Marx como solución a la crisis climática

PASCUAL SERRANO

“¿Estás tomando alguna medida contra el calentamiento global? ¿Has comprado bolsas ecológicas para reducir el uso de las de plástico? ¿Llevas siempre una cantimplora para evitar comprar bebidas en evases PET? ¿Has cambiado tu viejo coche por uno híbrido?

Te lo diré claramente: solo con esa clase de medidas bienintencionadas no llegarás a nada; es más, podrían ser hasta contraproducentes”.

Con estas palabras tan provocadoras comienza el libro del japonés Kohei Saito “El Capital en la era del Antropoceno” (Ediciones B, 2022), una era en la que la huella de la actividad humana cubre completamente la faz de la Tierra. La teoría irreverente de Saito es que los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU son la versión moderna del opio del pueblo, que denunciaba Marx en 1844.

La crisis ecológica abre un debate en el que las posiciones pueden cubrir un espectro tan amplio que hasta podríamos decir que son incompatibles. Los dirigentes y gobiernos saben que, según las posiciones que adopten, pueden ganarse la simpatía de los ciudadanos o, por el contrario, hundirse. Es fundamental la decisión de qué colectivo social va a tener que adoptar las medidas necesarias en su modo de vida para salvar el planeta, qué grado de obligación tendrán esas medidas, con qué políticas fiscales los gobiernos las apoyarán y qué incidencia tienen en un mundo global, porque es la única manera de que sean eficaces. De ahí que el debate está servido.

Este libro de Kohei Saito presenta dos grandes novedades en su análisis. Una, la de recordarnos que el modelo económico vigente se fundamenta en el saqueo y transferencia de los costes medioambientales al Sur. Habla de la “sociedad de la externalización” puesto que los países ricos disfrutan de su opulencia gracias al sacrificio del Sur. Efectivamente, esa lectura no tiene nada de novedosa, lo original es denunciar que ahora pretenden que unas medidas medioambientales adoptadas en el norte (coches eléctricos, bolsas reciclables y placas solares en nuestros tejados) tranquilicen nuestras conciencias hasta el punto de presentarnos como la vanguardia mundial en la sostenibilidad medioambiental y la lucha contra el calentamiento global. Y además creemos que los malos contaminantes son países como India, Pakistán, China, Indonesia o Filipinas. La segunda, plantear una nueva perspectiva del pensamiento de Marx a la sombra de nuevos documentos no estudiados. Lo veremos más adelante.

Otro de los mantras que nos presentan todos los días es el llamado Green New Deal, el conjunto de propuestas políticas que comprende estímulos fiscales e inversiones públicas a gran escala para promover el uso de energías renovables o impulsar el uso de coches eléctricos. La duda es si eso es una salvación del planeta o una nueva estrategia del capitalismo para reactivar un nuevo consumo y, encima, hacernos creer que estamos salvando el planeta. Algo parecido al reciclado, que gracias a él, han logrado que tiremos alegremente envases, cajas, frascos y botellas porque, se supone, una empresa, lo reciclará. Por supuesto, previo pago millonario de las administraciones públicas.

La tesis de Kohei Saito es que, bajo el capitalismo, no hay solución al cambio climático. Su argumento es que la optimización del consumo energético tiene como consecuencia generar una nueva producción y gasto que anula el ahorro primero. Por ejemplo, el ahorro en electricidad que se consiga con los paneles solares puede provocar un mayor gasto energético en otros productos que, a su vez, suponga nuevas producciones por las empresas y un nuevo gasto. Otro ejemplo es el de los coches eléctricos, presentado como una panacea medioambiental. De entrada se está destinando una gran cantidad de dinero público a subvencionar empresas y clientes de esos coches que, en realidad, no son precisamente de las clases más humildes. Además, recurrir a la electricidad como combustible no quiere decir que suponga una solución medioambiental, queda por saber cómo se crea esa electricidad. Por ejemplo, ahora sabemos que Alemania está reactivando su consumo de carbón para generar la electricidad de sus modernos coches eléctricos. Por último, para la fabricación de los automóviles se emiten combustibles fósiles, CO2 y sus baterías requieren de metales finitos y contaminantes. Y un último dato, el número de vehículos eléctricos pasará de los 2 millones actuales a los 280 millones en 2040; sin embargo, según estimaciones de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), el porcentaje de reducción de las emisiones de CO2 mundial será un ridículo 1%.

No olvidemos que la voracidad del capitalismo le permite sacar tajada de cualquier situación. Si hay una epidemia, hacen negocio con las vacunas; si hay una guerra, con la venta de armas; si hay una plaga de langostas, harán negocio con algún insecticida, y si hay una crisis ambiental, también verán una oportunidad de negocio.

El otro mantra del primer mundo es la llamada al decrecimiento como compromiso solidario y global de toda la humanidad. Como respuesta les recomiendo estas palabras del historiador indio Vijay Prashad: “Les gusta decir que estamos juntos en esto, pero no estamos juntos en esto. (…) Dicen que están preocupados por nuestro futuro, ¿qué futuro? Los niños en el continente africano, en Asia, en América Latina no tienen un futuro, no tienen un presente. No están preocupados por el futuro, están preocupados por el presente. Su eslogan es ‘nos preocupa el futuro’. ¿Qué futuro? Un eslogan de clase media burguesa occidental. Tienes que preocuparte por el ahora. 2.700 millones de personas no pueden comer y le dices a la gente: ‘Reduzca su consumo’. ¿Cómo le suena eso a un niño que no ha comido en días?”. Efectivamente, como también señala Saito, “en el mundo hay miles de millones de personas sin acceso a luz y agua potable, que no pueden estudiar ni comer en condiciones y para las que el crecimiento económico es absolutamente necesario”.

Aunque el decrecimiento suene crítico con el capitalismo, en el fondo, no diferencia entre ricos y pobres, nos mete a todos por igual en la misma responsabilidad y a todos nos pide lo mismo.

Es por todo lo anterior que nuestro autor propone combatir el capitalismo a la sombra del pensamiento de Marx, reanalizado con nuevos documentos de sus trabajos, hasta ahora poco estudiados. Según Kohei Saito, el pensamiento de la última etapa de Marx constituye una aportación clave para sobrevivir a la crisis climática del Antropoceno. “Una compilación de unas nuevas obras completas de Marx y Engels, con una cantidad ingente de borradores y cuadernos inéditos, permite revelar la crítica ecologista al capitalismo de la última etapa de Marx, desconocida hasta ahora”, señala Saito.

En estos documentos se muestra que Marx, en su última etapa, abandona su planteamiento del determinismo de las fuerzas productivas (el aumento de la capacidad productiva como el motor de la historia) y, por tanto, su eurocentrismo y rehace su materialismo histórico. Para ello investiga comunidades de las sociedades no occidentales y otras precapitalistas. Y, como no podía ser de otra manera, “lo que se necesita en esta era de crisis climática es comunismo”, es decir, la recuperación de lo común y del valor del uso frente al valor de cambio impuesto por el capitalismo, un replanteamiento de la concepción capitalista del PIB, corrigiendo la desigualdad. Y, añade Saito, como “el comunismo se suele malinterpretar como una ideología que da preferencia a la igualdad, sacrificando para ella la libertad”, también sobre eso reflexiona en su obra distinguiendo entre el reino de la necesidad y el reino de la libertad.

Su propuesta, por tanto, es un comunismo decrecentista que resolverá la crisis climática: “En la era del cambio climático se necesita más que un cambio de políticas. Lo que se necesita es una transformación del mismísimo sistema social. La abundancia radical que se logra huyendo del capitalismo y haciendo realidad el decrecimiento es la auténtica contrapropuesta del último Marx”.

Pascual Serrano es periodista y escritor. Su último libro es «Prohibido dudar. Las diez semanas en que Ucrania cambió el mundo»
«El capital en la era del Antropoceno» de Kohei Saito recibió el Asian Book Award al mejor libro del año y ha tenido más de medio millón de lectores sólo en Japón.