 Estados miembros de la CELAC se han sumado a la BRI, reafirmando su disposición a trabajar con China para mejorar la conectividad en infraestructura y fomentar el comercio y la inversión.

La iniciativa ha abierto un nuevo canal para que los gobiernos de la región diversifiquen sus asociaciones internacionales en un contexto cada vez más definido por la competencia geopolítica.

Si bien la BRI ha generado resultados modestos en el desarrollo de infraestructura en América Latina y el Caribe, especialmente en comparación con los logros alcanzados en la construcción de corredores económicos entre China y el Sudeste Asiático o Europa, la importancia estratégica de la cooperación China-CELAC no debe subestimarse.

El proyecto de infraestructura más emblemático vinculado a la iniciativa en América Latina es el megaproyecto portuario de Chancay en Perú. Desarrollado por China Ocean Shipping Company, se espera que Chancay se convierta en el primer puerto de aguas profundas en la costa oeste de América del Sur capaz de recibir buques tipo Neo-Panamax, reduciendo en unos 10 días el tiempo de tránsito marítimo entre Sudamérica y China, mejorando la conectividad regional y posicionando a Perú como un centro logístico del Cono Sur.

Otros proyectos de infraestructura liderados por empresas chinas también ilustran la profundidad de la cooperación China-CELAC. En 2020, la Corporación Estatal de la Red Eléctrica de China (State Grid) adquirió el 96 por ciento de las acciones de la Compañía General de Electricidad (CGE), el mayor distribuidor de electricidad de Chile, por más de 3.000 millones de dólares, constituyendo una de las mayores inversiones chinas en el país. A pesar de presiones externas y llamados a someter la inversión a un escrutinio político en materia de seguridad nacional, la autoridad de libre competencia de Chile aprobó la transacción.

En el ámbito del transporte urbano, la Corporación China de Construcción Ferroviaria (CRCC) recibió en 2021 el contrato para construir el primer tramo de la Línea 7 del Metro de Santiago, que comprende 7,9 kilómetros, incluidos 6,6 km de túneles construidos con tecnología de escudo, una innovación tecnológica sin precedentes en Chile.

Entre otros contratos destaca el firmado por la empresa China Harbour Engineering Company (CHEC) en 2015, por un monto de 44 millones de dólares, para ampliar el terminal portuario de San Antonio, en Valparaíso, incluyendo el dragado de más de 320.000 metros cúbicos para aumentar la capacidad de carga.

Estos proyectos demuestran que las empresas chinas no sólo invierten en extracción de recursos, sino que también contribuyen al desarrollo de redes de infraestructura críticas, posicionándose como socios de largo plazo en la transformación económica de América Latina.

Dicho esto, el potencial completo de la cooperación en infraestructura bajo la BRI aún está por concretarse. La promesa de inversiones a gran escala aún no se ha traducido en una transformación efectiva de la conectividad física de los países de la región, debido no sólo a factores globales, sino también a desafíos internos. En América Latina, procesos complejos de aprobación, la planificación fragmentada y capacidades limitadas del sector público dificultan la implementación de proyectos.

Los inversionistas chinos han comprendido que, más allá de la buena voluntad política, el éxito de estos proyectos depende en gran medida de la resiliencia administrativa del país anfitrión.

De cara al futuro, la BRI podría reorientarse desde la infraestructura física hacia un modelo de cooperación más integrado que incluya la transición ecológica. El compromiso de China con la civilización ecológica y su liderazgo global en tecnologías de energía renovable han abierto una nueva etapa en la cooperación con América Latina.

Países como Chile, Argentina, Bolivia y Perú cuentan con reservas de minerales críticos como el litio y el cobre, insumos clave para la transición energética global, mientras que las empresas chinas se han consolidado como líderes mundiales en vehículos eléctricos, paneles solares y capacidad de almacenamiento de baterías.

Esta complementariedad puede crear las condiciones adecuadas para profundizar alianzas centradas en el desarrollo industrial verde. Por ejemplo, la inversión extranjera directa china en la industria del níquel en Indonesia no se ha limitado a la extracción, sino que ha incluido instalaciones de procesamiento y transferencia tecnológica, fortaleciendo las cadenas de valor domésticas. Modelos similares podrían adaptarse a las economías latinoamericanas para fomentar clústeres industriales verdes vinculados a redes de infraestructura y transporte.

En Chile, la Estrategia Nacional del Litio, anunciada en 2023, ha vinculado explícitamente la inversión extranjera con la transferencia de tecnología y la protección de ecosistemas. Empresas como Tianqi, ya presentes en el país, están bien posicionadas para apoyar esta estrategia, y el modelo de desarrollo chino, con su énfasis en la cooperación público-privada, puede inspirar a los gobiernos latinoamericanos a vincular el desarrollo económico con la sostenibilidad ambiental.

Además, los marcos institucionales como el Foro China-CELAC y los acuerdos bilaterales de libre comercio deben actualizarse para reflejar estas nuevas prioridades. Los futuros acuerdos de cooperación deberían incluir cláusulas ambientales, fondos conjuntos de innovación y mecanismos de mejora industrial. Estos instrumentos permitirán que las inversiones vinculadas a la BRI contribuyan no sólo a la conectividad, sino también al logro de objetivos de desarrollo a largo plazo.

En otras palabras, la cooperación China-CELAC de la última década ha sentado las bases para un compromiso más estratégico. La siguiente etapa debería centrarse en reforzar la resiliencia institucional, ecológica y productiva. Las oportunidades de cooperación mutuamente beneficiosa son amplias y abarcan desde puertos y ferrocarriles hasta hidrógeno verde y cadenas de valor de baterías.

Durante la cuarta reunión ministerial del Foro China-CELAC, celebrada el 13 de mayo de 2025 en Beijing, los gobiernos latinoamericanos articularon una nueva visión de vinculación con China. El futuro de la BRI en la región dependerá no sólo del financiamiento y la experiencia técnica china, sino también de la capacidad de los países latinoamericanos para diseñar estrategias de desarrollo inclusivas y construir marcos institucionales eficaces. El desafío ahora es pasar de las declaraciones diplomáticas a la acción transformadora, y convertir la asociación en prosperidad compartida.

Juan Enrique Serrano Moreno es profesor en el Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile.
JUAN ENRIQUE SERRANO MORENO

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