África, el continente al que solo se mira en la catástrofe

LAURA FEAL

Dakar

En los medios convencionales occidentales son escasas las veces, por no decir nulas, que se mira al continente africano. Maticemos: sí se mira, pero para reforzar prejuicios e ideas preconcebidas y apenas espacio o atención para aportar una profundidad y contexto en los temas tratados, la mayoría de las ocasiones. Guerras, enfermedades y golpes de estado se presentan sin apenas análisis de las complejas causas que los generan o las implicaciones que las potencias occidentales juegan en cada una de estas circunstancias.

Algunas loables iniciativas de pequeños proyectos informativos alternativos han surgido en los últimos años para dar respuesta a esta carencia, pero lo cierto es que la información de lo que pasa realmente en el continente brilla por su ausencia en los medios dominantes, o se etiqueta en rúbricas o blogs de segunda categoría.

Si bien la existencia de estos últimos permite a un público “especializado” o “curioso” el acceso a otro tipo de información sobre el continente, lo cierto es que estos temas tardan en permear a los medios de comunicación de masas, e insertarse con normalidad en las rúbricas de Economía, Cultura o Internacional.

Cuestión de agenda

Los intereses entre Europa y África son múltiples y de diversas índoles: comerciales, políticos, sociales, etc, como es de esperar entre espacios históricamente muy unidos (esclavitud, colonización, neocolonialismo) y cuya frontera norte se encuentra a tan solo 14 km de España. Los grandes medios marcan las agendas de la información que nos llega, siendo por ejemplo el tema de la emigración africana hacia Europa uno de los caballos de batalla más manido, con interpretaciones altamente manipuladas para influenciar en nuestra política y tapar los estrechos vínculos con nuestro sistema económico. Los compañeros de la Fundación Por Causa lo explican en la investigación realizada sobre la industria del control migratorio, en la que se analizan casi 3.000 contratos públicos y cerca de 1.000 millones de euros para entender a quién beneficia este negocio señalando algunas de las principales empresas españolas y del Ibex 35.

La cuestión de la seguridad en el Sahel es otro de los grandes temas que interesa contar de una determinada manera, por los intereses militares, económicos, políticos, que hay en juego. El reduccionismo de Occidente intenta vincular a temas exclusivamente religiosos el conflicto de esta zona, que dura más de 10 años y ha creado más de 25.000 muertos y miles de desplazados.

De las relaciones intrincadas y desiguales entre Occidente y África dan cuenta también los intelectuales senegalés Boubacar Boris Diop y la maliense Aminata Traoré en el recién publicado en castellano ensayo epistolar “La gloria de los impostores”, que aunque date de 2012 sigue de rigurosa actualidad.

Pese a estas realidades que existen y que no hay que ignorar, lo cierto es que el terrorismo y la guerra no son las principales preocupaciones de la población que vive aquí, sino el desempleo, o temas más cotidianos que se ven eclipsados -en su tratamiento informativo y en su priorización en la agenda política nacional e internacional- por el gran peso de las narrativas mediáticas dominantes.

La importancia de la narrativa, además del qué se cuenta y cómo se cuenta, es de capital relevancia en nuestra relación con el continente y sus poblaciones, con las que tenemos numerosos lazos. África es la gran ausente de libros de texto, películas, titulares… es por ello que encuentros y espacios de trabajo conjunto entre periodistas españoles y africanos, como los organizados regularmente por Casa África o el promovido por la organización senegalesa Hahatay bajo el título JournAfrique, periodismo entre las dos orillas, son de gran importancia para recentrar el debate e identificar relatos más justos, consensuados entre profesionales críticos y comprometidos de los dos territorios.

Lo que el continente puede aportar a Occidente

En el año 2100, el continente vecino representará el 40% de la población mundial y acogerá a uno de cada dos jóvenes del planeta. En él se encuentra actualmente la mayor zona de libre comercio del mundo en cuanto a número de personas (1200 millones de habitantes), la African Continental Free Trade Area, que desde hace unos años está creando una trayectoria de desarrollo completamente nueva aprovechando el potencial de sus recursos y su población. En los últimos años, África se mueve a una velocidad apabullante: con evidentes y conocidos retos en muchos ámbitos, quizás lo más desconocido sean aquellas iniciativas y tendencias que pueden ofrecer respuestas alternativas y novedosas a otros espacios del mundo, azotados por diferentes crisis.

En el mes de marzo de 2022 se celebraba en Dakar la cuarta edición de los Talleres del Pensamiento (Les Ateliers de la Pensée), una iniciativa del economista y filosofo senegalés Felwine Sarr y el historiador camerunés Achille Mbembe, dos de las principales voces africanas actualmente. Allí se reunieron más de cuarenta grandes figuras de todas las disciplinas (economía, política, arte, academia), venidas de todo el continente y también su diáspora, para reflexionar sobre otras maneras de afrontar las urgencias planetarias actuales, como la crisis ecológica o la reestructuración geopolítica desde paradigmas no dominantes.

África está ofreciendo respuestas en materia de medioambiente, siendo la zona del mundo que menos contribuye a él, pero la mayor perjudicada por el cambio climático. Hay proyectos innovadores como la Gran Muralla Verde, iniciativa liderada por la Unión Africana para ayudar a combatir los efectos del cambio climático y la desertificación, con la creación de un gran mosaico de paisajes verdes y productivos que cubren África del Norte, el Sahel y el Cuerno de África. ​O la lucha contra el plástico que llevan a cabo países como Ruanda o Kenia que, con medidas fuertemente restrictivas, han conseguido mejorar sus indicadores. El país de los Grandes Lagos, ha iniciado junto a Perú, la propuesta de firmar un tratado global para eliminar la contaminación del plástico, que apoyaron otros 60 estados en febrero 2022.

En materia de salud hay iniciativas muy interesantes de sistemas de alerta temprana o telemedicina que se han probado durante la covid-19 . Contra los pronósticos de las grandes agencias internacionales que vaticinaban un continente “poblado de muertos por las calles”, el impacto por la pandemia ha sido menor del que se esperaba. Las razones apuntan a numerosas variables tanto científicas (mayor grado de convivencia de la población con virus), técnicas (recuento deficitario de los casos), sociales (modo de vida al aire libre) o sanitarias (mayor experiencia en la gestión de epidemias y sistemas de salud comunitaria muy rodados).

En el plano político tendríamos mucho que reflexionar sobre el sistema de acogida de refugiados de algunos países del continente, como Uganda, hogar de más de un millón de personas refugiadas que han sido asentadas y recibidas en las comunidades locales, permitiendo a muchos ganarse la vida, lo que le ha valido el reconocimiento de ACNUR como ejemplo de gestión a imitar. Hay que recordar que África alberga actualmente a unos 30 millones de refugiados, un tercio de todas las personas desplazadas en todo el mundo.

También sería interesante conocer las propuestas de los movimientos ciudadanos como Y en a Marre en Senegal, el Balai Citoyen en Burkina Faso o La lucha en República Democrática del Congo que, a través de las redes sociales y el arte, han conseguido movilizar a una juventud en contra de sistemas corruptos o disfuncionales, teniendo como objetivo no ya el poder político sino el control democrático. Varios países del continente están en cabeza en la aplicación de nuevas tecnologías en beneficio de las comunidades contra el acoso callejero, los servicios de base, el control de plagas, la gestión de mercados agrícolas u otras cuestiones.

En temas de creación artística, el continente no puede estar viviendo mejor momento de reconocimiento internacional de sus literatos. En 2021 el tanzano Abdulrazak Gurnah se alzaba con el Nobel de Literatura, la mozambiqueña Paulina Chiziane con el premio Camões, el senegalés David Diop con el Booker Internacional, otro compatriota, Mbougar Sarr con el Goncourt, por no hablar de la demostración de pensamiento crítico y creatividad comprometida que tuvo lugar el pasado mayo en la 14a edición Bienal de Arte Contemporáneo de Dakar.

Aunque los contextos difieran, es de especial interés mirar al gran vecino del Sur con otros ojos, alejados del paternalismo histórico que cargamos a las espaldas, y ver qué podemos aprender de los vientos de cambio que allí soplan.

Laura Feal es periodista y vive en Senegal.

LAURA FEAL

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