Occidente retrasa la salida de Bosnia del túnel del nacionalismo
ALEX ČIZMIC
Mostar
La guerra de los 90 ha dejado a Mostar, ciudad del suroeste de Bosnia y Herzegovina, dividida en dos partes: los bosníacos -bosnios musulmanes- al este y los croatas al oeste. El Puente Viejo, reconstruido en 2004 después de haber sido bombardeado durante el conflicto, está continuamente asediado por turistas, incluso en otoño. Permite a los extranjeros moverse entre los dos lados de la ciudad, pero no conecta a las dos comunidades locales que permanecen en su mayoría separadas. Sin embargo, la noche del 2 de octubre la melodía tranquilizadora de la llamada a la última oración de las mezquitas, mezclada con el suave fluir del río Neretva, presagiaba un final apacible para el día de elecciones.
Como de costumbre, a pesar de la pertenencia étnica, en las vísperas de la votación la población de Bosnia y Herzegovina se dividía entre los que no se interesan por la política y los que siguen votando, con la esperanza de que tarde o temprano se supere el estancamiento que atrapa al país desde 1995. Este callejón, aparentemente sin salida, lleva el nombre de Acuerdos de Paz de Dayton (Ohio) impulsados por EEUU y firmados por las partes en conflicto en esa base área estadounidense. Con el único objetivo a corto plazo de poner fin a las hostilidades, este pacto transformó las primeras líneas del momento en fronteras y repartió al país en dos entidades (Republika Srpska y Federación de Bosnia y Herzegovina) y un distrito autónomo (Brčko). La entidad de la Federación, de mayoría croato-bosníaca, se encuentra a su vez dividida en diez cantones. Cada uno de estos niveles administrativos (estado central, entidades y cantones) tiene su propio gobierno y en las elecciones de este año se votó por cada uno de ellos. La carrera que mejor describe la división del país es la de la presidencia estatal. Este cargo es tripartito y los tres puestos se asignan por igual a los tres pueblos que Dayton define como “constitutivos”: bosníacos, serbios y croatas.
“También las contrataciones laborales se realizan sobre base étnica”, explica Azra Zornić, exasesora legal de la Corte Constitucional que lucha por una Bosnia y Herzegovina unida. “En toda empresa pública hay cuotas asignadas a los tres principales grupos étnicos. En cambio, en las empresas privadas, como los dueños pertenecen a uno de los tres grupos y están vinculados a los partidos etnonacionalistas, suelen contratar solo a trabajadores del grupo étnico del jefe”. Zornić revela que no hay criterios que sitúen automáticamente a una persona en una determinada categoría. “Generalmente, se identifica a una persona a partir del primer grado de primaria, pero la asignación a una de estas categorías no es inmutable. Ahora puedes llamarte bosníaco, un segundo después croata y el siguiente serbio”, dice Zornić, que se define como bosnia-herzegoviniana, una identidad que no admite connotación étnica y que por esto causa discriminación a quienes la adoptan.
Las primeras proyecciones de los resultados electorales, que estaban relacionadas con la presidencia tripartita, ya daban ventaja a los candidatos no nacionalistas para los puestos bosníaco y croata. Es decir, que hubo señales de cambio hasta que, una hora después del cierre de las urnas, intervino el Alto Representante, expresión de las potencias occidentales y garante de Dayton. El Alto Representante tiene por misión supervisar la implementación de los acuerdos de Dayton y todos los nombrados hasta ahora han sido de la Unión Europea (UE), con adjuntos de Estados Unidos. Como máxima autoridad política del país, que no necesita buscar autorizaciones para imponer su voluntad, el actual representante, Christian Schmidt -de la Unión Social Cristiana (CSU) alemana-, forzó cambios a la ley electoral a medida que las votaciones avanzaban. Así que los ciudadanos se despertaron con una ley electoral y se acostaron con otra.
Los cambios de la ley electoral afectan a la forma en que se eligen los representantes de la Cámara de los Pueblos del parlamento de la Federación y consolida la división étnica. Mientras que antes eran las asambleas cantonales enteras las que elegían qué representantes étnicos ascenderían a la Cámara de los Pueblos, ahora cada caucus étnico aprueba sus propios delegados. De hecho, Schmidt cambió las cartas sobre la mesa a la hora de negociar las coaliciones de los gobiernos de cada unidad administrativa. En particular, la reforma refuerza el poder del HDZ BiH, el principal partido nacionalista croata que, junto con Zagreb, llevaba meses presionando al Alto Representante. Como afirman los partidos progresistas, ahora será complicado formar un gobierno sin ellos, lo que es una amenaza más al futuro del país, que se une al proyecto secesionista de la corriente nacionalista serbia.
“La elección a la Cámara de los Pueblos depende de una combinación de etnia y lugar de residencia”, señala Damir Arnaut, abogado y miembro del partido multiétnico “Nuestro Partido”. “Esto es pura discriminación. En una reunión con Schmidt antes de las elecciones [cuando ya se hablaba de la posibilidad de implementar esta reforma] le dije que si tenía que llevarlo a juicio ganaría, visto que ya hay cinco sentencias del Tribunal Europeo de Derechos Humanos que afirman que vincular la candidatura de ciudadanos a principios étnicos es inconstitucional”, asegura.
Finalmente, se confirmó que los partidos etno-nacionalistas habían sido los más votados en cada nivel administrativo. Las fuerzas progresistas también obtuvieron bastantes votos y podrían teóricamente excluir a los nacionalistas de las coaliciones de los distintos gobiernos, pero esto difícilmente pasará por estar los progresistas muy divididos. Sin embargo, el 22 de octubre se produjo también un hecho histórico. Por primera vez desde que Bosnia y Herzegovina es un estado independiente, la presidencia estatal estará dominada por políticos socialdemócratas. Por esta razón, muchos analistas locales consideran la medida de Schmidt un acto colonialista que debilita las ya frágiles esperanzas de crecimiento de una población que, tras 30 años de retóricas nacionalistas, quisiera ver la luz al final del túnel.
Schmidt contribuyó también a resaltar la fractura entre los países occidentales. Las embajadas de Estados Unidos y Gran Bretaña apoyaron la decisión. La UE se distanció de ella, enfatizando que Schmidt actuó solo. El eurodiputado austriaco de los Verdes Thomas Waitz calificó la acción del diplomático alemán como “una bofetada en la cara de los votantes”.
Una decisión que no parece tener en cuenta el sufrimiento de la población local, que abandona el país en masa. Más de 400.000 personas han emigrado en los últimos ocho años a causa de la corrupción desenfrenada y la alta tasa de desempleo, que en julio superaba ligeramente el 30%. La precariedad económica empuja a mucha gente a votar a cambio de trabajo o dinero y al éxodo masivo, especialmente por parte de los más jóvenes. Además, resta fuerzas a la sociedad civil y a los partidos progresistas, ambos elementos vitales para contrarrestar la política del divide et impera. Teo, un oriundo de Mostar que vivió en España durante algún tiempo después de la guerra, es categórico al respecto: “Si los partidos nacionalistas siguen en el poder, me iré de nuevo”.
Alex Čizmić es periodista ítalo-bosnio. Reside entre Italia y Bosnia-Herzegovina