El odio político, signo de los tiempos en Occidente
EUGENIO GARCÍA GASCÓN
El 25 de septiembre, día del Yom Kipur, hubo incidentes en distintas poblaciones de Israel. El más sonado sucedió en la plaza Dizengoff, el corazón secular de Tel Aviv, donde se había convocado una concentración para realizar una plegaria judía segregada, es decir, con las mujeres separadas a cierta distancia de los hombres. Sin embargo, a la hora convenida se presentaron en la plaza grupos de liberales laicos que impidieron que se desarrollara la ceremonia alegando que su carácter segregado es contrario a los valores democráticos. Unos y otros se cruzaron golpes e insultos sin que la sangre llegara al río HaYarkon.
Algunos medios han calificado el acontecimiento de “hecho insólito” en la historia del país, pero aunque efectivamente sea insólito, responde a los nuevos tiempos que corren desbocados con la intolerancia como principal referente. Cada día hay más gente cansada de la democracia que exige gestos directos y rápidos que apuntalen su posición política o religiosa. Naturalmente, algunos vinculan lo sucedido en Tel Aviv con la crisis política que sacude a Israel, pero no hemos de olvidar que paralelamente se está desarrollando una crisis religiosa no menos profunda.
El alcalde Ron Huldai ha denunciado que los religiosos han trazado un plan para invadir Tel Aviv, el reducto laico por excelencia. “Nos quieren meter en un Estado religioso y si no nos despertamos pronto…”, ha advertido Huldai.
Pero los religiosos de enfrente denuncian que los seculares alardean con hipocresía de ser demócratas cuando en realidad no lo son. El hecho de que no les permitan rezar segregados en Dizengoff, que es lo que en rigor pide la religión judía, prueba que los liberales no son demócratas, a su juicio. “No es democrático no permitir que la gente rece como quiera”, es decir, segregada por sexos, argumentan los religiosos.
Eran bien visibles los semblantes alterados, cargados de violencia y de odio de la gente que se enfrentaba a empujones, gritos y golpes en la popular plaza de Tel Aviv. Pero que nadie crea que son semblantes exclusivos de Israel. Rostros parecidos se están viendo estos días en Argentina con la irrupción de Javier Milei, entre gente que hasta hace poco parecía sensata y cuerda; se ven en España con el rebrote de los nacionalismos identitarios; se multiplican en Estados Unidos, un país fracturado en dos mitades antagónicas, y se ven por otras latitudes en Occidente.
Quien organizó el rezo de Yom Kipur es un rico constructor, Israel Zaira, dirigente de la organización “Cabeza Judía”, un constructor que edifica viviendas en las ciudades y en los barrios judíos ultraortodoxos, como Bnei Brak o Mea Shearim. Zaira está en contacto con rabinos influyentes en esas comunidades y de hecho algunos rabinos participaron en las plegarias segregadas de Yom Kipur. El objetivo de quienes secundan a Zaira, como señala el alcalde Huldai, es infiltrarse en las zonas no religiosas de Tel Aviv y del resto del país, un fenómeno que no es nuevo, pero que cada día cobra mayor intensidad.
El rencor que reflejan esos rostros en numerosos países constituye una seria advertencia para la sociedad occidental. Cada día hay más gente que pide autoritarismo, en Israel, España, Estados Unidos, Argentina y otros países occidentales. Desconcertada por la complejidad que ha ido adquiriendo el mundo, complejidad que sigue creciendo, esa gente pide soluciones inmediatas y simples para problemas complejos, creando un vertiginoso remolino que no sabemos adónde conducirá.
Muchos occidentales desean simplificar una complejidad que cada día resulta más difícil de gestionar desde un punto de vista político, complejidad que crea un terreno abonado para los extremismos políticos, incluidos los nacionalismos. La enorme complejidad se ha convertido en un obstáculo que parece insuperable para las democracias occidentales, que irónicamente son las que han creado esta sociedad tan compleja que los mismos occidentales están dejando de tolerar.
Lo que en Israel muchos laicos ven como coerción religiosa, otros muchos, religiosos, lo ven como una contradicción de las élites de las sociedades liberales que no respetan la voluntad popular de quienes quieren realizar plegarias segregadas por sexos. Los dos grupos no son simplemente críticos entre sí, como ocurría antes, sino que han dado un paso cualitativo y ahora se odian sin que parezca posible una reconciliación.
Es una atmósfera viciada la que se respira por todo Occidente, no solo en Israel. Y con la creciente intolerancia no se está enviando una buena señal ni creando un futuro mejor, más bien lo contrario.
Eugenio García Gascón ha sido corresponsal en Jerusalén 29 años. Es premio de periodismo Cirilo Rodríguez.