Trump, Gorbachov y los paralelismos fatales

XULIO RÍOS

En 2025, cuando el convicto Donald Trump asuma la presidencia de Estados Unidos, se cumplirán 40 años del ascenso de Mikhail Gorbachov al liderazgo soviético. Existen algunos paralelismos interesantes entre las situaciones a enfrentar por ambos mandatarios.

Aunque las diferencias entre la URSS de los años 1980 y el estado actual de los EE.UU. no son menores, existen algunas similitudes notables. Si la perestroika surgió para sacar a la URSS del estancamiento de Brezhnev, las políticas de Trump apuntan igualmente a “hacer grande a Estados Unidos otra vez”, admitiendo una cierta parálisis, claramente apreciable en la pérdida de impulso de su vigor industrial y de su poder económico, que intentaría revertir.

En otro terreno, Gorbachov, consciente del carácter insoportable de la guerra en Afganistán, optó por una retirada de las tropas soviéticas. Mientras tanto, Trump, que ahora también dice que está promoviendo la paz en Ucrania (donde Washington aporta un nivel muy importante de financiación militar), y en el mundo, también advierte de la incapacidad de sostener permanentemente un esfuerzo militar global del calibre al que nos tiene acostumbrados la primera potencia, instando a una mayor contribución de sus aliados, dentro y fuera de la OTAN.

Sin embargo, uno, Gorbachov, quería poner fin a la Guerra Fría, y el otro, Trump, quiere resucitarla ahora (mediante el desacoplamiento, la fragmentación tecnológica y el énfasis en la seguridad), aunque con un objetivo compartido: detener el declive.

La tensión con los aliados es una nota común. Las políticas de Gorbachov acabaron dinamitando el CAME, el mercado común de los países socialistas, o el Tratado de Varsovia, su alianza militar. Trump ya ha anunciado su intención de abandonar el IPEF (Marco Económico para el Indo-Pacífico) y la incertidumbre se cierne sobre otras siglas en el ámbito de la seguridad, como el QUAD o el AUKUS. De la OTAN, ya veremos.

A Taiwán pide una prima de riesgo y “devolver” la industria de los chips. Ese entusiasmo aliena a los socios y amenaza con reabrir grietas importantes con una UE que podría repensar una vez más su autonomía estratégica. O morir en el intento.

Gorbachov quería renovar los cimientos del sistema político soviético. Trump dice que también quiere actualizar el modelo liberal estadounidense. Gorbachov abogó por una democracia del proletariado con un intelectual que le habló al oído, Alexander Yakovlev. Trump aboga por el camino opuesto, un fortalecimiento del autoritarismo, con la inspiradora ayuda de un multimillonario, Elon Musk.

El líder soviético pretendía institucionalizar una legitimidad que resolvería las incertidumbres de las crisis de sucesión y limitaría el poder de la gerontocracia. Trump, a sus 78 años, considera incómodos los límites sistémicos, admira la fuerza de quienes pueden trascenderlos y aspira a una oportunidad para transgredirlos. Por una buena causa, por supuesto.

A los ojos del mundo, las posibilidades de que Trump dé un golpe de gracia al sistema liberal estadounidense, con una sociedad cada vez más dividida y polarizada, una visión principalmente crematística de la democracia o los derechos humanos, banderas del poder blando de Estados Unidos en el mundo, un descrédito de los valores que aseguran la comunidad de ideales que sustentan las alianzas con el hegemón, desde la propia democracia hasta el Estado de derecho, puede producir el efecto contrario al deseado.

La codicia de Trump por las cuestiones comerciales y las ganancias como ejes definitorios de la política exterior estadounidense y la consiguiente degradación del enfoque tradicional de las cuestiones ideológicas y geopolíticas pueden llevar a emparejamientos extraños. Todo será cuestión de encontrar la compensación que le satisfaga.

Frente a frente, el humanismo de Gorbachov se encuentra en las antípodas del antihumanismo de Trump, que, paradójicamente, puede terminar con el mismo resultado: acelerar el declive que pretende contener convirtiendo ese tono impredecible que une a ambos en el acelerador de la volatilidad sistémica.

Xulio Ríos es asesor emérito del Observatorio de la Política China.
XULIO RÍOS
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