Los datos que demuestran quién está ganando la guerra de Ucrania dos años después

PASCUAL SERRANO

Al cumplirse dos años del inicio de la guerra de Ucrania, escucharemos todo tipo de versiones sobre quién está ganando la contienda. Unos dirán que Ucrania está venciendo porque Rusia no ha cumplido su sueño de tomar Kiev en unas semanas, como pretendía al inicio. Otros dirán que es Rusia la que, poco a poco, está triunfando porque las sanciones occidentales se han mostrado inútiles, se está agotando el apoyo militar de Estados Unidos y los avances en el frente de los últimos meses son del ejército ruso ante una contraofensiva ucraniana que se mostró fracasada. Pero seré yo el que les diga quién de verdad está ganando la guerra: la industria armamentística.

Desde el inicio de la guerra de Ucrania, el índice en Bolsa de la industria de defensa (principalmente de Estados Unidos, la Unión Europea y Reino Unido) ha subido un 24,5%, el doble que la media global de las empresas que cotizan.

El gasto militar mundial fue en 2023 un 9% superior al del año anterior, alcanzando un valor de 2,2 billones de dólares, un nuevo récord en una senda ya ascendente, según datos publicados por el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos en vísperas de la Conferencia de Seguridad de Múnich. Se trata de una cifra superior al PIB de un país como Italia. Todo apunta a que seguirá creciendo.

La guerra de Ucrania ha sido la justificación perfecta para disparar el gasto militar europeo, ese al que tanto se resistían ante las presiones de la OTAN. En 2014, los aliados europeos de la OTAN gastaron 235.000 millones de dólares, un 1,47% del PIB. En 2023, la cifra ascendió a 347.000, equivalentes a un 1,85% del PIB. Para 2024 se esperan 380.000 y un 2%, respectivamente, según datos publicados por la Alianza Atlántica.

La Conferencia de Seguridad de Múnich fue un desfile de líderes pidiendo más armas, más munición y, por supuesto, más dinero para las empresas que las fabrican. Desde Josep Borrell, hasta el canciller alemán, Olaf Scholz, o la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.

Si hace unos años, anunciar un aumento del gasto de Defensa era impopular, de hecho en España suele hacerse oculto en otros apartados presupuestarios, ahora los líderes europeos sacan pecho del dinero que gastan en armas. “Me enorgullece poder decir que este año gastaremos en defensa el 2% del PIB”, declaró el ministro alemán de Defensa, Boris Pistorius, en referencia a un umbral que es el requerido por la OTAN. “Pero soy suficientemente realista como para ver que esto podría no ser suficiente en años venideros”, añadió. Todo eso mientras su economía sigue en recesión debido al fin de la energía barata que le suministraba Rusia.

Tenemos que gastar más, tenemos que gastar mejor, tenemos que gastar europeo”. Esas fueron las palabras que la presidenta de la Comisión Europea (CE), Ursula von der Leyen, utilizó en una entrevista en The Financial Times para anunciar la nueva estrategia y sus intenciones de gasto en la industria armamentística. Lo más insultante es que la “necesidad” del gasto en armas lo ha llegado a presentar con la misma necesidad del gasto de vacunas en la pandemia o de gas para buscar alternativa (por supuesto más cara) a la energía rusa. “Lo hicimos con las vacunas y el gas”.

El resultado, por tanto, de los dos años de guerra y las nuevas políticas de defensa es de negocio y dinero para las empresas de armamento.

Actualmente, Estados Unidos concentra el mayor número de contratistas militares y también grandes referencias para el mercado. No obstante, son las empresas europeas las que suben más en Bolsa en estos dos años, según el índice del Dow Jones, que recoge a las compañías de defensa y sector aeroespacial europeas, triplican en dos años de guerra en Ucrania a las estadounidenses, que suben un 22%.

En términos de ingresos y beneficios, esto también se traducirá en un drástico incremento de cara a los próximos ejercicios. Ya en 2023, el beneficio bruto de explotación (ebitda) aumentó un 15% de media entre las grandes compañías del sector. Y en el ejercicio en curso se espera que el ebitda aumente un 23% de media, según el consenso de mercado que recoge FactSet en el que será el mayor salto de los próximos tres ejercicios (el incremento de las ganancias esperado en 2025 sería del 14% interanual). Y en términos de flujos de caja, también se esperan incrementos superiores al 20% para los próximos tres años. La empresa mejor valorada por el mercado es la alemana Rheinmetall, que diseña y fabrica vehículos como el tanque Panther KF51. En estos dos años de guerra sus acciones han subido más de un 300%.

Las propias compañías armamentísticas ya contemplan una mejora de sus cuentas de resultados, incluso hasta 2030 si la tensión geopolítica se mantiene en los niveles actuales.

A precios actuales, las estadounidenses Lockheed Martin y Boeing son las que ofrecen los mayores recorridos por delante, según el consenso de mercado recogido por ElEconomista. Lockhed Martin, que obtiene más de un 80% de sus ingresos de la rama de defensa, está a un 15% de su precio objetivo en los 481,6 dólares. El producto estrella de la compañía es el F-35, que vende también fuera de Estados Unidos. «La demanda internacional de F-35 va en aumento desde que estalló la guerra de ucrania y el resto de tensiones geopolíticas», explica el analista de Bloomberg, Will Lee.

Este año ya comenzó con la noticia de que varios países de la Unión Europea (España, Alemania, Países Bajos y Rumanía), acordaron comprar a través de la OTAN hasta 1.000 misiles Patriot a COMLOG, firma que está participada en un 50% respectivamente por Raytheon y MBDA Alemania. La primera es la firma estadounidense fabricante de los misiles, y la segunda, MBDA Alemania, es una filial del grupo armamentístico MBDA, conformado por tres empresas líderes europeas del sector aeroespacial y de defensa: Airbus (37,5%), BAE Systems (37,5%) y Leonardo (25%). El contrato está valorado en 5.041 millones de euros, según EFE.

Lo dejó bien claro Joe Biden cuando pedía dinero en el Congreso para armas en Ucrania. Estas fueron sus palabras: “Enviamos equipos a Ucrania que están en nuestros arsenales. Y cuando usamos el dinero aprobado por el Congreso, lo usamos para reabastecer nuestras propias reservas, nuestros arsenales, con nuevos equipos. Equipos que defienden a Estados Unidos y están hechos en Estados Unidos”. Y añadió “misiles Patriot para baterías antiaéreas hechos en Arizona; municiones de artillería fabricadas en 12 Estados a través del país [incluyendo] Pensilvania, Ohio, Texas”.

El secretario de Estado de EE. UU., Antony Blinken, reveló que alrededor del 90 % de los fondos estadounidenses destinados a la ayuda militar a Ucrania en realidad se quedaron en el país norteamericano y se enviaron a su complejo militar-industrial. Ese mismo dato lo volvió a repetir el 20 de febrero el portavoz del Departamento de Estado de EE.UU., Matthew Miller, en una rueda de prensa: cuando se trata de nuestra asistencia de seguridad a Ucrania, el 90 por ciento de ese dinero en realidad se gasta aquí en Estados Unidos. Beneficia a la manufactura estadounidense. Beneficia el desarrollo tecnológico estadounidense”.

La conclusión no deja lugar a dudas, la guerra de Ucrania primero, y la de Gaza después, ha mostrado ser la gran coartada para arrastrar al mundo, y especialmente a los países occidentales, al consumo de armamentos. La psicosis sembrada entre la ciudadanía de un Putin que quiere llegar invadiendo hasta Lisboa, o de una crisis en Oriente Medio que desestabilice el mundo, ha logrado que los ciudadanos, tradicionalmente sensatos, que no aceptaban aumentar sus gastos militares, terminaran aprobándolos. Lo hicieron hace unas décadas con la psicosis del terrorismo y ahora con las amenazas militares.

Quién nos hubiera dicho que, cuatro años después de una pandemia, la lección que tomaban nota los gobernantes era que había que dedicar más fondos públicos a armas en lugar de a sanidad.

Pascual Serrano es periodista y escritor. Su último libro es “Prohibido dudar. Las diez semanas en que Ucrania cambió el mundo”

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