“Los vertidos de Fukushima causan un grave deterioro al medio marino”

JAYRO SÁNCHEZ

Shaun Burnie es el especialista en cuestiones nucleares de la ONG Greenpeace desde 1991. Trabaja en Asia Oriental desde hace más de 30 años, y conoce bien las instalaciones de Fukushima desde la década de 1990. Hablamos con él sobre la decisión del Gobierno de Tokio de verter las aguas contaminadas de la central en el Pacífico.

Hace dos semanas, el Gobierno japonés anunció que sus expertos comenzarían a verter el agua contaminada de la central nuclear de Fukushima en el océano Pacífico. Su decisión ha causado un gran debate entre los miembros de la comunidad internacional. ¿Por qué?

Los vertidos son muy controvertidos porque no son rutinarios… Provienen del desastre nuclear ocurrido en Japón en 2011. La oposición contra esta medida es notoria, incluso entre las comunidades pesqueras del propio país que la está llevando a cabo.

Pero el rechazo respecto a ella no solo se vislumbra en Japón. La cuestión ha captado la atención de todas las naciones asiáticas limítrofes con el Pacífico durante los últimos años. El de Fukushima fue el peor accidente nuclear desde Chernóbil y, por lo tanto, ha afectado a muchas personas. Cualquier plan para verter aguas residuales nucleares resultantes de este desastre generaría oposición.

La ONG medioambiental Greenpeace afirma que el Gobierno de Japón y la Compañía Eléctrica de Tokyo (TEPCO, en sus siglas en inglés), responsables del funcionamiento de las centrales nucleares japonesas, mienten cuando aseguran que no hay una alternativa a la de verter estas aguas. ¿La hay?

No es que estos organismos mientan. Solo intentan tergiversar la información que proporcionan a los ciudadanos y a los medios de comunicación para no rendir cuentas por sus errores. Sus propios expertos admiten que existe otra opción: almacenar las aguas contaminadas a largo plazo. Pero piensan que es más complicado porque tendrían problemas legales para asegurar un espacio donde hacerlo. Además, llevaría bastante tiempo.

El accidente nuclear de Fukushima ocurrió en marzo de 2011. Las autoridades japonesas reaccionaron al desastre presentando un plan de desmantelamiento criticado por varias organizaciones internacionales defensoras del medioambiente. ¿En qué estaba basado ese plan?

Entre los últimos meses de 2011 y los primeros de 2012, los japoneses acordaron establecer un plazo máximo de 3 o 4 décadas para desmantelar las instalaciones nucleares del país. En realidad, ningún reactor comercial ha sido desmantelado por completo a día de hoy en Japón.

Además, la planta de Fukushima-Daiichi ha sufrido la fusión de tres de sus seis reactores. Su situación no es comparable a la de una central convencional. Ahora, el Gobierno japonés está atrapado en su propia retórica porque se comprometió, junto con el Ejecutivo de la prefectura de Fukushima, a completar el desmantelamiento en 2051.

Esta idea es delirante e imposible. El emplazamiento está contaminado de forma permanente con material radiactivo, y no existe ningún plan creíble para la retirada de los cientos de toneladas de restos de combustible nuclear.

¿Cuál es el fin fundamental del plan?

TEPCO y el Gobierno no han anunciado cuál es su objetivo con respecto al centro de Fukushima-Daiichi. El acuerdo con las autoridades de la prefectura es la eliminación completa de todo el material radiactivo de la central y del resto de complejos nucleares sitos en sus territorios. Sin embargo, es imposible que esto suceda.

¿Por qué cree Greenpeace que el plan es un fracaso?

Las razones son varias, y revisten una complejidad que podría alargar demasiado la entrevista. Pero, si sus lectores desean saber más sobre el tema, pueden consultar los siguientes informes: El desmantelamiento de Fukushima Daiichi. Es la hora de un nuevo plan estratégico a largo plazo y El desmantelamiento de la central nuclear de Fukushima Daiichi. Del plan A al plan B, y del plan B al plan C. 

Dada la crisis energética causada por la guerra de Ucrania, Finlandia, Francia y otros países europeos han decidido usar la energía nuclear para satisfacer algunas de las necesidades de sus poblaciones. A pesar de ello, usted y otros expertos se oponen a su utilización. ¿Por qué?

La energía nuclear no es la que está permitiendo ejecutar la descarbonización del sector energético. No puede resolver el problema al que nos enfrentamos, ni aportar una contribución significativa a su resolución. En la actualidad, solo un 10% de la energía eléctrica global se genera gracias a las centrales nucleares. Y eso que han pasado 70 años desde que se aprobó su uso comercial…

Su utilización implica numerosos peligros en los ámbitos de la seguridad, la protección y la proliferación nuclear. La tecnología que ya existe o que está desarrollándose no va a eliminarlos por completo. Cada dólar malgastado en instalaciones nucleares destruye los esfuerzos que se están llevando a cabo para descarbonizar las sociedades y reducir las emisiones atmosféricas.

Desde los puntos de vista económico y temporal, la mejor opción es invertir en las renovables.

Un gran número de los países que comparten las aguas del Pacífico con Japón han protestado por el vertido del agua contaminada en el océano. ¿Cómo les afectará?

Las naciones lindantes con el Pacífico ya están sufriendo las consecuencias de la contaminación provocada por las pruebas de armas nucleares y los vertidos residuales que se han realizado en sus aguas durante décadas.

Los que han decidido descargar el agua contaminada de Fukushima no han planteado una fecha de finalización realista para sus actividades. Estas continuarán durante más de un siglo. Los científicos encargados de estudiar la contaminación en el océano por el Foro de las Islas del Pacífico afirman que los riesgos radiológicos son altos y a largo plazo.

Los radionucleidos que se están liberando se dispersan y bioacumulan a diferentes velocidades, y tienen el potencial de afectar la genética de la vida marina. En consecuencia, los vertidos causan un severo deterioro del medio marino, que ya se encuentra sometido a una enorme presión por la contaminación histórica, los impactos climáticos, el agotamiento de los recursos, la sobrepesca… etc.

El Gobierno de Pekín ha sido uno de los que más se ha opuesto al vertido de las aguas de Fukushima en el Pacífico. ¿Por qué?

Las naciones que se han opuesto a los vertidos, incluida China, son conscientes de que sus poblaciones y, en particular, sus comunidades costeras, están muy preocupadas por este asunto. En los próximos años, el mar Oriental de China estará contaminado por la radioactividad procedente de Fukushima, por lo que era de esperar que estos países se opusieran a la decisión de Japón.

Muchos actores internacionales acusan a China de oportunismo por criticar la decisión del Gobierno japonés. ¿Cree usted que estas acusaciones son justas?

Si una nación viola una ley internacional como la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (UNCLOS, en sus siglas en inglés), habrá otras que se opongan a tal vulneración. Japón incumple el derecho internacional con sus vertidos, que es el problema fundamental. El desastre nuclear de Fukushima sigue suponiendo una grave crisis para los japoneses, y eso es lo que hay que abordar.

Algunos analistas están sorprendidos por el respeto que Occidente ha mostrado ante la decisión del Gobierno japonés. ¿Lo mantendría si fuera China la que hubiera adoptado esta posición?

La industria nuclear japonesa tiene profundas conexiones históricas con sus homólogas en EE. UU. y Europa. Los reactores de Fukushima Daiichi fueron diseñados por la compañía estadounidense General Electric y las empresas niponas Toshiba e Hitachi. Siendo así las cosas, era inevitable que Japón recibiera el respaldo de Occidente respecto a su disposición.

Jayro Sánchez es periodista español.