Aníbal Garzón: la estrategia mediática de Occidente contra los BRICS se basa en la censura y el desprecio
JAYRO SÁNCHEZ
Aníbal Garzón es un analista político especializado en relaciones internacionales. Ha trabajado como cooperante en varios países de África y Latinoamérica durante más de 5 años. Acaba de publicar BRICS. La transición hacia un orden mundial alternativo (Akal, 2024), donde analiza la importancia de los países emergentes en este mundo en cambio.
BRICS es un grupo de potencias que pretende construir una arquitectura global alternativa a la que EE. UU. estableció tras el fin de la Guerra Fría (1947-1989) y la implosión de la Unión Soviética (1991). ¿Qué motivos alega para querer hacerlo?
Los Estados del sur global que conforman este organismo han sido excluidos del sistema internacional unipolar controlado por los Estados Unidos. No poseen un poder comparable al de Occidente en sus instituciones más importantes: el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM), el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU)…
Aunque llevan mucho tiempo exigiendo tener un rol más participativo en ellas, han observado el desinterés que causan sus propuestas de reforma y se han unido para crear unas nuevas estructuras.
¿Cómo van a edificarlas?
BRICS es muy pragmático porque está compuesto por países de diferentes continentes y culturas. Por ello quiere basar su proyecto en la defensa de la soberanía nacional, del respeto mutuo y del no a las injerencias, unos principios que ya se expresaron en la Conferencia de Bandung de 1955.
Sus integrantes no están de acuerdo en todas las cuestiones que deben afrontar, pero creen que sus distintas realidades e intereses nacionales pueden coexistir en un mundo multipolar. Desde la fundación del bloque, que se produjo en 2009, están intentando crear estructuras paralelas alternativas a las que los Estados occidentales gobiernan.
Una de las más famosas es el Nuevo Banco de Desarrollo (NBD), que está presidido por la brasileña Dilma Rousseff. Este abre otros caminos para las naciones a las que el FMI y el BM no conceden préstamos por orden de EE. UU. , su único miembro con derecho a veto.
Además, las potencias mantienen numerosas reuniones entre ellas para debatir sobre temas tan relevantes como el deporte, la juventud o la agricultura. Rusia ha albergado más de 200 solo en 2024. El objetivo que tienen es bastante evidente: buscan erigir un modelo de cooperación sur-sur que los libre de las estrategias imperialistas del norte global.
De momento, esto está siendo posible por el marco de practicidad en el que han decidido moverse. Sin embargo, cuando el número de adheridos a los BRICS aumente, sus estructuras supranacionales y sus procesos de toma de decisiones se podrían volver tan complejos como los de la Unión Europea (UE).
Cada vez más países muestran su intención de unirse a la organización. ¿Qué criterios deben cumplir para ser incluidos en ella?
El principal fue señalado el año pasado en la Cumbre de Johannesburgo. Los BRICS quieren incorporar a otras economías emergentes con buenas reservas de materias primas porque desean crear una moneda y un sistema financiero propios, y para ello necesitan el aval que representan esos recursos.
Por eso han estado dispuestos a acoger a Emiratos Árabes Unidos, Irán o Arabia Saudí. Además, Estados con otro tipo de utilidades, como Cuba, que es un importante impulsor de la investigación científica y de la formación médica, son categorizados como socios del bloque.
BRICS nació de la mano de China, Rusia, India y Brasil. Las dos primeras son desde hace mucho las grandes rivales de EE. UU., y también el principal sostén económico del grupo. ¿Significa esto que lo lideran?
Desde luego, cumplen funciones muy importantes. Pekín, que es un gigante comercial, tiene un papel más económico. Sin su ayuda, las cifras que los BRICS manejan no serían tan buenas.
Por otro lado, Moscú tiene un indiscutible rol geopolítico. El golpe de Estado que se dio en Ucrania en 2014 y los enfrentamientos que de él se han derivado lo confirman.
Tanto esa guerra como la militarización de Taiwán son estrategias dilucidadas por el Gobierno estadounidense para obligar a los presidentes Vladimir Putin y Xi Jinping a no ejercer una política exterior de importancia más allá de los países que están situados cerca de los suyos.
Washington sabe que para el sur global sería muy difícil destruir su poderío geoestratégico y militar y desarrollar proyectos comunes sin Rusia y China.
Algunos medios de comunicación y expertos en política internacional aseguran que la organización está abocada al fracaso, y citan las históricas malas relaciones entre los Ejecutivos ruso y chino como un factor determinante para ello.
Todas estas teorías forman parte de la estrategia mediática occidental contra los BRICS, que se basa en una mezcla de censura y tratamiento despectivo. Hasta el propio creador del acrónimo, el economista británico James O’Neill, la siguió durante la Cumbre de Johannesburgo cuando dijo que no tenían ningún futuro.
Occidente cree que la alianza se hundirá porque los países que la integran tienen demasiadas diferencias entre ellos. El problema es que piensa esto por su mentalidad privativa y colonialista, la cual le ha hecho rechazar acuerdos muy beneficiosos para sí mismo. El ejemplo más claro es el de su renuencia a incluir a la gran economía que es Turquía en la UE por su islamismo.
Rusia y China nunca habían tenido una alianza tan estrecha. Han conseguido dirimir sus disputas territoriales, y los conflictos ideológicos que fomentaron su enemistad durante la Guerra Fría ya solo son parte de la historia. Si Moscú ha podido evitar las sanciones económicas de EE. UU. y sus aliados europeos ha sido porque los chinos han comprado su gas y su petróleo.
En Siberia se están construyendo nuevos conductos para transportarlos. Además, los presidentes Putin y Xi se reúnen cada tres meses, y los rusos están actuando como intermediarios para rebajar las tensiones entre Pekín y Nueva Delhi.
Ya que mencionas a la India, su presencia en los BRICS también es vista como una anomalía por los mismos especialistas de los que hablamos. ¿Su amistad con Washington y Bruselas podría suponer algún lastre para las potencias emergentes del sur global?
El presidente Modi sabe que el mundo está cambiando y que la consecución de esa transformación puede resultar en grandes beneficios para su país. La desdolarización sería muy positiva para su economía, y por eso ha empezado a firmar pactos con otros socios del bloque para intercambiar monedas locales.
Aun así, sigue manteniendo lazos con Occidente, ya que forma parte del Diálogo de Seguridad Cuadrilateral (QUAD), un foro estratégico en el que se ha aliado con EE. UU., Japón y Australia para hacer frente al creciente poderío de China en el Pacífico.
Pero sabe muy bien que su actitud tiene que ser la del doble juego. India es el Estado más poblado del mundo, así como una de sus mayores economías, y solo podrá obtener la posición global que le corresponde si ejerce una presión moderada junto a otras naciones del Sur mientras reduce su dependencia de Occidente.
Brasil y Sudáfrica son otros dos países clave en BRICS. ¿Qué papeles representan en la organización?
El primero quiere ser la voz internacional de América Latina, y basa esa pretensión en la superioridad demográfica, económica y geográfica que ostenta frente a sus vecinos. No obstante, Venezuela aspira a la misma posición.
Es por eso por lo que Brasilia ha vetado la entrada de Caracas en el grupo. Le preocupan las grandes reservas de petróleo de las que disponen las autoridades venezolanas y sus conflictos diplomáticos con Estados Unidos, que sigue jugando un papel protagonista en el subcontinente.
Por otro lado, Sudáfrica es una economía emergente que forma parte del G20, y posee un prestigio político enorme desde que Nelson Mandela puso fin al apartheid racial de la minoría blanca en los años 1990. Si Pretoria ha entrado en el organismo, ha sido porque es un símbolo de la descolonización del continente africano y porque sus costas conectan el Índico con el Atlántico Sur.
Por resumir, aunque estos dos países no poseen la relevancia geopolítica de Rusia o China, sí que son líderes regionales y, por lo tanto, socios clave en la construcción de un nuevo mundo multipolar.
El pasado mes de octubre, la ciudad rusa de Kazán acogió la decimosexta cumbre del foro. A ella asistieron una treintena de Estados emergentes y el secretario general de la ONU, António Guterres. ¿Cómo valoras los resultados de la reunión?
En primer lugar, hay que destacar que los BRICS se han vuelto tan importantes que hasta Guterres decidió acudir. También lo hicieron naciones tan dispares como Colombia, Tailandia, Bielorrusia o Turquía, hecho que da fe de los crecientes poderío y pluralidad de la organización.
Otra cuestión importante que se trató fue la presentación de BRICS Pay, una red de comunicaciones financieras similar al SWIFT belga que permitirá que los bancos de los países del Sur puedan cooperar de manera más eficaz y evitar las sanciones y las presiones de Occidente.
Además, la entidad supranacional aceptó 13 nuevos socios entre los que se encuentran Bolivia, Argelia, Indonesia y Vietnam.
En marzo del año pasado, China consiguió mediar el comienzo de la reconciliación entre dos enemigos acérrimos: Irán y Arabia Saudí. Teherán forma parte de BRICS desde enero, y Riad está procesando su propia inclusión en él. ¿Repercutirán estas integraciones de algún modo en el Oriente Medio?
Para empezar, podrían frenar la catastrófica guerra civil de Yemen, en la que ambas potencias están muy implicadas. Pero EE. UU. ha hecho todo lo posible para dinamitar ese acuerdo por el prestigio que otorgaría a Pekín. De hecho, el genocidio de Israel en Gaza es un elemento más que favorece su estrategia de desestabilización en la región.
Una de las medidas más contundentes que los BRICS quieren aplicar es, como decías hace unos minutos, la de desdolarizar el sistema financiero internacional. ¿Cómo pretenden hacerlo?
De manera paulatina, ya que la economía mundial todavía depende mucho del dólar. No hay más que ver los casos de Cuba o Venezuela, que, siendo enemigas de Washington, no dejan de estar presas por su sistema financiero.
En este sentido, la primera decisión del grupo ha sido la de potenciar el comercio bilateral con monedas locales. Rusia lo lleva haciendo por necesidad desde 2022, ya que su ataque a Ucrania ha provocado el bloqueo de las cuentas bancarias que tenía en Europa y la prohibición de que utilice el dólar y el SWIFT.
Otros Estados hostiles a EE. UU., como China o Irán, han seguido su línea de acción para eludir esa misma situación. Y, por ello, los miembros de BRICS han pensado en crear una moneda virtual común: la 5R.
El problema es que, para que funcione, la organización tiene que poseer una arquitectura financiera común. De ahí que se haya constituido BRICS Pay, la base sobre la que construirla.
Desde 2022, la tensión entre las grandes potencias globales ha aumentado hasta un punto similar al de los peores momentos de la Guerra Fría. Ahora mismo, el estallido de un enfrentamiento armado entre China, Rusia y EE. UU. no parece una posibilidad remota. ¿Qué harían los BRICS en el caso de que este se diera?
Está claro que nos encontramos ante una grave escalada bélica. Ucrania y Palestina no son los únicos escenarios de conflicto en el mundo. El rearme de Taiwán, el aumento del presupuesto militar de los socios de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y la firma del Pacto AUKUS por los Gobiernos estadounidense, australiano y británico para dirigir submarinos nucleares contra China son señales claras de que se prepara una posible guerra.
BRICS no es una alianza militar, aunque sus miembros tienen relaciones bilaterales, trilaterales y cuadrilaterales para afrontar desafíos contra su seguridad. Por ejemplo, las Fuerzas Armadas de Rusia, China e Irán han hecho maniobras conjuntas en Oriente Medio hace unos meses. Eso sí, el foro no es como la OTAN. Sus componentes no tienen obligación de defenderse entre sí.
Jayro Sánchez es periodista español.