La resiliencia de la economía china

ELDA MOLINA DÍAZ Y EDUARDO REGALADO

La economía china ha mostrado una gran capacidad de resiliencia y potencialidad de desarrollo al cumplir con creces su objetivo de crecimiento con un 5,2%, a pesar de los complejos retos que ha tenido que enfrentar en el orden interno y externo.

Sin embargo, gran parte de los análisis que aparecen en los medios occidentales presentan una visión sombría sobre la evolución y perspectiva de la economía china. Algunas fuentes, basadas sobre todo en los resultados de los últimos años, destacan solo el desempeño negativo sin analizarlo de manera comparativa con el resto del mundo, ni con los resultados previos del país, y partiendo de ello, auguran un futuro pesimista. Otras se suman con presagios fatalistas, más por sus intereses mal intencionados de desacreditar y contener al país, basándose en análisis sesgados, parciales y sobrevalorados.

China ha tenido que enfrentarse a complejos y profundos desafíos internos y externos. Dentro de los primeros, el sector inmobiliario, que representa directamente el 11% del PIB (e indirectamente alrededor del 25%), ha contribuido negativamente al crecimiento económico general del país desde 2022. Su aporte al incremento del PIB se ha reducido aproximadamente a menos del 2% en 2023. Además, en medio de una situación de incertidumbre económica, la población prefiere ahorrar y declinar sus compras, por lo que provoca una restricción en la demanda interna.

En el orden externo, además del difícil contexto por el que está atravesando la economía mundial y lo que ello implica, sobre todo en términos comerciales, destacan de manera muy importante las sanciones impuestas por Estados Unidos en el ámbito comercial y tecnológico, por el temor de ese país de que China se convierta no solo en fuente de fabricación e importación para los consumidores estadounidenses, sino también en un rival en todas las áreas de su hegemonía mundial. Asimismo, inciden otras tensiones geopolíticas en su entorno y a nivel global, que conllevan graves consecuencias comerciales y financieras.

Ahora bien, la economía china muestra fortalezas que le han concedido un espacio mayor que a otros países para enfrentar la difícil coyuntura y alcanzar sus objetivos económicos. Por ejemplo, China no está experimentando inflación, como la gran mayoría de los países en el escenario internacional. El pasado año, su Índice de Precios al Consumidor fue del 0,2%, mientras que la inflación subyacente (excluidos alimentos y combustibles) fue del 0,6%. Su índice de precios al productor cayó un 2,6%. Igualmente, el país tiene gran espacio para recortar las tasas de interés y el índice de reserva de efectivo, lo que ninguna otra economía puede hacer.

Además, China tiene un balance de patrimonio neto positivo, mientras que los de Estados Unidos, Japón y Alemania son negativos. La deuda del gobierno central de China solamente está alrededor del 21% del PIB. Las estimaciones para las obligaciones de las deudas de los gobiernos locales oscilan sólo entre el 50% y el 80% del PIB, incluidos los pasivos ocultos. Si tomamos la relación deuda-PIB más alta del 110% para la deuda pública general de China, todavía se compara favorablemente con la del gobierno federal de Estados Unidos, que representa alrededor del 140% del PIB, y con la deuda del gobierno central de Japón de alrededor del 260% del PIB.

Los activos financieros propiedad del gobierno chino superan sus pasivos financieros totales. El valor liquidativo –activos totales menos pasivos totales– de las empresas estatales chinas representa alrededor del 70% del PIB. Su deuda denominada en moneda extranjera es insignificante como porcentaje del PIB. Asimismo, la relación promedio entre préstamo y valor de las hipotecas en las principales ciudades de China es de alrededor del 40%, lo que significa que los precios de la vivienda tendrán que caer más de la mitad para producir un valor neto negativo para los propietarios, lo que no es probable que suceda.

Además, la economía china posee un mercado interno vasto, que se ha ido incorporando progresivamente como el motor que va impulsando la economía del país y que lo protege de las turbulencias del entorno global, a la vez que de un modo centralizado se han ido aplicando políticas y herramientas coherentes que han ido estimulando el incremento de la demanda interna.

Como resultado, la economía china ha entrado en una fase de crecimiento moderado después que rebasó los duros momentos vividos tras el impacto de la Covid-19. En el 2023, el crecimiento se situó en un 5.2%, que lejos de representar un ritmo lento, como plantean algunas fuentes occidentales, (aunque sí lo es respecto a las tasas presentadas en el pasado), es muy alto si se compara con el de otros países, incluso desarrollados.

China lidera el mundo en las industrias que permitieron y fueron habilitadas por la Cuarta Revolución Industrial: energía verde, digitalización, robots industriales, inteligencia artificial, etc. China ha superado a Japón como el mayor exportador de automóviles este año, y una cuarta parte de ellos son vehículos eléctricos. En baterías de litio, un componente esencial de los vehículos eléctricos, los teléfonos móviles y otras industrias de esta lista, China pasó del cero por ciento del mercado mundial en 2005 al 63% en la actualidad. Ha marcado un crecimiento similar en la energía eólica y la instalación de robots industriales.

Es de destacar, que el crecimiento de los nuevos sectores vinculados al desarrollo tecnológico ha ido compensando la caída del aporte del sector inmobiliario y otros tradicionales.

China ha mantenido su posición de segunda mayor economía después de Estados Unidos durante esos años hasta la actualidad. Asimismo, según el Fondo Monetario Internacional, la participación de China en la economía mundial será de aproximadamente el 18,5% y contribuirá en cerca del 35% al crecimiento económico global en 2023.

A pesar de las afectaciones en la producción de China y en el comercio mundial por la crisis desencadenada por la Covid, China continúa siendo el líder del comercio mundial. Es el mayor exportador y el segundo importador de bienes del mundo. Sus exportaciones de bienes han crecido durante los últimos 3 años a pesar de la contracción del comercio y la demanda mundial, así como su participación en las exportaciones globales de bienes, representando más del 15% del total.

China se encuentra entre los principales exportadores e importadores de servicios. El comercio de servicios ha crecido en estos años a pesar de que algunos rubros se han visto muy afectados, como en todo el mundo, en particular el de viajes. Es de destacar que China se ha mantenido como el principal socio comercial de 144 países distribuidos en todas las regiones del mundo. Ha desplazado a Estados Unidos en ese concepto en la Unión Europea y en varios países de América Latina. En 2022 incrementó los intercambios con esta región en un 11%.

China no está exenta de desafíos económicos internos y externos, pero los fundamentos económicos del país son sólidos, lo que le aporta a su gobierno un amplio espacio político para abordar su actual desaceleración económica, a la vez que su desarrollo industrial la ha posicionado bien para el futuro. Se necesitarán un par de años de estabilidad y apoyo político concreto para que el sector privado recupere plenamente la confianza. A pesar de los detractores, es previsible que en el futuro se profundice su proceso de modernización y de desarrollo integral de un país socialista.

Elda Molina Díaz es doctora en Ciencias Económicas del Centro de Investigaciones de la Economía Internacional (CIEI) de la Universidad de La Habana.
Eduardo Regalado es investigador de Asia y Oceanía, especializado en China, del Centro de Investigaciones de Política Internacional (CIPI).

ELDA MOLINA DÍAZ
EDUARDO REGALADO

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