En busca de una moneda común sudamericana
CECILIA VALDEZ
Buenos Aires
Una de las grandes novedades que trajo la Cumbre de la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) de Buenos Aires en enero pasado, además del regreso de Brasil al bloque con Lula a la cabeza, fue el anuncio de una moneda común sudamericana. Un proyecto que no es novedoso -ya que tanto la moneda como un banco común, fueron ideas planteadas y materializadas por la primera ola de gobiernos progresistas-, pero que hoy vuelve a debatirse en el marco de una región latinoamericana nuevamente inclinada a la izquierda (con todos los matices posibles en su interior), y con la novedad de que esta vez incluye a Colombia.
Las dos mayores economías de la región (Brasil y Argentina) vuelven a pensar y coordinar políticas económicas, y lo dejaron sentado en un documento que hicieron público el domingo previo al comienzo de la VII Cumbre de la CELAC. Lula llegó un día antes que los otros 15 mandatarios que también participaron de una Cumbre que contó, por primera vez, con la asistencia perfecta de sus 33 integrantes, y mantuvo una reunión bilateral con Alberto Fernández, presidente de Argentina. Al finalizar la reunión, ambos mandatarios hicieron público un documento en el que destacaron, además de la importancia del regreso de Brasil al bloque (luego de ausentarse durante el gobierno de Bolsonaro), la necesidad de colaborar y coordinar políticas económicas. En concreto, el texto habla de reindustrialización de las economías, de integración energética y de las cadenas productivas, del Mercosur como una plataforma de integración al mundo, y del uso de monedas locales y de una moneda común sudamericana. Sobre esto último señala: “Tenemos la intención de superar las barreras a nuestros intercambios, simplificar y modernizar las reglas y fomentar el uso de las monedas locales. También decidimos avanzar en las discusiones sobre una moneda sudamericana común que pueda usarse tanto para los flujos financieros como comerciales, reduciendo los costos operativos y nuestra vulnerabilidad externa.”
En la conferencia de prensa posterior a la bilateral con Fernández, Lula sostuvo: “Si dependiera de mí, tendría comercio exterior siempre con la moneda de los otros países para que no estemos dependiendo del dólar” y agregó: “¿Por qué no intentar crear una moneda común con otros países del Mercosur como se intentó hacer con los países del BRICS?”. Todas estas declaraciones fueron leídas con mucho entusiasmo por quienes pugnan por una alianza entre países latinoamericanos y, sobre todo, por quienes van un paso más allá y se dejan entusiasmar no sólo con la creación de una moneda común que habilite intercambios comerciales, sino con la idea de una Nueva Arquitectura Financiera. “Va a llevar un tiempo establecer los ajustes necesarios para su consolidación”, sostiene Quintino Severo Marqués, secretario adjunto de Relaciones Internacionales de la Central Única de Trabajadores de Brasil. “Entre otras cosas, por las enormes asimetrías entre los países del bloque, que requieren una gran planificación para establecer un régimen común. Aun así, pienso que es una gran oportunidad”. Si bien el proyecto de una moneda común sudamericana no es nuevo, sí lo es el contexto. Aunque muchos intentan establecer paralelos entre esta nueva ola de gobiernos progresistas y la de comienzos de siglo, el mundo no es el mismo y, por tanto, las reglas que lo ordenan tampoco.
Un poco de historia
En 2008, la propuesta de una moneda común para el intercambio suscitó un acuerdo voluntario entre el Banco Central de la Argentina y el de Brasil que, en 2009, se extendió al intercambio entre Argentina, Paraguay y Uruguay. Si bien son acuerdos vigentes, no tuvieron el impacto necesario ni la voluntad política requerida por las partes para su concreción. En 2009, la UNASUR, reunida en Buenos Aires, alentó la creación de lo que se dio en llamar una “Nueva Arquitectura Financiera” (NAF), sustentada en el Banco del Sur, una propuesta asumida por 7 presidentes de la región a fines del 2007 y que hasta hoy constituye una asignatura pendiente. Para Julio Gambina, economista y profesor universitario, parte del fracaso se debe a los límites que impuso pensarlo en términos de un “capitalismo nacional” que pretendía ir en contra de la dominación transnacional del capital.
Por lo demás, la propuesta de una NAF incluía la creación de un Fondo del Sur y el desarrollo de una moneda para el intercambio regional. “Hubo varios países que dispusieron recursos propios para avanzar con el capital del Banco del Sur”, cuenta Gambina. “El por entonces ministro de Economía de Bolivia, y su actual presidente, Luis Arce, planteó que tenía las reservas para aplicar como capital al Banco del Sur, y propuso que todas las reservas internacionales de los países que intervinieran en el banco fueran depositadas en el mismo, cambiando la lógica financiera del sistema porque nuestros países tienen las reservas internacionales en función de lo que demanda el sistema financiero mundial”. O lo que es lo mismo, en divisas o en monedas fuertes de los principales países del capitalismo global (dólar, euro, yen, y más recientemente el yuan). “La gran preocupación de quienes deciden es hacerse con dólares u otras divisas fuertes en el mercado. Distinto sería si la opción fuera por una transformación profunda de confrontación con la hegemonía del dólar o del euro.”
De lo que se trata, básicamente, es de desplazar al dólar como moneda de intercambio en el comercio exterior, y hacerlo con monedas alternativas. En rigor, no se trata de «una moneda única» que reemplazaría las monedas locales -al menos no en un principio-, sino de una unidad de cuenta que sirve para el comercio entre los países de la región, acompañado de un sistema de compensación entre bancos centrales de esos mismos países. En las últimas décadas, el rumbo de la economía mundial ha cambiado considerablemente y nos encontramos en medio de una lógica de mundialización de la economía que se expresa en Tratados de Libre Comercio, Tratados Bilaterales de Inversión y en diversos procesos de liberalización de la economía. Según Gambina, “la economía mundial, aunque se explique que es por la pandemia o por la guerra, está en un proceso de fragmentación.”
Integración alternativa
El hecho de que Lula haya elegido la Argentina como primer viaje al exterior, previo a sus viajes a EEUU y China, es un gesto con un fuerte peso simbólico. Dicen que el actual Lula, que en la cárcel leyó y puso especial hincapié en su formación en geopolítica, viene decidido a impulsar con fuerza los mecanismos de integración regional y a construir un bloque latinoamericano que le permita a la región negociar como tal y, de esta manera, compensar las enormes asimetrías que generan las negociaciones entre países.
“Brasil es fundamental, no solo para la CELAC sino para pensar una estrategia regional y un mecanismo de integración alternativo”, afirma Gambina. “Históricamente ha habido una subordinación de América Latina y el Caribe a la economía mundial como proveedores de materias primas, y un estímulo a la desindustrialización relativa que actualmente se ve con el litio, los hidrocarburos, los minerales, etc. Es necesario pensar y discutir una lógica productiva financiera diferente en la región, para pensar cómo insertarse en la economía mundial y, en esa lógica, discutir con los que hoy están discutiendo el orden mundial, como China o EEUU.”
Severo Marques -que viajó a la Argentina para participar de la CELAC social, una Cumbre paralela a la de la CELAC oficial en la que participaron quinientos referentes de movimientos sociales, sindicales, ambientalistas y de pueblos originarios de América Latina y el Caribe-, también opina que este tercer mandato de Lula será muy diferente de los anteriores y que este viaje a la Argentina apunta a restablecer las relaciones internacionales (post Bolsonaro) y a fortalecer la CELAC. “Lula sabe que cualquier negociación individual de países del MERCOSUR por fuera del bloque (se refiere a Uruguay), puede ser perjudicial y lo debilita, y hará todo lo posible para negociar en bloque. Porque aunque no todos los gobiernos tienen la misma ideología, Lula está convencido de la importancia de la diversidad ideológica, y de que en el campo económico y social tenemos que tener unidad para que se defiendan primero los intereses del pueblo.“
Un tema que preocupa y genera debate respecto a la concreción de este tipo de proyectos tiene que ver con su falta de continuidad o sostenibilidad en el tiempo debido a que, en muchos casos, dependen de las distintas coyunturas políticas. En este caso, no sólo preocupa la diversidad de proyectos políticos que caracteriza al bloque sino también que Argentina, el principal socio comercial de Brasil en la región, tiene previstas elecciones generales para octubre de este año y eso significa un cambio de gobierno por otro que podría ser de un signo político diferente al actual. Sin embargo, Severo Marqués cree que esto no necesariamente representa un problema: “Creo que Lula, o cualquier presidente, debería tratar estas cuestiones como asuntos de Estado, que atañen a cuestiones económicas y políticas. La construcción que Lula y los demás presidentes están haciendo está considerando escenarios donde los gobiernos no son necesariamente de ideologías afines. Yo creo que Lula tiene la capacidad de liderar ese proceso en la región, y la convicción de que lo que tiene que estar en primer lugar es el interés del pueblo y de las personas. Entonces -y sé que Lula comparte está visión-, lo que tienes que construir son unas bases que fortalezcan el MERCOSUR y políticas de Estado, no políticas de gobierno, porque los gobiernos pasan y las políticas quedan.”
Orden Mundial
Gambina sostiene que en el actual contexto mundial es necesario cambiar la lógica de liberalización de la economía mundial, romper con la lógica de política financiera, crediticia y bancaria, y frenar la llamada libre circulación de los movimientos internacionales de capitales. En particular, en América Latina y el Caribe, si se quiere cambiar la tendencia a la extranjerización, la fuga de capitales, la primarización de las exportaciones, y resolver las demandas de la miseria, la pobreza, el desempleo y la precariedad laboral, hace falta modificar el modelo productivo y de desarrollo, lo que supone una reorientación de las finanzas de la política cambiaria y monetaria: “En ese plano, discutir el Banco del Sur y el tema de la moneda es clave”, concluye. “Sobre todo, cuando lo que hay es una crisis monetaria mundial. El propio FMI viene haciendo estudios donde dice que hace 20 años las reservas internacionales de los países estaban en un 70% paralizadas en dólares y que eso se ha reducido a menos del 60%. Claramente, las sanciones unilaterales de Estados Unidos -que acompaña Europa- sobre Rusia, China, Irán, Venezuela, Cuba, Nicaragua y un conjunto de países, ha llevado a que se generen nuevos instrumentos financieros, monetarios y de intercambio comercial, y este es un momento donde hay mucha novedad. Lo que está ocurriendo es un desorden del orden construido en los últimos 40 años. Entonces, es una oportunidad para rediseñar el sistema mundial y claro, si hay gobiernos con voluntad de transformación mejor. El tema de fondo es que el capitalismo es global, la economía es mundial, y por lo tanto, los cambios no pueden encararse sólo desde un país. Y de ahí que estos debates generan expectativas para potenciar una integración regional no subordinada. Digamos que América Latina y el Caribe es un territorio relativamente nuevo, y la CELAC surgió hace poco más de una década, también es una novedad. Esta es la primera vez que la región latinoamericana y caribeña, sin Estados Unidos ni Canadá, decide pensarse en su conjunto. Lo que se plantea es mínimo, pero a partir de ese mínimo, uno puede imaginar lo máximo.”
Cecilia Valdez es periodista argentina.