Democracia, preliminares para la ‘fitna’
EUGENIO GARCÍA GASCÓN
La crisis de la democracia liberal prolifera por todas partes. En esencia, no responde únicamente a una ausencia de liderazgo, sino también a unas convicciones cada día más arraigadas en los individuos de distintas capas de la sociedad occidental. A ello hay que añadir los valores claramente reaccionarios en auge, incluidos los valores identitarios que están en guerra con el racionalismo que se originó con la Ilustración. El resultado es una sociedad más frágil, que a duras penas puede hacer frente a los desafíos de la época, con mucha gente que ve los valores liberales como una opresión insoportable y busca la confrontación directa con el enemigo sin reparar en que esta actitud conlleva riesgos.
En árabe existe el concepto de ‘fitna’, que significa disensión, división o guerra civil, y que en su significado primigenio suele aplicarse a las guerras civiles y religiosas que asolaron el islam poco después de la muerte de Mahoma en el siglo VII. El vocablo, sin embargo, es de rabiosa actualidad en el mundo islámico. Y si miramos lo que está ocurriendo en Estados Unidos sin ir más lejos, veremos un país profundamente fracturado donde la mitad de la población cuestiona de manera decisiva los principios de la otra mitad, y viceversa, una situación que se observa con claridad en otros lugares de Occidente, especialmente en Europa.
Es como si de repente los individuos no pudieran soportar la enorme complejidad que ha adquirido la sociedad que les rodea y hubieran concluido que hay que simplificar las cosas de una manera rápida y definitiva. Está ocurriendo en todos los ámbitos y la simplificación por la que abogan los líderes está avalada y hasta impulsada por una gran masa de individuos hartos de tanta pluralidad y complejidad. Ciertamente, la simplificación en curso eliminará problemas, pero ya está creando otros que seguramente serán mayores.
Hay que admitir que las políticas progresistas y liberales han conducido a una crisis de autoridad que no se esperaba. En los países nórdicos, cuyo modelo socialdemócrata era envidiado en el resto del mundo, prevalecen hoy partidos de derecha y de extrema derecha identitaria, en coincidencia con lo que está sucediendo en otras latitudes que no vivieron la experiencia socialdemócrata. En un contexto más global, cobran interés los modelos iliberales que proliferan como setas y ofrecen la autoridad que exige la sociedad, y sobre todo los individuos.
Se suscita la pregunta de ¿qué hacer en esta situación?, es decir, ¿cómo se han de gestionar los cambios y mutaciones en marcha? ¿Es preciso que nos adaptemos a ellos o que los combatamos? Son preguntas acuciantes que no todos responderán de la misma manera. No es necesario culpar a líderes como Donald Trump o Vladímir Putin de lo que está sucediendo en sus países, puesto que ellos están avalados por procesos más o menos democráticos con resultados similares a los que experimentan los países nórdicos. La gente simplemente está exhausta de unos valores liberales que les parecen agotados y que han conducido a la desafección y a un desconcierto general.
Es interesante ver que el regreso de la autoridad, con la inherente mengua de valores liberales, se está implantando por medios que sus partidarios consideran democráticos. Cada año están avalados por más países que ratifican esos métodos en las urnas. El recorrido que arrancó con la Ilustración en el siglo XVIII está dejando de ser válido incluso en los países más avanzados desde el punto de vista político y social. Estamos en una época en la que se oxidan rápidamente los goznes liberales. Los ideales que hasta hace poco compartían los ciudadanos progresistas ceden el paso a ideales donde la autoridad juega un papel central, incluso en los barrios obreros de las grandes ciudades occidentales que hasta ayer eran impecablemente progresistas. Y este fenómeno viene acompañado de valores identitarios que la Ilustración había relegado, que hasta ayer se creían rémoras del pasado, pero que ahora toman impulso para cambiar radicalmente los referentes.
La degradación de las instituciones surgidas de la Ilustración está transformando las sociedades liberales en otras distintas, y lo está haciendo con urgencia y por medios democráticos. Al menos eso es lo que aseveran sus partidarios, para quienes lo importante son las urnas y no los principios liberales que hasta hace poco avalaban los resultados de las urnas y viceversa. Está ocurriendo por doquier, incluso en una Europa cada vez más euroescéptica y con peligrosas inclinaciones tribales. En Estados Unidos o Israel estos procesos se encuentran bastante avanzados, con la sociedad dividida de tal manera que algunos historiadores ya la ubican al borde de la ‘fitna’ o guerra civil.
Eugenio García Gascón ha sido corresponsal en Jerusalén 29 años. Es premio de periodismo Cirilo Rodríguez.