«Vamos a seguir aquí el tiempo que haga falta»
JAYRO SÁNCHEZ
Es algo más tarde del mediodía. No hay demasiada agitación en el centro de la avenida Complutense porque las clases ya se han acabado y se acerca el último día de la primera convocatoria de exámenes. Pero, aunque no lo hacen por motivos académicos, varios centenares de estudiantes mantienen su presencia en los terrenos de la institución.
Unas quince o veinte tiendas de campaña han sido levantadas en un jardín situado entre la Facultad de Medicina y la Facultad de Farmacia. Al otro lado de la calzada, muchas más se diseminan alrededor del edificio que alberga la Casa del Estudiante de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), cuya entrada es vigilada por dos guardias de seguridad que permanecen atentos a los movimientos de los alumnos.
Numerosos jóvenes universitarios de todo el mundo, horrorizados por los crímenes cometidos por el Ejército israelí en la Franja de Gaza durante los siete últimos meses, han acampado en sus centros educativos para obligar a sus dirigentes a exigir un alto el fuego en los territorios palestinos y a cortar todas sus relaciones con Israel.
El comienzo de la lucha
La invasión del último refugio más o menos seguro que les quedaba a los civiles gazatíes, la ciudad de Rafah, por parte de las tropas israelíes ha sido el detonante de las protestas. Estas se iniciaron en los campus de EEUU, y se han ido extendiendo a otros países como España, Francia, Reino Unido, Alemania o Australia.
Estudiantes de las diversas universidades madrileñas llevan acampados aquí desde hace dos semanas, turnándose para poder realizar sus exámenes y participar en este acto de apoyo a los palestinos.
«Hace meses que asistimos al genocidio con una enorme sensación de impotencia. Es algo muy descorazonador. Inspiradas por esta oleada internacionalista que se está gestando en otros muchos lugares, decidimos lanzar la acampada en Madrid para hacer llegar nuestra solidaridad al pueblo palestino», explica Beatriz, una de las portavoces del grupo planificador del acto, el Bloque Interuniversitario de Madrid.
La joven conversa con Globalter en un tono de voz tranquilo y firme bajo uno de los soportales de la Casa del Estudiante, al resguardo de un sol que ya empieza a picar sobre la piel.
No están solos
Algunos de sus compañeros van y vienen entre las tiendas donde duermen desde el 7 de mayo. Charlan o estudian sus exámenes en una zona especial habilitada para ello. El ambiente es calmado, pero, como detalla Beatriz, «vamos a seguir aquí. Desplegaremos todo tipo de acciones mientras seguimos llamando a las universidades para que se sienten a negociar».
En el patio no solo hay representantes de la Complutense o del Bloque Interuniversitario. Han venido tanto alumnos como profesores de la Universidad Carlos III de Madrid (UC3M), la Universidad Rey Juan Carlos (URJC), la Universidad Politécnica de Madrid (UPM), la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y la Universidad de Alcalá de Henares (UAH). E incluso individuos particulares solidarizados con la causa palestina.
Juntos, intentan presionar a las instituciones educativas públicas madrileñas para que corten sus relaciones académicas con los centros universitarios israelíes.
Una válvula de escape
Tres días después de la primera sentada, la Conferencia de Rectores y Rectoras de las Universidades Españolas (CRUE) expresaba en un comunicado «su hondo pesar por los gravísimos acontecimientos que en estos momentos se están produciendo en la Franja de Gaza» y prometía «revisar y, en su caso, suspender los acuerdos de colaboración con universidades y centros de investigación israelíes que no hayan expresado un firme compromiso con la paz y el cumplimiento del derecho internacional humanitario».
Asimismo, afirmaba querer «intensificar la cooperación con el sistema científico y de educación superior palestino», «ampliar» sus «programas de cooperación, voluntariado y atención a la población refugiada» y «velar por que en el ejercicio de la libre expresión no se produzcan conductas, igualmente reprobables, de antisemitismo o islamofobia, así como cualquier otro comportamiento de odio en el seno de las comunidades universitarias».
Los participantes de la acampada parecen estar de acuerdo en que el comunicado emitido por la CRUE el 9 de mayo ha sido publicado gracias a sus acciones. «La ruptura de los convenios de colaboración que algunas universidades de Euskal Herria y Barcelona habían firmado con determinadas entidades de Israel demuestra que nuestros llamados tienen su efecto», afirma Beatriz.
Posibles complicidades
Blanca, otra alumna que participa en la acampada frente a la Casa del Estudiante de la UCM, coincide con ella. Sin embargo, cree que la CRUE les está «dando largas. Estamos presenciando el genocidio del pueblo palestino a diario. El tiempo va pasando y las universidades siguen sin tomar medidas. Deben romper con el sionismo, y solo lo harán si seguimos aquí, porque su imagen pública es lo único que les importa», asevera con indignación.
Ese es el sentir de la mayoría de los manifestantes. Un grupo de ellos ha colgado varias pancartas a lo largo de la fachada de la Casa del Estudiante. «Estudiantes internacionalistas con el pueblo palestino. Basta de complicidad del gobierno, empresas y universidades con Israel», reza uno entre dos banderas nacionales palestinas. «Las unis no se sientan a negociar, cómplices del genocidio», califica otro.
Globalter ha intentado contactar con la CRUE para preguntar sobre el estado de las negociaciones entre sus miembros y los estudiantes acampados, pero no ha respondido a nuestros requirimientos.
Por otra parte, el Rectorado de la UCM confirma que «ahora mismo, no hay comunicación formal» entre sus integrantes y los alumnos que participan en la acampada, aunque declara que la Universidad Complutense está trabajando «en el marco del comunicado» emitido por la CRUE a principios de mes.
La Asociación de Directores Universitarios (VERA, en sus siglas en inglés) de Israel ha publicado una respuesta contra la toma de «postura» de los rectorados españoles porque esta parece implicar «la posibilidad de que las instituciones académicas israelíes no estén dedicadas a la paz y al derecho internacional humanitario […]. Nada podría estar más lejos de la verdad […]. Defendemos la democracia, la libertad de expresión y los derechos humanos en Israel», asegura.
Líneas rojas
Hace una semana, 70 de los acampados entraron en la Casa del Estudiante mientras sus propios portavoces y los vicerrectores de las seis universidades públicas de Madrid mantenían una reunión en la que negociaban la posible ejecución de un boicot a Israel.
El Rectorado de la UCM respeta «la autonomía de las organizaciones estudiantiles para expresar demandas y articular sus propuestas», y declara haber «colaborado […] con su seguridad y organización logística», aunque «lamenta la irrupción violenta y la ocupación temporal del edificio» que se dio el 17 de mayo.
Mientras la acampada «siga siendo una concentración pacífica», la Complutense «no va a impedir» su desarrollo. Pero sus rectores advierten de que han tenido que dar de baja con partes de lesiones a dos guardias de seguridad que fueron arrollados durante la entrada del grupo en el lugar y que «la policía está investigando» este hecho, así como la identidad de los que ocasionaron «desperfectos» en el interior de la Casa del Estudiante.
Desencuentros
En cualquier caso, no todos los universitarios madrileños han participado en las protestas. Globalter ha hablado con algunos alumnos de la UCM que entraban o salían de sus facultades y que han decidido no cooperar con sus compañeros por falta de conocimientos sobre el tema o por estar en desacuerdo con ellos.
Aida ha ido allí para prestarle unos apuntes a una amiga suya que sí que está acampando. «Quería ver cómo se está desarrollando esto, qué medidas se están tomando y qué repercusiones sociales, políticas y económicas puede tener el movimiento que se ha generado», reflexiona.
Por lo que ha podido observar, la gente que más ha respondido a la propuesta del Bloque «ha sido la que tiene cultura árabe, creencias religiosas musulmanas o ideología de izquierdas», mientras que «las personas más derechistas o las que tienen mejores recursos económicos» no se han movilizado tanto en favor del pueblo palestino.
De hecho, le consta que otros individuos «han pasado por aquí al lado en coche varias veces, pitando e insultando. Supongo que ven esto como algo negativo y que vienen a buscar problemas» con los que consideran sus rivales.
Sam, otro alumno que disiente de lo que los manifestantes plantean, no busca ninguna confrontación. Solo piensa que la protestas «tienen un efecto mínimo, ya que los gobiernos» no van a dejar de mirar por sus intereses geopolíticos aunque parte de «su población no esté encantada con el apoyo que se le da a Israel».
Tampoco cree que «las universidades puedan ni deban hacer algo para parar la guerra», ya que las concibe como «lugares donde se debe enseñar, no formular la política exterior de un país».
Voluntad política
Beatriz entiende, por el contrario, que las decisiones tomadas por los centros educativos siempre tienen y van a tener una intencionalidad política. «A la semana siguiente de empezar la guerra entre Rusia y Ucrania, todas las universidades españolas rompieron sus relaciones con la primera. A mí me parece perfecto, pero me gustaría que se hiciera lo mismo con Israel, y por eso estoy aquí».
Blanca también mantiene la esperanza de que su perseverancia acabe por forzar una respuesta firme del Gobierno español, de cuyas actuaciones no tiene muy buen concepto. «Está mostrando bastante hipocresía. Utiliza el discurso en favor de Palestina para conseguir sus propios objetivos», dice.
De momento, las negociaciones parecen encontrarse en un punto muerto. No obstante, los estudiantes cuentan con una baza esencial: el apoyo de una parte importante del equipo docente de sus universidades.
Profesores que se turnan para apoyar a los estudiantes
En el perímetro ocupado por las tiendas de campaña hay varios profesores que acompañan por turnos a sus alumnos y que, incluso, ocupan el sitio de los estudiantes que tienen que ausentarse para realizar sus exámenes. Jorge Martínez Crespo, que da clases de ingeniería en el campus de la UC3M en Leganés, es uno de ellos.
«Todos los que estamos aquí hemos venido por la terrible situación que se está viviendo desde hace meses en Gaza. Las dificultades que vivimos en las protestas de Madrid suponen una nimiedad si las comparamos con lo que allí está ocurriendo», asegura.
No opina lo mismo que Beatriz y Blanca en cuanto a la importancia del comunicado de la CRUE. Entiende que es algo significativo, «un punto de partida a partir del cual podemos avanzar para conseguir todos nuestros objetivos».
Como ellas, no confía en la buena voluntad de los organismos directivos de las universidades, dado que «sigue habiendo complicidad con muchas empresas que invierten en las matanzas de Gaza. Solo del aislamiento internacional se puede conseguir un cambio en la política de apartheid y genocidio que se está aplicando sobre Palestina».
Y, para lograrlo, «estamos dispuestos a mantenernos movilizados todo el tiempo que haga falta», declara con convicción este profesor.
Jayro Sánchez es periodista español.