La vergüenza de Europa

JAVIER GARCÍA

Como europeo, durante los últimos meses he sentido en varias ocasiones indignación y vergüenza por el comportamiento de Europa y sus dirigentes. La actitud servil hacia los designios de EEUU en Ucrania -en contra de sus propios intereses-, la cancelación de la cultura rusa, la posición hacia China, los llamamientos a restringir el asilo a los refugiados, el auge de la extrema derecha, la imposición del discurso único y la censura a cualquier opinión diferente, eran síntomas desoladores.

Pero la posición de la Unión Europea (UE) ante la descomunal tragedia que está sufriendo y sufrirá aún más, si nadie lo remedia, el pueblo palestino ha superado todos los límites de lo imaginable.

Siempre había pensado que los valores de la ilustración, los conceptos de libertad, paz, solidaridad o justicia eran ideas por las que valía la pena luchar y enorgullecerse como europeo. Que esas palabras que se inscriben en las constituciones occidentales, no eran una ficción, sino que procedían de una tradición europea enriquecedora de pensamiento libre, humanista y plural.

Sin embargo, la evolución política de Europa y sus dirigentes -en paralelo al imparable declive de la dominación occidental sobre el mundo- han hecho que esos valores pierdan cada vez más su genuino significado, en boca de políticos que los proclaman, pero nunca los defienden.

Que prácticamente ningún dirigente europeo haya criticado o haya hecho un llamamiento a la contención al Gobierno israelí por dejar sin agua, sin comida, sin luz y sin combustible a dos millones de gazatíes mientras les bombardea sin tregua, es terrible y bochornoso. Y más atroz aún es que la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, haya viajado este viernes a Israel para “solidarizarse”, según sus palabras, exclusivamente con las víctimas israelíes, sin mencionar a las palestinas. Lo ha hecho además el mismo día que Israel anunciaba un ultimátum de 24 horas para que más de un millón de palestinos abandonen sus casas en el norte de la Franja, incluida la ciudad de Gaza.

Un ultimátum que supone expulsar en un día de sus hogares a un millón cien mil palestinos, todavía más que los desalojados durante toda la tristemente recordada Nakba de 1948, tras la creación del Estado de Israel cuando cerca de 700 mil palestinos se vieron obligados a dejar atrás sus pueblos para convertirse en refugiados de por vida.

Pues bien, una vez en Israel, Von der Leyen no solo avaló ese ultimátum -considerado inviable y muy peligroso por la ONU- sino que volvió a solidarizarse únicamente con las víctimas israelíes, al tiempo que seguían cayendo toneladas de bombas sobre edificios residenciales de la franja, sobre sus mezquitas, sus hospitales o sobre las propias agencias de Naciones Unidas. Bombas israelíes que han matado ya a cerca de 600 niños, según el Ministerio de Salud palestino. Y a nadie en Europa parece caerle la cara de vergüenza por ese viaje, por ese tremendo desprecio al sufrimiento palestino.

La misma presidenta de la Comisión de la UE que hace un año ante el Parlamento europeo decía: “Los ataques de Rusia contra infraestructura civil, especialmente electricidad, son crímenes de guerra. Dejar sin agua, electricidad o calefacción, ahora que llega el invierno, a hombres, mujeres y niños son actos de puro terror. Y debemos llamarlos así”.

Pocas veces la doble moral europea y el cinismo de sus dirigentes ha quedado tan en evidencia. Más cuando Rusia no dejó sin agua, electricidad o calefacción, ni mucho menos, a toda Ucrania, como Israel ha dejado por completo a toda la franja de Gaza y a sus dos millones de habitantes -la gran mayoría refugiados-, mientras les bombardea de una forma bastante más salvaje e indiscriminada de lo que ha hecho Moscú hasta ahora con los ucranianos.

Para Von der Leyen, estas víctimas no merecían, al parecer, siquiera un comentario durante su visita al país que les está matando y dejándoles sin luz, agua o comida. Tampoco eran necesarias, a su juicio, unas palabras pidiendo a Israel que proteja a la población civil en sus bombardeos. Sus imágenes sonrientes con Netayanhu, mientras hablaba de los “bárbaros ataques” de Hamás, sin decir ni una palabra del sufrimiento palestino y arrogándose la representación de todos los europeos, quedarán grabadas en la historia de la infamia.

Sabemos que la presión de Estados Unidos sobre Europa, es enorme. Sabemos que los coletazos de un imperio que se derrumba suelen ser los más peligrosos, especialmente los de uno acostumbrado a encontrar su beneficio en promover guerras, generar conflictos e impedir la prosperidad de los demás en lugar de tratar de resolver sus problemas o colaborar en solucionar los del mundo.

Sabemos que Europa poco puede hacer para cambiar el curso de los acontecimientos decidido y perseguido por el hegemón en Ucrania, en Gaza, en Oriente Medio y, si pudiese, en el mundo entero.

Pero ya que no autonomía política o estratégica, los dirigentes europeos deberían mostrar al menos un mínimo de decencia. Si son incapaces, dejen por favor de enarbolar conceptos como humanismo, libertad, solidaridad o justicia. Dejen de manosear valores que en absoluto persiguen y a todas luces han abandonado.

Dejen de una vez de hablar en nombre de todos los europeos. No nos representan.

Javier García es periodista. Ha sido jefe de corresponsalías en Medio y Extremo Oriente, Latinoamérica, Europa y África, además de enviado especial a diferentes conflictos bélicos. Actualmente, es profesor de Periodismo en la Universidad Renmin de Pekín. Su último libro es China, amenaza o esperanza.