Israel, decapitación y resiliencia palestina

EUGENIO GARCÍA GASCÓN

Cinco días de conflicto entre la Yihad Islámica de la Franja de Gaza e Israel han causado la muerte de 34 palestinos y una israelí, y el lanzamiento de unos mil doscientos cohetes contra el estado judío, así como bombardeos persistentes contra edificios civiles, posiciones y comandantes de la Yihad Islámica dentro de la Franja.

Los medios y los políticos hebreos destacan que este altercado, en el que han muerto seis responsables de la Yihad, ha llegado solo cinco meses después del anterior. Antes solían transcurrir varios años entre un incidente y otro de esta naturaleza, pero los plazos se han ido acortando paulatinamente en los últimos años, algo que no es una buena señal para Israel.

Sus dirigentes, con el primer ministro Benjamín Netanyahu a la cabeza, enfatizan la muerte de los seis responsables de la Yihad, calificando esas muertes de un gran logro del Ejército y de los servicios secretos del Shin Bet, lo cual es sin duda cierto, aunque ello no permita sacar conclusiones optimistas respecto al futuro.

Quienes piensan que la decapitación de parte de la cúpula de la Yihad significa que esta organización puede desaparecer o verse muy debilitada, probablemente se equivocan si atendemos a casos similares del pasado. En efecto, esta no es la primera vez que Israel se deshace de dirigentes enemigos, aunque esto no quiere decir necesariamente que el enemigo se haya debilitado.

En situaciones anteriores en las que Israel se deshizo de altos cargos de Hamás, incluso de sus líderes principales, como ocurrió en diversas ocasiones, la organización de la resistencia no menguó su capacidad armamentista ni sus ataques contra Israel, sino todo lo contrario.

Un caso notable ocurrió en la primavera de 2004. En el mes de marzo de ese año la aviación hebrea liquidó al fundador y guía espiritual de Hamás en Gaza, el jeque Ahmad Yassin, quien fue abatido poco después de acudir a rezar la plegaria de la mañana a una mezquita local.

Solo unos días después, Israel liquidó a Abdel Aziz al Rantisi, que había sucedido a Yassin al frente de la organización fundamentalista. Entonces los medios hebreos e internacionales especularon con la posibilidad de que Hamás no se recuperara de sendos golpes en apariencia tan letales, los mayores que encajó el grupo desde su fundación en 1987.

Pues bien, no solo Hamás se recuperó, sino que su evolución militar desde aquel año de 2004 ha sido explosiva en sentido literal. Su capacidad de combate se ha multiplicado, lo mismo que su arsenal, exageradamente superior hoy que el que tenía en 2004, así como sus recursos de hombres y armas que periódicamente incordian al estado judío y que siguen incrementándose sin descanso.

La lección que se extrae de estos datos es que la decapitación de la resistencia no parece afectar a sus actividades militares ni limita su capacidad armamentista; antes al contrario, cada año que pasa Hamás y la Yihad Islámica están mejor preparadas para sus periódicas confrontaciones con Israel.

Un caso incluso más ilustrativo es el del Hizbolá libanés. Nos referimos al asesinato de su anterior líder, Abbas Musawi, muerto en febrero de 1992. Su asesinato se tomó como un acontecimiento casi mesiánico en Israel, un incidente que prácticamente anunciaba la desaparición de Hizbolá. Sin embargo, lo que ocurrió después confirma que la decapitación no tuvo los resultados que se pronosticaron en un primer momento.

La elección de Hassan Nasrallah como sucesor de Musawi supuso un gran revulsivo para Hizbolá, que creció y creció sin parar hasta convertirse en el principal enemigo del estado sionista con diferencia, con un arsenal exponencialmente más grande y mortífero que el que tenía cuando Musawi fue asesinado.

Este caso también ilustra lo que ha estado ocurriendo en las últimas décadas, cuando las organizaciones de la resistencia palestina y Hizbolá han sufrido golpes, a veces con gran fuerza. Esos reveses, que son en gran parte mediáticos, han servido de acicate para que los grupos se hagan más fuertes y no más débiles.

La conclusión es que la decapitación de los grupos armados no acaba con la resistencia, ni garantiza una calma permanente, ni siquiera temporal, y que los nuevos líderes pueden ser más capaces que los que Israel liquida periódicamente. Los hechos ulteriores muestran que las organizaciones de la resistencia tienen una gran capacidad de resiliencia y pueden adaptarse a los golpes que reciben del ejército israelí por grandes que sean.

En cualquier caso, este tipo de confrontaciones constituyen episodios de violencia limitada que el estado sionista puede tolerar sin grandes problemas mientras sigue expandiendo la presencia de los colonos judíos en Cisjordania, que es su prioridad.

Eugenio García Gascón ha sido corresponsal en Jerusalén 29 años. Es premio de periodismo Cirilo Rodríguez.

 

EUGENIO GARCÍA GASCÓN
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