La farsa del alto el fuego
Israel juega un juego cínico. Llega a acuerdos escalonados con los palestinos que le garantizan la obtención inmediata de lo que desea. Luego viola todas las fases siguientes y reanuda su ataque militar.
CHRIS HEDGES
Desde hace décadas, Israel juega con engaños. Firma un acuerdo con los palestinos que debe aplicarse por fases. La primera fase da a Israel lo que quiere -en este caso la liberación de los rehenes israelíes en Gaza-, pero Israel fracasa habitualmente a la hora de aplicar las fases posteriores que conducirían a una paz justa y equitativa. Al final provoca a los palestinos con ataques armados indiscriminados para que tomen represalias, define una respuesta palestina como una provocación y deroga el acuerdo de alto el fuego para reavivar la matanza.
Si este último acuerdo de alto el fuego en tres fases es ratificado -y no hay certeza de que lo vaya a ser por Israel- será, espero, poco más que una pausa de bombardeo en la inauguración presidencial. Israel no tiene intención de detener su tiovivo de muerte.
El gabinete israelí ha aplazado la votación sobre la propuesta de alto el fuego mientras sigue bombardeando Gaza. Al menos 81 palestinos han muerto en las últimas 24 horas.
La mañana siguiente al anuncio de un acuerdo de alto el fuego, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, acusó a Hamás de incumplir parte del acuerdo «en un intento de extorsionar concesiones de última hora». Advirtió que su gabinete no se reunirá «hasta que los mediadores notifiquen a Israel que Hamás ha aceptado todos los elementos del acuerdo».
Hamás rechazó las afirmaciones de Netanyahu y reiteró su compromiso con el alto el fuego acordado con los mediadores.
El acuerdo incluye tres fases. En la primera, que durará 42 días, cesarán las hostilidades. Hamás liberará a algunos rehenes israelíes -33 israelíes que fueron capturados el 7 de octubre de 2023, incluidas las cinco mujeres restantes, los mayores de 50 años y los enfermos- a cambio de hasta 1.000 palestinos encarcelados por Israel.
El Ejército israelí se retirará de las zonas pobladas de la Franja de Gaza el primer día del alto el fuego. El séptimo día, los palestinos desplazados podrán regresar al norte de Gaza. Israel permitirá la entrada diaria en Gaza de 600 camiones de ayuda con alimentos y suministros médicos.
En la segunda fase, que comienza el 16 día del alto el fuego, se liberará al resto de rehenes israelíes. Israel completará su retirada de Gaza durante la segunda fase, manteniendo su presencia en algunas partes del corredor Philadelphi, que se extiende a lo largo de las ocho millas de frontera entre Gaza y Egipto. Israel cederá el control del paso fronterizo de Rafah con Egipto.
En la tercera fase se negociará el fin definitivo de la guerra.
Pero es la oficina de Netanyahu la que parece haber renegado ya del acuerdo. Ha hecho pública una declaración en la que rechaza la retirada de tropas israelíes del corredor Philadelphi durante la primera fase de 42 días del alto el fuego. «En términos prácticos, Israel permanecerá en el Corredor Philadelphi hasta nuevo aviso», al tiempo que afirma que los palestinos intentan violar el acuerdo. A lo largo de las numerosas negociaciones de alto el fuego, los palestinos han exigido la retirada de las tropas israelíes de Gaza. Egipto ha condenado la toma de sus pasos fronterizos por Israel.
Las profundas fisuras entre Israel y Hamás, aunque los israelíes acepten finalmente el acuerdo, amenazan con hacerlo implosionar. Hamás busca un alto el fuego permanente. Pero la política israelí es inequívoca sobre su «derecho» a volver a implicarse militarmente. No hay consenso sobre quién gobernará Gaza. Israel ha dejado claro que la permanencia de Hamás en el poder es inaceptable. No se menciona la situación de la UNRWA, la agencia de la ONU ilegalizada por Israel que proporciona la mayor parte de la ayuda humanitaria a los palestinos, el 95% de los cuales han sido desplazados. No hay acuerdo sobre la reconstrucción de Gaza, que yace en escombros. Y, por supuesto, no hay ninguna vía en el acuerdo para un Estado palestino independiente y soberano.
La mendacidad y la manipulación israelíes son lamentablemente previsibles.
Los Acuerdos de Camp David, firmados en 1979 por el presidente egipcio Anwar Sadat y el primer ministro israelí Menachem Begin, sin la participación de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), normalizaron las relaciones diplomáticas entre Israel y Egipto. Pero las fases posteriores, que incluían la promesa de Israel de resolver la cuestión palestina junto con Jordania y Egipto, permitir el autogobierno palestino en Cisjordania y Gaza en un plazo de cinco años y poner fin a la construcción de colonias israelíes en Cisjordania, incluida Jerusalén Este, nunca se cumplieron.
Por ejemplo, los Acuerdos de Oslo de 1993. El acuerdo, firmado en 1993, por el que la OLP reconocía el derecho de Israel a existir e Israel reconocía a la OLP como los representantes legítimos del pueblo palestino, y Oslo II, firmado en 1995, que detallaba el proceso hacia la paz y un Estado palestino, nacieron muertos. En él se estipulaba que cualquier debate sobre los «asentamientos» judíos ilegales debía aplazarse hasta las conversaciones sobre el estatuto «definitivo», momento en el que debía haberse completado la retirada militar israelí de Cisjordania ocupada. La autoridad de gobierno debía transferirse de Israel a la supuestamente temporal Autoridad Palestina. Cisjordania se dividió en las zonas A, B y C. La Autoridad Palestina tiene autoridad limitada en las zonas A y B. Israel controla toda la zona C, más del 60% de Cisjordania.
El líder de la OLP, Yasser Arafat, renunció al derecho de los refugiados palestinos a regresar a las tierras históricas que les fueron arrebatadas en 1948 cuando se creó Israel, un derecho consagrado en la legislación internacional, lo que alienó instantáneamente a muchos palestinos, especialmente a los de Gaza, donde el 75% son refugiados o descendientes de refugiados. Edward Said calificó el acuerdo de Oslo de «instrumento de rendición palestina, un Versalles palestino» y arremetió contra Arafat como «el Pétain de los palestinos».
Las retiradas militares israelíes previstas en Oslo nunca tuvieron lugar. No había ninguna disposición en el acuerdo provisional para poner fin a la colonización judía, sólo una prohibición de «pasos unilaterales.» Había unos 250.000 colonos judíos en Cisjordania en el momento del acuerdo de Oslo. Han aumentado hasta al menos 700.000. Nunca se concluyó un tratado definitivo.
El periodista Robert Fisk llamó a Oslo «una farsa, una mentira, un truco para enredar a Arafat y a la OLP en el abandono de todo lo que habían buscado y por lo que habían luchado durante más de un cuarto de siglo, un método para crear falsas esperanzas con el fin de castrar la aspiración a la condición de Estado».
El primer ministro israelí Isaac Rabin, que firmó el acuerdo de Oslo, fue asesinado el 4 de noviembre de 1995 tras una concentración en apoyo del acuerdo, por Yigal Amir, un estudiante de derecho judío de extrema derecha. Itamar Ben-Gvir, actual Ministro de Seguridad Nacional de Israel, fue uno de los muchos políticos de derechas que profirieron amenazas contra Rabin. La viuda de Rabin, Leah, culpó a Netanyahu y a sus partidarios -que distribuyeron panfletos en mítines políticos en los que se representaba a Rabin con uniforme nazi- del asesinato de su marido.
Israel ha llevado a cabo una serie de ataques asesinos contra Gaza desde entonces, llamando cínicamente a los bombardeos «cortar el césped». Estos ataques, que dejan decenas de muertos y heridos y degradan aún más la frágil infraestructura de Gaza, tienen nombres como Operación Arco Iris (2004), Operación Días de Penitencia (2004), Operación Lluvias de Verano (2006), Operación Nubes de Otoño (2006) y Operación Invierno Caliente (2008).
Israel violó el acuerdo de alto el fuego de junio de 2008 con Hamás, mediado por Egipto, al lanzar una incursión fronteriza en la que murieron seis miembros de Hamás. La incursión provocó, como pretendía Israel, un ataque de represalia por parte de Hamás, que disparó cohetes y granadas de mortero contra Israel. La andanada de Hamás proporcionó el pretexto para un ataque israelí masivo. Israel, como siempre hace, justificó su ataque militar en el derecho a defenderse.
La Operación Plomo Fundido (2008-2009), en la que Israel llevó a cabo un asalto terrestre y aéreo durante 22 días, con la fuerza aérea israelí lanzando más de 1.000 toneladas de explosivos sobre Gaza, causó 1.385 muertos -según el grupo israelí de derechos humanos B’Tselem-, de los cuales al menos 762 eran civiles, entre ellos 300 niños. Cuatro israelíes murieron en el mismo periodo por cohetes de Hamás y nueve soldados israelíes murieron en Gaza, cuatro de ellos víctimas de «fuego amigo». El periódico israelí Haaretz informaría más tarde de que la «Operación Plomo Fundido» se había preparado durante los seis meses anteriores.
El historiador israelí Avi Shlaim, que sirvió en el Ejército israelí, escribió que:
la brutalidad de los soldados israelíes es totalmente equiparable a la mendacidad de su portavoz… su propaganda es una sarta de mentiras… No fue Hamás sino las FDI quienes rompieron el alto el fuego. Lo hicieron con una incursión en Gaza el 4 de noviembre en la que murieron seis hombres de Hamás. El objetivo de Israel no es sólo la defensa de su población, sino el eventual derrocamiento del gobierno de Hamás en Gaza poniendo a la población en contra de sus gobernantes.
A esta serie de ataques contra Gaza siguieron asaltos israelíes en noviembre de 2012, conocidos como Operación Pilar de Defensa, y en julio y agosto de 2014 en la Operación Margen Protector, una campaña de siete semanas que dejó 2.251 palestinos muertos, junto con 73 israelíes, entre ellos 67 soldados.
Estos asaltos del Ejército israelí fueron seguidos en 2018 por protestas mayoritariamente pacíficas de palestinos, conocidas como La Gran Marcha del Retorno, a lo largo de la barrera vallada de Gaza. Más de 266 palestinos fueron abatidos a tiros por soldados israelíes y otros 30.000 resultaron heridos. En mayo de 2021, Israel mató a más de 256 palestinos en Gaza tras los ataques de la Policía israelí contra fieles palestinos en el recinto de la mezquita de Al Aqsa, en Jerusalén. En abril de 2023 se produjeron nuevos ataques contra fieles en la mezquita de Al Aqsa.
Y luego, el 7 de octubre de 2023, la ruptura de las barreras de seguridad que encierran Gaza, donde los palestinos habían languidecido bajo un bloqueo durante más de 16 años en una prisión al aire libre. Los ataques de pistoleros palestinos dejaron unos 1.200 muertos israelíes -incluidos cientos asesinados por el propio Israel- y dieron a Israel la excusa que buscaba desde hacía tiempo para arrasar Gaza, en su Guerra de las Espadas de Hierro.
Esta horrible saga no ha terminado. Los objetivos de Israel siguen siendo los mismos: borrar a los palestinos de su tierra. Esta propuesta de alto el fuego es un capítulo cínico más. Hay muchas formas en que puede desmoronarse y sospecho que lo hará.
Pero recemos, al menos por el momento, para que cese la matanza masiva.
Chris Hedges es periodista estadounidense, ganador del Premio Pulitzer. Fue corresponsal internacional durante 15 años para el New York Times y dirigió las oficinas de Oriente Medio y los Balcanes de ese periódico. Actualmente, conduce el programa semanal de televisión en internet The Chris Hedges Report. Su trabajo se puede seguir aquí.