“Argentina, 1985” muestra que aún queda mucho por debatir en el proceso posdictadura

CECILIA VALDEZ

Buenos Aires

Cuando parecía que ya pocas novedades podían darse en la discusión sobre derechos humanos y
proceso posdictadura argentino, el film “Argentina, 1985” demuestra que aún queda mucho por
decir y debatir y que, como todo proceso social, sus formas de representación también van
cambiando.

La película narra uno de los hechos históricos más importantes de la transición democrática, como lo fue el Juicio a las Juntas Militares de la última dictadura. “Argentina, 1985”, dirigida por Santiago Mitre y protagonizada, entre otros, por Ricardo Darin, pone el foco en la forma en la que se organizó el Juicio y las dificultades que debieron enfrentar quienes se pusieron al hombro esta tarea. “1985” -como se la conoce popularmente en Argentina-, es una ficción basada en hechos reales, y justamente en este punto, levanta polvareda y divide opiniones a favor y en contra, con más o menos matices, por supuesto.

Por un lado, están quienes opinan que es imperdonable que haya dejado de lado la lucha de los organismos de derechos humanos en detrimento del héroe individual, encarnado en la figura del fiscal Julio Cesar Strassera (Darin), o no se haya atenido de forma rigurosa a los acontecimientos o a los discursos. Y por el otro, quienes sostienen que son licencias que se pueden dar en una película basada en hechos reales pero que no deja de ser una ficción.

“1985”, co-guionada por Mitre y Mariano Llinás y co-producida entre Amazon Prime Video, Kenya
Films (del Chino y Ricardo Darín) y La Unión de los Ríos (fundada por el propio Mitre y otros/as) e
Infinity Hill (Axel Kuschevatzky y socios), fue estrenada con enorme éxito en cines el 29 de
septiembre, y el 21 de octubre en Prime Video. La poca cantidad de días entre el estreno en cines
y su debut en la plataforma fue un tema de disputa entre las grandes cadenas de salas y los
desarrolladores, y esto hizo que no fuera proyectada en todos los cines. Aun así, fue tal el furor
que causó, que aún hoy se mantiene con éxito en numerosas salas de cine del país. La película se convirtió en la producción nacional con más espectadores en lo que va del año. A nivel internacional también le ha ido muy bien, no sólo porque ha sido pre seleccionada para competir por los premios Oscar, sino que ganó el Premio del Público en el Festival de San Sebastián y competirá en los Premios Goya como Mejor Película Iberoamericana. El pasado martes recibió el Globo de Oro a la mejor película de habla no inglesa.

En un momento donde abundan discursos de odio y negacionistas por aquí y por allá, la película
de Mitre vino a mostrar, no sólo que son posibles otros debates, sino que muchas y muchos están
dispuestos, y tienen ganas, de reflexionar sobre lo sucedido, y sobre un pasado que no se quiere
repetir, como lo atestigua una de las consignas más repetidas del proceso post dictadura argentino
y que, precisamente, es utilizada en el alegato final de Strassera en el Juicio cuando afirma:
“Señores jueces, Nunca más’. Salvo para algún trasnochado -y aunque estemos en una época
pródiga en trasnochados-, en Argentina hoy por hoy existe un consenso -creado a partir de la
lucha de los organismos de derechos humanos- respecto a la necesidad de juzgar a los genocidas
responsables de la última dictadura militar, e incluso, aunque en mucha menor medida, también se ha podido avanzar con algunas responsabilidades civiles. “Nosotros ya estábamos filmando la
película cuando empezamos a ver que determinadas figuras de la política argentina empezaban a
establecer discursos de odio y negacionistas”, cuenta Santiago Mitre, el director. “Nos dimos
cuenta de que era importante hablar de derechos humanos, de los horrores de la dictadura, de la
lucha colectiva, de la juventud y de la política, aunque no era algo que tenía en el radar cuando
empecé a desarrollar la película.”

El film se centra en la historia de los fiscales Julio Strassera, interpretado por Ricardo Darín, y
Luis Moreno Ocampo, por Peter Lanzani, quienes, junto a un joven equipo, debieron realizar un
minucioso trabajo de recolección de pruebas que les permitió acusar y condenar a algunos de los
responsables de las Juntas Militares de la dictadura. Y es allí donde algunos, como Eva Basterra,
hija de Víctor Basterra -uno de los testimoniantes del Juicio de los que se vale la película-, pone en
duda el valor de la reconstrucción que se hace, o al menos su rigurosidad. “Cuando ví la escena de
mi viejo fue un golpe duro”, sostiene Eva. “Todavía no entiendo qué es lo que se quiso mostrar,
porque en el juicio a mi viejo los abogados de los milicos le cuestionaban su lugar de trabajador en
la ESMA y la respuesta de mi viejo en la película es que él era un empleado porque lo obligaban,
pero todo dubitativo y temeroso, cuando en el juicio mi viejo fue muy contundente y les dijo: ‘Yo
en un trabajo renunció y me pagan la liquidación,  en cambio, en este trabajo si yo digo que
renunció, me matan. Esto no fue un trabajo’. Hay algo que yo entiendo que tiene que ver con
ciertas licencias de un cine basado en hechos reales,  pero cuando hablas de un personaje que
existió, y marcó una diferencia, de cierta manera es irrespetuosa esa construcción.”

Basterra estuvo detenido en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), uno de los más
importantes centros clandestinos de detención y tortura, entre 1979 y 1983. Por sus
conocimientos de fotografía (era obrero gráfico) fue utilizado como mano de obra esclava, y esto
le permitió tomar fotos tanto de los represores como de los secuestrados, y guardar copias cuando
comenzaron sus salidas transitorias. En 1984 presentó todas las pruebas ante la justicia y su
testimonio fue central en el Juicio. Murió el 7 de noviembre de 2020 habiendo dedicando su vida a
la búsqueda de la verdad y la justicia. Unos días después del estreno de la película, Eva y su
hermana hicieron pública una carta en la que manifestaron su descontento por la forma en que
fue tratado el testimonio de su padre. “Sigo sin encontrarle sentido a ficcionalizar lo de mi viejo de
esa manera porque tenés 5 horas de testimonio que están en Youtube, no entiendo entonces
porque poner justo esas palabras en su boca”, reflexiona Eva. “Me parece interesante el relato
que hace respecto a cómo se construyó el Juicio -porque además yo todo eso no lo conocía-, y de
algunos personajes que no sé si existieron o no, pero los sobrevivientes son todos reales y sus
testimonios son literales.”

Según Mitre, si bien el Juicio podía ser abordado desde distintos lugares, y todos eran muy
interesantes, ellos se decantaron por hacer eje en la figura del Fiscal Strassera, en Moreno
Ocampo y su familia de militares, en la Justicia dándole la espalda a la fiscalía, y en cómo esta
situación los obligó a conformar un grupo de trabajo de jóvenes voluntariosos pero casi sin
experiencia, con el objetivo de darle a la película un carácter más popular que habilitará mayores
identificaciones por parte del público. “Eso no agota los distintos puntos de entrada que hay de un
hecho”, agrega Mitre. “Hay un error que a veces se comete en el cine político que tiene que ver
con que una película debería agotar o incluir todas las posibilidades de relato en sí misma. Y en eso
hay algo que no se tiene en cuenta que es que trabajar sobre un tema no es clausurarlo, sino abrirlo, entrar por una puerta, y señalar todas las otras cientos de puertas de entrada que hay
como para que las personas que van a ver la película puedan ingresar a ese vasto tema.”

La película también elige mostrar una serie de testimonios que grafican de manera contundente
los horrores de la dictadura y los mayores vejámenes a los que puede ser sometido un ser
humano, pero sin necesidad de utilizar el morbo sino valiéndose del relato de las víctimas y sus
testimonios en el Juicio. También apela al humor, algo que el espectador agradece porque permite
tomar aire en medio de la enorme tensión que generan estos temas. En este sentido, Mitre admite
que trabajar el tema de la mano de obra esclava, y en particular el caso de Basterra, fue un
verdadero desafío. “Entiendo la sensación de las hijas de Basterra, y tienen toda la razón. La
película, lamentablemente, no puede decir todo lo que debería, pero en cualquier caso no creo
que siembre un manto de duda sobre Basterra, sino que lo usa como ejemplo para entender lo
que significaba ser un esclavo dentro de la ESMA. En todo caso, el que siembra el manto de duda
es el abogado defensor, que es claramente uno de los villanos de la película, y no la Fiscalía que lo
utiliza como un testigo importante. Es difícil el tema, pensar en Basterra y en quién fue, es algo
que la narrativa de la memoria debe hacer mejor, y mi deseo es que así sea, nosotros apenas
estamos dando un pincelazo.”

Para Eva, el hecho de que no se haya elegido hacer foco en la lucha de los organismos, o que no se
haya respetado a rajatabla el discurso de su padre, no invalida todo el relato. “Genera muchos
debates sobre algo que pasó hace cuarenta y pico de años con pibes muy jóvenes a los que esto
les queda lejos, y eso está bueno. Pero como militante y como hija de Victor, hay cosas que no
puedo callar porque me parece que está muy sesgada la construcción de esta historia. Parece que
Strassera y Moreno Ocampo son los primeros en descubrir y hablar sobre los desaparecidos,
cuando era algo que los organismos venían denunciando hacía mucho tiempo. Pero, de nuevo,
más allá de todas las críticas que yo pueda hacerle genera un montón de diálogos y debates
necesarios. Después está en nosotros ir a las escuelas, cuando se pasa la peli, y hablar de lo que
falta o de lo que se dice, pero con mayor exactitud. Desde ese lugar creo que es una herramienta
súper necesaria en este momento de apogeo de una derecha que, por lo demás, es muy joven.”

Como se dijo, “1985”, además de interpelar a un público más habituado al tema y conocedor de
sus derroteros, abre debates en un público más joven y en un público internacional, que, en
muchas ocasiones, se ve obligado a cuestionarse acerca de los procesos post dictadura de sus
propios países. “Yo creo que hemos colaborado para que se vuelva a poner en agenda este tema y,
a partir de eso, hay un particular interés en cómo se construyó no sólo el Juicio a las Juntas sino la
transición democrática o la lucha para recuperar la democracia desde la dictadura y ahí, por
supuesto que las organizaciones, son el principal faro de referencia.”, concluye Mitre. “De todas
maneras, a mí me parece que todas las discusiones que se generan alrededor de la película son
importantes, enriquecen a la película, me enriquecen a mi como autor y enriquecen al tema.
También me alegra mucho que la película haya llegado en este momento, y haya podido poner en
boca, y en tapas de diarios y de revistas los derechos humanos. Eso me parece un triunfo del cine y
de esta película en particular en relación a esa multiplicidad de discursos de odio que suceden en
Argentina y en muchos otros lugares del mundo.”

Cecilia Valdez es periodista argentina.