El silenciamiento
JAVIER GARCÍA
El arresto del periodista británico Richard Medhurst al bajar de un avión en Londres este mes de agosto es un signo más de la extrema debilidad que atraviesa la libertad de expresión en Occidente. Fragilidad que comparte con la de otros tradicionales valores de esa parte del mundo que creíamos bien asentados, como la compasión o la humanidad y que se nos han ido al traste con la destrucción de Gaza. O se han esfumado al menos de las cabezas y el corazón de nuestros políticos.
Medhurst, conocido por sus denuncias de los crímenes de Israel en Gaza, es el primer periodista al que se le aplica la sección 12 de la draconiana ley antiterrorista del Reino Unido del año 2000.
Esa ley fue aprobada bajo el gobierno laborista del inefable Tony Blair y establece que una persona puede ser encarcelada hasta durante 14 años por simplemente “expresar una opinión o creencia que apoye a una organización proscrita” y al hacerlo “es imprudente en cuanto a si una persona a la que se dirige la expresión se verá incitada a apoyar a una organización proscrita”.
El propio periodista, que trabaja de forma independiente y tiene más de un millón de seguidores en las redes sociales, explicó en un vídeo que seis policías le esperaban a la entrada del avión al aterrizar en Heathrow, tras lo que le confiscaron sus equipos electrónicos y le mantuvieron cerca de 24 horas aislado en una celda sin poder comunicarse con sus familiares, amigos o abogados, durante las que fue sometido a un interrogatorio.
“Me acusaron de supuestamente expresar una opinión o creencia que apoya a una organización proscrita, pero no me me quisieron explicar qué significaba eso”, dijo.
En su caso, parece que sus comentarios al defender el derecho de los palestinos a resistir la ocupación y el genocidio o al denunciar que EEUU y el Reino Unido son cómplices del mismo, podría ser considerado como “apoyo al terrorismo”.
Tras su detención, Medhurst fue puesto en libertad bajo fianza previa a la imputación, y permanecerá en investigación durante al menos 3 meses. Se enfrenta a la posibiidad de ser acusado de un delito que podría suponerle hasta 14 años de prisión.
Pocos días antes, el FBI allanó y registró la casa de Scott Ritter, exinspector de armamento de la ONU conocido por sus críticas a la guerra de Ucrania y a la OTAN. Su pasaporte ya había sido confiscado por el Departamento de Estado en junio cuando se disponía a asistir a una conferencia en Rusia.
Varios periodistas y activistas contra la guerra han sido detenidos en el Reino Unido en el último año entre ellos el exembajador británico y defensor de derechos humanos Craig Murray, el periodista de The Grey Zone Kit Klarenberg o el editor francés Ernest Moret.
Las manifestaciones a favor de Palestina se han prohibido en varios países europeos como Alemania o Francia y el hostigamiento, detención y persecución de quienes protestan contra el genocidio en Gaza continúan.
Gigantes de internet como Meta silencian contenidos sobre Palestina en Facebook e Instagram -según han denunciado varias organizaciones- eliminando publicaciones, suspendiendo arbitrariamente cuentas o limitando su alcance.
Francia acaba de detener a Pavel Durov, fundador de Telegram, la única aplicación de mensajería encriptada que hasta ahora no aplicaba la censura, por “complicidad” en crímenes graves relacionados con lo que publican en su plataforma sus clientes.
Una decisión prácticamente sin precedentes que ha disparado las alarmas entre otras tecnológicas por temor a ser consideradas responsables de la actividad de sus usuarios.
Chris Pavlovski, fundador y presidente de Rumble -una plataforma alternativa a Youtube que se presenta como “inmune a la cultura de la cancelación”- anunció tras la detención de Durov que había abandonado Europa.
“Francia ha amenazado a Rumble y ahora ellos han cruzado una línea roja con la detención de Pavel Durov, supuestamente por no censurar la libre expresión”, dijo el jefe de Rumble, sitio al que se han desplazado millones de usuarios desde que Youtube empezó a cancelar cuentas tras el inicio de la guerra de Ucrania.
Europa, supuesto “jardín” del bienestar y las libertades, parece estar convirtiéndose en un paraje desértico, silencioso y monolítico del que la gente huye.
Mientras el conflicto de Ucrania escala peligrosamente e Israel continúa bombardeando Gaza y preparando -con la ayuda de Estados Unidos- una guerra mayor en Oriente Medio con el ojo puesto en Líbano, Irán, Yemen o Siria, silenciar todo relato que se salga de la narrativa oficial es la estrategia paralela.
En los estertores de este calamitoso orden mundial apuntalado por las guerras y la censura, apoyar al periodismo independiente se ha convertido en algo más urgente que nunca. Al menos si no estamos dispuestos a sobrevivir con la única voz del Gran Hermano aullando en el desierto.
O plantamos cara a esta espantosa deriva o el silenciamiento acabará devorándonos.
Javier García es periodista. Ha sido jefe de corresponsalías en Medio y Extremo Oriente, Latinoamérica, Europa y África, además de enviado especial a diferentes conflictos bélicos. Actualmente, es profesor de Periodismo en la Universidad Renmin de Pekín. Su último libro es China, amenaza o esperanza.