La guerra de Corea continúa con la renovada prohibición de Biden de viajar a Corea del Norte

La draconiana prohibición de viajar impide que 100.000 coreanos residentes en EEUU visiten a sus familiares en Corea del Norte

AMANDA YEE

El 22 de agosto, el Departamento de Estado de los EEUU renovó la prohibición que imposibilita que los propietarios de pasaportes estadounidenses viajen a Corea del Norte. Esta medida impide a 100.000 coreanos residentes en EEUU la posibilidad de visitar a sus familiares en Corea del Norte. Fue puesta en marcha por primera vez por la Administración Trump en 2017, y —a pesar de las repetidas llamadas de los activistas coreanos para levantarla— ha sido renovada cada año desde entonces.

Durante su campaña presidencial de 2020, Joe Biden prometió “reunir a los coreano-estadounidenses separados de sus seres queridos en Corea del Norte durante décadas”, pero ha ampliado la prohibición de viajar cada año que lleva en el cargo. La actual permanecerá vigente hasta el 31 de agosto de 2024, fecha en la que será levantada o volverá a prorrogarse.

Familias separadas por la prohibición de viajar

Kate Younjoo Shim, activista de la organización feminista por la paz Korea Peace Now!, es una de las muchas coreano-estadounidenses afectadas por la prohibición. Nacida en Corea, Shim emigró a los EEUU con 15 años. Las familias de sus dos padres son originarias de Corea del Norte, y la prohibición impide que visite a sus primos y a otros parientes cercanos que viven allí.

Shim ha resaltado la hipocresía que caracteriza al Gobierno estadounidense, que sermonea a Corea del Norte sobre los derechos humanos mientras mantiene separados a tantos miembros de familias coreanas.

Para mí, la violación de los derechos humanos más grave es no dejar que la gente vea a su familia”, dice Shim. “El Gobierno estadounidense siempre está tratando de hablar sobre las condiciones de los derechos humanos en Corea del Norte, pero no deja que las personas se reúnan con sus madres, hijos y familiares inmediatos… No hay excusa”.

Las cosas no siempre fueron así. La abuela de Shim fue separada de su primogénito —el tío de Shim— durante la guerra de Corea. Mientras vivía en Corea del Sur, intentó localizarle durante mucho tiempo. Pero acabó por emigrar a EEUU en la década de 1980, con 65 años, pensando que sería más fácil buscarle desde allí.

Esa misma tarea le había planteado mayores dificultades en Corea del Sur por la tensión política existente entre este país y su vecino septentrional. Incluso después de haber pasado tantos años ignorando su paradero, la abuela de Shim seguía conservando la esperanza de que se reencontraría con su hijo perdido. De hecho, tras mudarse a EEUU, empezó a trabajar en una fábrica para poder permitirse el lujo de llevarle regalos cuando lo encontrara.

Casualmente, la familia de Shim fue capaz de localizar a su tío en Corea del Norte, y su abuela pudo reunirse por fin con su hijo tras 37 años. También se reencontró con su hermano, y volvería de nuevo al lugar en el que nació para asistir a la boda de su nieto. La abuela de Shim murió hace más de 10 años. Si ella viviera todavía, no podría visitar a su hijo ni a otros miembros de su familia por la prohibición.

Esta es una expresión cruel de la política imperialista estadounidense, y como la generación de los supervivientes de la guerra de Corea sobrepasa con holgura los 80 años, levantarla es una cuestión cada vez más urgente.

Mi abuela fue afortunada”, dice Shim. “Hay tantas personas desgraciadas porque ni siquiera pueden ver a sus familiares… Han pasado más de 70 años desde la firma del acuerdo de alto el fuego, y la gente se está muriendo”.

Los viajes a Corea del Norte que cambiaron vidas

La prohibición no solo afecta a los coreano-estadounidenses que quieren visitar a sus familiares en Corea del Norte. También obstaculiza los viajes de cualquier portador de pasaporte estadounidense hasta allí, por lo que veta de facto cualquier intercambio cultural entre ciudadanos estadounidenses y coreanos. Estos intercambios son esenciales para la campaña de propaganda estadounidense que deshumaniza a los norcoreanos con el objetivo de justificar las sanciones.

Gloria La Riva, organizadora de la Coalición Actúa Ahora para Detener la Guerra y Poner Fin al Racismo (ANSWER), ha calificado sus viajes a Corea del Norte en 1989 y 2015 como “experiencias que cambian la vida”.

Vi a personas y a un país que son lo opuesto a las imágenes histéricas y demonizantes que nos muestran en Occidente”, recuerda La Riva. “Conocí a personas que eran consideradas y amables con los visitantes. Eso es lo que más me impactó. Cuando subimos a un tren lleno, las personas nos ofrecieron inmediatamente sus sitios, sonriendo”.

Esa es la verdadera razón por la que el Gobierno estadounidense prohíbe a sus ciudadanos visitar Corea del Norte”, continúa. “Es el mismo motivo por el que la prohibición estadounidense de viajar a Cuba ha existido durante más de 60 años. Los EEUU temen que veamos a los coreanos como amigos y no como enemigos. La prohibición de viajar es una negación de nuestro derecho a ver Corea del Norte por nosotros mismos”.

El fin de la guerra de Corea

Los crímenes que Washington ha infligido a Corea no pueden ser subestimados. Fue EEUU el que dividió Corea a lo largo del paralelo 38 en 1945, y el que separó a millones de familias, ocupó el sur y tiró más de 600.000 toneladas de bombas sobre la península durante la guerra. La campaña de bombardeo fue tan extensa que los pilotos estadounidenses se quedaron sin objetivos y arrojaron las bombas al mar para aterrizar de forma segura. En el transcurso de la guerra, las tropas norteamericanas arrasaron “cerca del 90% de las principales ciudades y pueblos de Corea del Norte”, matando al 20% de su población.

Además de la sangrienta campaña de bombardeos masivos, la propia guerra de Corea estuvo caracterizada por la comisión de atrocidades respaldadas por EEUU: el asesinato de más de 100.000 personas durante la masacre de la Liga de Bodo en 1950, ejecutada por las fuerzas gubernamentales del presidente Syngman Rhee, instalado por EEUU en la jefatura del Gobierno surcoreano; la masacre de Sinchon, en la que los soldados estadounidenses y las tropas anticomunistas surcoreanas mataron a más de 30.000 civiles; la masacre de No Gun Ri, donde los militares norteamericanos abrieron fuego sobre refugiados civiles, matando a unas 300 personas… En conjunto, la participación de Estados Unidos en la guerra de Corea fue poco menos que un genocidio.

La firma del alto el fuego de 1953 supuso el final de la lucha, pero no el del conflicto. En la actualidad, los EEUU todavía rechazan firmar un tratado de paz y, junto con Corea del Sur, siguen estando en guerra con Corea del Norte. Incluso después de la firma del armisticio, el Gobierno estadounidense ha mantenido una fuerte presencia militar en Corea y continúa aumentando las tensiones entre los dos países que ocupan la península.

Corea del Sur permanece bajo ocupación: alberga la base estadounidense más grande en el extranjero, y un total de 28.500 soldados norteamericanos están estacionados en el país. Corea del Sur también es anfitriona de los ejercicios militares conjuntos anuales Escudo de la Libertad de Ulchi con los EEUU. Estos simulan la invasión de Corea del Norte e incluyen prácticas de ataque con fuego real desde el aire, el mar, la tierra y el espacio.

Los juegos de guerra representan un ensayo general para el cambio de régimen en Corea del Norte. Y, en especial desde 2006, el Gobierno estadounidense, junto con el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, se ha basado en un régimen de sanciones brutales para castigar al régimen norcoreano por desafiar el imperialismo estadounidense. Tales sanciones han causado inseguridad alimentaria, desnutrición y escasez de suministros médicos en el país, provocando un enorme sufrimiento y miles de muertes previsibles.

Por lo tanto, para Washington, la prohibición de viajar es otra arma de guerra, así como parte de una estrategia más amplia para aislar aún más a Corea del Norte y exacerbar las tensiones entre las dos mitades de la península. Y con EEUU forjando lazos militares más fuertes con Australia, Filipinas y otros países del “Indo-Pacífico”, así como haciendo esfuerzos para militarizar el mar de la China Meridional, el objetivo final del Pentágono es asegurar a Corea del Sur como un aliado en su camino hacia un mayor conflicto entre grandes potencias en Asia.

Nosotros asistimos a un periodo de tensión extrema en Corea”, explica Ju-Hyun Park, organizador de la organización sin ánimo de lucro Nodutnol para el Desarrollo de la Comunidad Coreana, que aboga por la reunificación del país. “Los EEUU no quieren hacer nada para reducir la tensión porque la actual situación es beneficiosa para sus intereses. Cuanto mayor sea el conflicto en Corea, más fácil será acorralar a Corea del Sur y Japón en una alianza no solo contra Corea del Norte, sino también, en última instancia, contra China y Rusia”.

El camino por el que Washington está guiando a las dos Coreas solo causará más guerra y devastación para el pueblo coreano. El Gobierno estadounidense nunca ha querido que haya paz en la península coreana. Durante más de 70 años, ha hecho todo lo que ha estado a su alcance para dividir a las dos repúblicas y obstruir todos y cada uno de los caminos hacia una paz duradera.

El Gobierno de EEUU nunca podrá pagar al pueblo de Corea lo que le debe. Pero el camino hacia la justicia empieza con el levantamiento de la prohibición de viajar a Corea del Norte, junto con la firma de un tratado de paz para poner fin de forma oficial a la guerra de Corea.

Amanda Yee es una escritora basada en Brooklyn. Editora de Liberation News y del podcast Radio Free Amanda. Este artículo se publica en colaboración con Globetrotter

 

AMANDA YEE