Rumanía espera en crisis unas nuevas elecciones presidenciales
JAYRO SÁNCHEZ
La Oficina Electoral Central (CEB, en sus siglas en inglés) de Rumanía, la institución encargada de velar por la seguridad de los comicios nacionales, por fin lo ha anunciado: Călin Georgescu no podrá postularse como candidato a las presidenciales del próximo 4 de mayo.
La votación para elegir al nuevo jefe del Estado rumano se tendría que haber dirimido a finales del año pasado, pero el Tribunal Constitucional decidió anular los resultados de la primera vuelta de las elecciones, celebrada en noviembre, y hacer que estas se repitieran en 2025.
Aunque el líder independiente de extrema derecha fue el claro ganador de esa ronda al obtener el 22,94% de los votos, los magistrados invalidaron su victoria amparándose en el apartado f del artículo 146 de la Constitución.
Para ello, adujeron que el proceso «fue defectuoso» en toda su extensión, y que estuvo caracterizado por «múltiples irregularidades y violaciones de la legislación electoral que han distorsionado el carácter libre y justo del voto expresado por los ciudadanos» y la igualdad de oportunidades de «los competidores».
Cambios de última hora
Esas palabras forman parte de una segunda declaración que el máximo órgano del poder judicial rumano emitió 96 horas después de avalar la limpieza de los comicios, y fueron motivadas por la presentación de varios informes de los servicios secretos ante el Consejo Supremo de Defensa de la Patria el 4 de diciembre.
Los documentos aseguran que la CEB sufrió más de 85.000 ciberataques por parte de hackers al servicio de un país cuyo nombre no mencionan de forma explícita. A pesar de ello, el exsecretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, no dudó en acusar en público a Rusia.
Además, las autoridades rumanas y la Comisión Europea están intentando determinar si TikTok permitió que Georgescu ganara popularidad e influencia extras camuflando sus propuestas políticas con hashtags y frases clave estratégicas introducidas en vídeos de influencers y perfiles fantasma.
Si fuera así, la red social china habría incumplido normativas registradas en al menos tres capítulos de la Ley de Servicios Digitales (DSA), que fue aprobada por el Parlamento de la Unión Europea (UE, en sus siglas en español) en 2022 con el objetivo de combatir la desinformación.
Fuego graneado
A consecuencia de la anulación de la votación, el Tribunal Constitucional requirió al expresidente Klaus Iohannis que, dadas las circunstancias extraordinarias que vivía la nación, siguiera en su puesto hasta el final de la primavera.
Habiendo agotado el periodo legal de su último mandato y sin instrumentos jurídicos adecuados que le permitieran validar su respaldo popular, el antiguo representante de la minoría germanorumana se apoyó en un nuevo Ejecutivo formado por el «centroizquierdista» Marcel Ciolacu tras las parlamentarias de diciembre para gobernar.
Sin embargo, tres semanas después de que el portavoz del Gabinete, Mihai Constantin, anunciara la fecha en la que se repetirían las presidenciales, un bloque formado por los opositores ultraderechistas Alianza para la Unión de los Rumanos (PAPUR, en sus siglas en rumano), S.O.S. Rumanía y el Partido de los Jóvenes (POT) presentó una moción de censura parlamentaria contra Iohannis.
El día anterior al inicio del debate, el que hasta el año 2014 fuera alcalde de la ciudad de Sibiu presentó su renuncia. Justificó su decisión afirmando que quería «evitar a los ciudadanos» una «evolución innecesaria y negativa» de la crisis, pero muchos rumanos comentaron con jocosidad por sus redes sociales que lo que pretendía era irse por sí mismo para evitar la pérdida de los beneficios vitalicios del cargo que hubiera conllevado su destitución.
Es cierto que Iohannis abortó con este gesto el gran triunfo simbólico que los extremistas hubieran conseguido derribándolo. No obstante, los ultraconservadores siguen teniendo el apoyo de una gran parte de la ciudadanía, que está harta de los escándalos de corrupción que salpican la gestión de los partidos políticos tradicionales y que no entiende por qué no se le han dado explicaciones serias y convincentes sobre la cancelación de las elecciones.
Los supervivientes
El expresidente del Senado, el derechista Ilie Bolojan, ha asumido el cargo de jefe de Estado de manera interina hasta el 4 de mayo. Mientras tanto, las distintas fuerzas políticas rumanas se están reorganizando para concurrir a la cita electoral.
La coalición gobernante, conformada por el Partido Socialdemócrata (SPD), el Partido Nacional Liberal (PNL), la Unión Democrática de Húngaros en Rumanía (UDMR) y el Grupo Parlamentario de Minorías Nacionales, se unirá en torno al viejo dirigente tradicionalista Crin Antonescu para alcanzar la presidencia de la República.
Por su parte, Unión Salvar Rumanía (USR) apoyará a la conservadora Elena Lasconi, quien seguía de cerca a Georgescu con el 19,18% de los votos en la ronda anulada.
En cuanto a la extrema derecha, ha recibido un duro golpe. Tras el surgimiento de protestas violentas en pleno centro de Bucarest la noche del domingo, el popular candidato recurrió ayer la decisión de la CEB de apartarlo de la carrera por la Jefatura del Estado.
No parece probable que esta cambie su parecer sobre el hecho de que el líder ultra se ha negado «a cumplir con la obligación de defender la democracia», aunque puede revocar su prohibición en un plazo máximo de 48 horas.
Así las cosas, PAPUR, POT y S.O.S. Rumanía tendrán que presentar sus propios candidatos o formar una alianza conjunta, un proyecto político muy complejo de pergeñar en tan poco tiempo. En cualquier caso, si Georgescu no consigue acudir en persona, su apoyo será decisivo para sus homólogos.
Entre Europa y la soberanía
Todos los postulantes a la presidencia afrontan una campaña difícil en la que deberán aprovechar el clima de agitación e indignación causado por la cancelación de las anteriores elecciones.
La principal cuestión de fondo que se planteará en ella es la de la lucha entre el soberanismo y el europeísmo. El SPD, el PNL y la UMDR son las bisagras del viejo establishment rumano, y quieren que el país complete su integración en el eje euroatlántico liderado y controlado por EE. UU.
PAPUR se mueve de manera taimada entre las críticas contra las políticas de Washington y Bruselas y su relativa condescendencia con respecto a algunas de sus propuestas, imitando la actitud de cooperación escéptica que la primera ministra italiana, Georgia Meloni, utiliza con la UE desde hace años.
La posición de POT, cuya presidenta, Anamaria Gavrilă, es una antigua militante de PAPUR, es similar, aunque fue la primera organización en apoyar la candidatura de Georgescu el año pasado.
Este es partidario de hacer neutral al Estado rumano en el conflicto ucraniano, pero la propia Rusia rechaza que el candidato sea un estrecho aliado del Gobierno del presidente Vladimir Putin. En cambio, la líder de S.O.S. Rumanía, Diana Șoșoacă, sí parece ser más valorada por Moscú.
La defensa de la «democracia»
El Tribunal Constitucional prohibió en octubre la participación de la extremista en las presidenciales por su falta de apego a los valores de la ley rumana, entre los que se incluye su estatuto «como Estado miembro de la UE y de la OTAN», «garantía» de su evolución «desde el punto de vista del apego a los principios de libertad, democracia y respeto de los derechos humanos, las libertades fundamentales y el Estado de derecho».
La CEB ya ha explicado que su veto a Georgescu está motivado en la decisión del Tribunal de cancelar las anteriores elecciones. Este, a su vez, argumentó que sospechaba que no había cumplido con la normativa electoral. Pero la investigación todavía se está desarrollando, por lo que no hay pruebas concluyentes.
Está claro que el aspirante tiene unas profundas convicciones ultraderechistas, aunque sus comentarios halagadores sobre el dictador Ion Antonescu o el líder del movimiento fascista rumano de entreguerras, Corneliu Codreanu, no parecen haber preocupado demasiado a la UE o sus «amigos» rumanos hasta fechas recientes.
Sus crímenes imperdonables son: ser euroescéptico y «prorruso», y querer retirar la ayuda rumana a Ucrania.
Los cimientos de la miseria
Hasta hace unos meses, Georgescu era un político bastante desconocido para la gran mayoría de los rumanos. Si se ha vuelto popular, no ha sido solo por sus vídeos de TikTok, sino por la incapacidad de los estadistas tradicionales para generar prosperidad y bienestar en el país.
Rumanía es uno de los Estados más pobres y atrasados de Europa. En 2023, su PIB per cápita fue de 17.020 euros anuales, un reflejo del bajo nivel de vida de los rumanos. Su salario medio, de 17.602 euros por año, también es uno de los más reducidos del entorno.
De los 27 miembros de la UE, Rumanía es el segundo más pobre, solo por detrás de Bulgaria. Según el Banco Mundial, en 2021, el 21% de su ciudadanía estaba en riesgo de caer en la pobreza.
Solo en 2020, 3.987.093 de personas, las cuales representaban a un 20, 76% de sus habitantes, emigraron a otros lugares del continente por las malas condiciones económicas y sociales en las que vivían.
Una nueva era echada a perder
Aunque la mayoría de los rumanos vivió con alegría la caída de la dictadura de Nicolae Ceaușescu a finales de 1989, el régimen democrático instaurado tras su derrocamiento no ha conseguido mejorar las condiciones materiales de sus vidas de forma significativa.
Como en muchos otros países de los Balcanes, las recetas económicas aplicadas por los teóricos neoliberales estadounidenses durante la década de 1990 solo consiguieron exacerbar los problemas estructurales de la economía de Rumanía.
Quizá por eso hay personas, sobre todo entre las comunidades emigrantes, que hablan con nostalgia de las pocas y relativas seguridades —en términos de empleo, por ejemplo— que la autocracia fue capaz de brindarles.
La dureza del mundo contemporáneo
Han pasado 36 años desde que Bucarest abandonó la senda del socialismo, y 18 desde que entró en la UE. Sin embargo, las consecuencias no son demasiado visibles para el ciudadano común.
El sistema de salud público cuenta con médicos bien formados, pero las instalaciones y equipos hospitalarios son deficientes debido a la falta de financiación ministerial, por lo que la mayoría de los rumanos tienen que asumir el coste de un seguro privado adicional.
Las poblaciones rurales son las más castigadas por la pobreza, sobre todo en la Moldavia Occidental, situada al noreste del país. Los niños de las familias que viven allí se ven obligados a trabajar con sus padres en duras labores agrícolas, y su acceso a la educación es precario.
El think tank Funcas afirma que la tasa de abandono escolar nacional entre los jóvenes de 18 y 24 años se cifra en un 16,6%, siendo la más alta de toda la Unión Europea. Los datos oscilan mucho entre las regiones, siendo los menos preocupantes los referentes a la capital.
Las personas que habitan las grandes ciudades, como Bucarest, Cluj-Napoca e Iasi, son las que guardan las mejores perspectivas para su futuro educacional y profesional. Aun así, algunos de sus suburbios carecen de la iluminación adecuada y se ven afectados por diversos problemas relacionados con la desigualdad y la exclusión social.
Los mismos de siempre
Durante el transcurso de las tres décadas de gobierno democrático en Rumanía, el poder ha estado en manos del SPD o en las de los distintos partidos derechistas que se han presentado a las elecciones parlamentarias convocadas cada 4 años.
Sus programas políticos nunca se han diferenciado mucho. Incluso ahora, el primer ministro Ciolacu, progresista de palabra pero conservador de facto, busca unificar o reducir las plantillas ministeriales, atraer la inversión privada extranjera y disminuir el gasto público.
Eso solo podrá hacerlo si sobrevive a la grave crisis institucional del país. Ahora que Iohannis se ha retirado del tablero, la presión de los ultraderechistas sobre la coalición formada por socialdemócratas, liberales, húngaros y otras minorías nacionales se incrementará de manera exponencial.
Esperar a la primavera
El verdadero secreto del éxito de Georgescu es que ha sabido establecer una conexión con el pueblo, y, en concreto, con los jóvenes, de una forma mucho más hábil y natural que la de otros dirigentes. Y sin tener cuentas pendientes con las siglas de AUR, desde la que concurrió al cargo de primer ministro en 2020 y 2021 antes de que su presidente, George Simion, lo expulsara de ella por su radicalismo.
Sin contar con una verdadera fuerza política que luche en favor de la clase trabajadora y del futuro de la juventud rumana, una buena parte de la población ha pasado a considerar aceptables a los partidos ultraconservadores por sus posiciones soberanistas y sus promesas de cambio y de exterminio de la corrupción.
Georgescu es el candidato que más simpatía ha demostrado suscitar entre grandes sectores de la sociedad. Esté dispuesto o no a cumplir sus propuestas, es evidente que representa una amenaza para la UE y sus «aliados» locales. Su candidatura a las nuevas presidenciales puede derivar en una cantidad infinita de escenarios.
Para acotarlos, habrá que responder a varias preguntas clave. La más importante es la de si Georgescu podrá presentarse de nuevo. En el caso de que lo hiciera y ganara, ¿qué ocurriría en el flanco este de la OTAN? ¿Cómo reaccionaría la UE? Y, si, se lo prohibieran, ¿cuál sería la reacción de los que lo han votado? ¿En qué derivaría?
Jayro Sánchez es periodista