Gabón: la caída del “hombre de Obama en África”
MAX BLUMENTHAL
Antes de su eliminación en un golpe militar, el corrupto presidente de Gabón, Ali Bongo, fue cortejado por Obama y agasajado desde Washington hasta Davos. La guerra estadounidense en Libia, que desestabilizó la región, podría no haber tenido éxito sin él.
Cuando una junta castrense arrestó al presidente Ali Bongo Odinmba el 30 de agosto, Gabón se convirtió en la novena nación africana en deponer a su Gobierno a través de un golpe militar.
Como meses antes en Níger, Burkina-Faso o Mali, multitudes de ciudadanos inundaron las calles gabonesas para celebrar el derribo de su antiguo líder, que contaba con el respaldo de Occidente, aunque su familia hiciera alarde de un pródigo estilo de vida mientras más de un tercio de la población del país languidecía en la indigencia.
“El gobierno irresponsable e impredecible ha provocado un deterioro constante en la
cohesión social, amenazando con conducir al país al caos”, declaró el líder de la junta de Gabón, el coronel Ulrich Mafoumbi, antes de tomar el poder.
El arresto del presidente Bongo fue recibido con indignadas condenas por parte de
Washington y París, que lo habían apoyado cuando él saqueaba la vasta riqueza
petrolífera de su país.
En particular, su derrocamiento supusó un golpe bastante duro para el expresidente Barack Obama, quien consideraba al autócrata gabonés como a uno de sus aliados más cercanos en el continente desde que había obtenido su apoyo diplomático para librar una guerra contra Libia que, con posterioridad, desató el terror y la inestabilidad en toda la región.
El vínculo entre Obama y Bongo era tan estrecho que Foreign Policy llegó a calificar al líder
gabonés como “el hombre de Obama en África”.
Con la ayuda de Obama, Bongo intentó aparentar ser un reformista modernizador. Viajó repetidamente a la ciudad suiza de Davos para asistir al Foro Económico Mundial, en el que fue nombrado “colaborador de agenda”. Allí, se comprometió a acelerar la Cuarta Revolución Industrial en África implementando lucrativos sistemas de pago e identificación digital entre la empobrecida población de su país.
La biografía de Bongo en la web del Foro Económico Mundial lo describe como un “portavoz de África sobre la biodiversidad” y un “compositor de piezas musicales” cuyos intereses incluyen “la historia, el fútbol, la música clásica, el jazz y la bossa nova”. Este autoproclamado hombre del Renacimiento logró llevarse bien con Obama, Klaus Schwab y Bill Gates. Pero, en casa, él encontró pocos amigos entre las masas gabonesas en apuros.
Un “ciudadano global” encuentra su destino en casa
Ali Bongo llegó al poder siendo el hijo del último autócrata gabonés, Omar Bongo Odinmba, quien gobernó el país desde 1967 hasta su muerte. En 2004, un año después de discutir un acuerdo de lavado de imagen por valor de 9 millones de dólares con el cabildero republicano caído en desgracia Jack Abramoff, Bongo padre consiguió reunirse con el presidente George W. Bush.
Cinco años más tarde, murió. Dejaba atrás un palacio presidencial valorado en 500 millones de dólares, más de una docena de casas de lujo en lugares como los barrios exclusivos de París o Beverly Hills y un país invadido por la desigualdad.
Bongo hijo fue artista disco durante un breve periodo de tiempo. Más tarde, estudió en La Sorbona francesa y comenzó a prepararse para liderar a su nación. Fue investido presidente de Gabón en 2009. Continuó con los negocios de su padre, saqueando fondos públicos para pagar un avión de línea Boeing 777 y una flota de coches de lujo mientras firmaba importantes contratos con compañías internacionales de relaciones públicas.
Según una demanda judicial, la hermana de Bongo, Pascaline, gastó más de 50 millones de dólares en vacaciones elitistas y casas de gran coste. Mientras, su familia conseguía influencia en París desviando fondos robados del Banco de Estados de África Central, que fueron destinados a las arcas de campaña de los expresidentes franceses Nicolas Sarkozy y Jacques Chirac.
Sin embargo, el largo y bien documentad0 historial de corrupción de la familia Bongo no pareció molestar al presidente Barack Obama cuando este se embarcó en una operación de cambio de régimen en Libia, justificándola, con gran ironía, como un ejercicio de “promoción de la democracia”.
Con la ayuda de Washington, Gabón obtuvo un puesto en el Consejo de Seguridad de la ONU, donde se encargó de aprobar las resoluciones estadounidenses que exigían sanciones y una zona de exclusión aérea en Libia en febrero de 2011.
El espíritu cooperativo de Bongo le ganó una visita con Obama en Washington cuatro meses más tarde. Mientras permanecía en pie ante la residencia personal del presidente, él se convirtió en el primer líder africano en instar a Gadafi a dejar el poder.
“Ellos podrían llamar a cualquier líder africano con números de móvil privados”, comentó a la revista Foreign Policy el embajador estadounidense en Gabón, Eric Benjaminson, refiriéndose al personal de Bongo. “Conocían a Gadafi y conocían muy bien a su jefe de personal, y estábamos tratando de trabajar a través de los gaboneses para lograr que Gadafi dimitiera de manera pacífica”. “En cierto modo, le agradaba a Obama”, añadió.
La guerra de cambio de régimen que EEUU lideró en Libia transformó con rapidez una nación estable y próspera en un infierno despótico gobernado por señores de la guerra afiliados a Al Qaeda y el ISIS. Con un acceso ilimitado a los antiguos depósitos de armas de los militares libios, los grupos yihadistas comenzaron a arrasar la región del Sahel.
Estas organizaciones recibían asistencia encubierta desde Catar, la monarquía del Golfo que se asoció con Francia y los EEUU para eliminar a Gadafi, permitiendo a una coalición yihadista establecer un califato de facto en el noreste de Malí en 2012.
“La violencia que ha azotado al otrora estable Mali desde finales de 2011 no debería haber sorprendido a los gobiernos occidentales, ya que es una función directa de la intervención libia de la OTAN”, señaló el Consejo de Relaciones Exteriores.
A pesar de la creciente presencia militar francesa y estadounidense —o quizá por la misma presencia en sí—, los ataques yihadistas se multiplicaron en toda la región en 2014.
En el mes de agosto de ese mismo año, Obama recompensó a Bongo con una invitación para asistir a la Cumbre de Líderes de Estados Unidos y África en Washington. Durante la cena de gala de la reunión, Obama destacó el papel fundamental de Bongo en su estrategia africana y se sentó a su lado mientras eran obsequiados por la leyenda del pop Lionel Richie.
Apenas un mes después de ser reelegido en los poco transparentes comicios de 2016, Bongo fue respaldado por los EEUU. El Consejo Atlántico, un turbio organismo patrocinado por la OTAN, le concedió un “Premio al Ciudadano Global” en la gala de este grupo de expertos, que se celebró en la ciudad de Nueva York.
Como las dudas sobre el fraude electoral persistían en Gabón, se vio obligado a cancelar el viaje.
El Consejo Atlántico respeta la decisión del presidente gabonés Bongo de renunciar a recibir su Premio Ciudadano Global este año debido a las prioridades primordiales que tenía en su país, anunció el grupo de expertos en una declaración absurdamente enlatada publicada en su sitio web.
Mientras tanto, en Bamako, la capital de Malí, un grupo de ciudadanos que se hacían llamar “Patriotas de Malí” habían comenzado a reunir millones de firmas exigiendo la expulsión de todo el personal diplomático y militar francés de su país.
Pidieron a las tropas rusas que reemplazaran a las francesas, instándolas a expulsar a los bandidos islamistas que habían plagado su sociedad desde la guerra en Libia encabezada por Obama.
La ira latente de los malienses promedio hizo estallar un golpe militar popular en 2021 y preparó el escenario para otro en el vecino Burkina Faso, donde se vio a ciudadanos celebrando a la junta con banderas rusas caseras en la mano, al año siguiente.
Cuando se produjo el golpe de Estado del 30 de agosto en Gabón y se puso fin al reinado de uno de los cleptócratas favoritos de Washington, Bongo grabó un mensaje de vídeo desde un lugar desconocido, apelando desesperadamente a “todos los amigos que tenemos en todo el mundo para decirles que hagan ruido”.
Sin embargo, en ese momento no estaba claro si Obama estaba escuchando o si había mucho que pudiera hacer para rescatar a su “hombre en África”.
Max Blumenthal es editor jefe y fundador de la publicación digital estadounidense The Grayzone. Ha escrito varios libros, entre ellos The fifthy one day war: ruin and resistance in Gaza y The management of savagery: how America’s naticonal security state fueled the rise of Al Qaeda, ISIS and Donald Trump. Es autor, junto con Dan Cohen, del documental Killing Gaza
Este artículo se publica en colaboración con TheGrayzone.