Venezuela y Colombia reactivan una de las relaciones bilaterales más dinámicas de Latinoamérica

CLODOVALDO HERNÁNDEZ

Caracas

El encuentro de los presidentes Nicolás Maduro y Gustavo Petro puso fin a un paréntesis de tres años en la intensa ligazón histórica, comercial y, sobre todo, humana de las dos naciones suramericanas

La cumbre en Caracas de los presidentes de Venezuela y Colombia, Nicolás Maduro y Gustavo Petro, logró poner nuevamente en marcha una de las relaciones bilaterales más intensas del continente, luego de tres años de parálisis por motivos políticos.

Foto: Miguel Gutiérrez (EFE)
Petro y Maduro se saludan en el Palacio de Miraflores de Caracas ante un cuadro del libertador Simón Bolívar. Foto: Miguel Gutiérrez (EFE)

La conexión no solo se había roto en 2019, sino que había vivido sus peores momentos en doscientos años de historia, pues el gobierno del derechista Iván Duque fue uno de los baluartes de las varias operaciones destinadas a sacar del poder a Maduro. Entre ellas estuvo la Operación Gedeón, que tuvo su base de partida en el Caribe colombiano y pretendió invadir Venezuela con mercenarios extranjeros y disidentes de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana.

La victoria de Petro significó un giro de 180 grados: se ha traducido en acciones políticas de lado y lado orientadas a restablecer en el plazo más corto posible los nexos diplomáticos, consulares, de seguridad y, sobre todo, el intercambio comercial.

En los dos gobiernos ha predominado el pragmatismo político, obviando las diferencias de enfoque en diversos temas y olvidando opiniones expresadas al calor de las campañas electorales y los debates internos.

La reconciliación entre las dos naciones cuenta con el respaldo, también muy pragmático, de importantes sectores empresariales de ambos países, pues el volumen de transacciones bilaterales llegó a superar los 6.000 millones de dólares en 2006, su año de mayor esplendor en este siglo.

Aún con las fronteras cerradas y las operaciones muy restringidas, en el primer semestre de este año, el intercambio sobrepasó los 380 millones de dólares. Las expectativas de una reactivación plena se pierden de vista, sobre todo si se resuelve el problema del contrabando que solo beneficia a las mafias y a los funcionarios corruptos de ambas nacionalidades.

Raíces históricas y paz
En los discursos y documentos hubo una marcada impronta histórica. Los dos presidentes subrayaron el origen común de Colombia y Venezuela, el lazo fraternal que legaron Simón Bolívar y los demás libertadores y la trayectoria de dos siglos de relaciones que, con altas y bajas, siempre se preservaron.

La paz fue otra de las palabras clave de este cónclave binacional. Y se trata de un punto en el que, de nuevo, marcan distancia de sus respectivas oposiciones, pues el uribismo y la derecha venezolana han coincidido en los últimos años también en su aversión por las salidas pacíficas, tanto para la larga guerra interna colombiana como para la llamada “crisis política” venezolana.

La búsqueda de la paz no surgió en la cumbre presidencial como una entelequia, sino que se manifestó en el tratamiento de una de las expresiones concretas que tiene la violencia en los dos países: la situación de la extensa línea limítrofe de 2.219 kilómetros, donde hacen de las suyas grupos irregulares de diverso signo.

Petro había adelantado en los días previos a la reunión sus denuncias sobre el comercio ilegal que trafica por las llamadas trochas (pasos no autorizados) con la complicidad de autoridades de los dos países. Esto ha seguido sucediendo a pesar de que uno de los primeros acuerdos bilaterales que se alcanzaron fue la reapertura de los lugares de tránsito fronterizos legal.

El encuentro de máximo nivel demostró que los dos embajadores recientemente designados (el de Colombia en Venezuela, Armando Benedetti; y el de Venezuela en Colombia, Félix Plasencia) han trabajado a marchas forzadas para restablecer en pocos meses la amplia agenda que los dos países tenían antes de la ruptura de relaciones.

Entre las cuestiones pendientes están las fronteras, seguridad y defensa; el transporte aéreo; los temas de energía y petróleo; los intercambios en materia agrícola y agroindustrial; la designación de cónsules y la rehabilitación de los consulados.

Uno de los aspectos planteados por Venezuela fue el rescate de la empresa de fertilizantes Monómeros, propiedad de la firma estatal Petróleos de Venezuela, que cayó en bancarrota luego de ser “tomada” por el gobierno interino, con la connivencia de la administración Duque. Mientras se pone a punto nuevamente esta factoría, la empresa venezolana Pequiven enviará materia prima para garantizar la producción de estos insumos agrícolas, que abastecen gran parte del mercado neogranadino.

Los presidentes parecieron empeñados en mostrarse mutuamente dispuestos a ayudar al otro con sus respectivas conversaciones de paz. Petro auguró el «mayor de los éxitos» en la reanudación de la mesa de negociación entre el Gobierno de Maduro y la oposición venezolana, que se adelantó bajo el auspicio de México y la mediación de Noruega, pero que se encuentra paralizada desde hace un año en protesta del Gobierno venezolano por la extradición de Cabo Verde a Estados Unidos del representante diplomático Alex Saab, quien, por cierto, es de origen colombiano.

Maduro, en tanto, hizo votos para que se logre el objetivo central de la paz total en Colombia. El Gobierno de Venezuela ya forma parte como garante en la mesa de negociación entre Colombia y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y las disidencias de las FARC. El encuentro entre estas partes para reactivar las negociaciones se realizó hace poco en Caracas.

La reunión de Caracas, junto al reciente triunfo electoral de Luiz Inácio Lula Da Silva, ha potenciado las expectativas regionales de reactivación de los mecanismos diplomáticos creados al margen de la desprestigiada Organización de Estados Americanos (OEA), como la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), que nacieron durante la oleada de gobiernos progresistas en la primera década del siglo y habían sido prácticamente anulados por los ejecutivos de derecha que ejercieron el poder luego en casi todos los países del subcontinente.

Clodovaldo Hernández es periodista venezolano. Recibió el Premio de Periodismo de Opinión Simón  Bolivar 2022

 

 

 

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