La guerra entre Estados Unidos y China es comercial y olímpica
PASCUAL SERRANO
El pasado 7 de agosto, la agencia Reuters destapó una grave denuncia que ha pasado bastante desapercibida en los medios de comunicación occidentales. La Agencia Antidopaje estadounidense (Usada) permitió que varios atletas que había descubierto entre 2011 y 2014 violando las normas antidopaje siguieran compitiendo entonces sin ser sancionados.
La excusa esgrimida por las autoridades estadounidenses es que formaba parte de un plan para que actuaran de forma encubierta y siguieran compitiendo sin ser procesados a cambio de información sobre otros infractores. La USADA sostiene que la táctica es necesaria y permitida, y quiere seguir utilizándola.
Ante estos hechos la respuesta de la Agencia Mundial Antidopaje (WADA) no se ha hecho esperar: “Este esquema de la USADA amenaza la integridad de la competición deportiva que el Código Mundial Antidopaje busca proteger. Al implementarlo, la USADA estaba claramente violando las reglas. Contrariamente a lo que afirma la USADA, la WADA no aprobó esta práctica de permitir que los tramposos compitieran durante años con la promesa de que tratarían de obtener pruebas incriminatorias contra otros”.
De hecho “cuando la WADA se enteró en 2021 de esta práctica, muchos años después de que hubiera comenzado, ordenó inmediatamente a la USADA que desistiera”.
Según el código mundial antidopaje, del que la USADA es signataria, un atleta que colabore “sustancialmente” en una investigación de dopaje puede solicitar que se suspenda una porcentaje de su inhabilitación después del procesamiento. Pero no existe un texto específico que diga que los atletas que han infringido las normas antidopaje pueden seguir compitiendo sin ser procesados y sancionados.
La sugerencia de que este código “puede usarse para justificar la falta de procesamiento de un caso durante años mientras los atletas dopados son enviados de nuevo al campo como informantes encubiertos para competir contra atletas limpios es obviamente errónea”, dijo la Agencia Mundial Antidopaje.
Curiosamente, la relajación mostrada por la agencia estadounidense para el reconocido dopaje de sus atletas se convierte en exigencia desmedida cuando se trata de los atletas de otro país, especialmente si es el que más le amenaza su predominio en el medallero olímpico.
La USADA denunció el dopaje de 23 nadadores chinos que dieron positivo por una sustancia llamada trimetazidina (TMZ), un medicamento que, al parecer, aumenta el flujo sanguíneo al corazón, meses antes de los Juegos Olímpicos de Tokio en 2021.
Las investigaciones mostraron que los nadadores se alojaban en un hotel en cuya cocina se descubrieron restos de TMZ, lo que explica que estuvieran expuestos inadvertidamente y el resultado de ese análisis. .
La Agencia Mundial Antidopaje dio por válida la investigación y consideró que no había motivo de sanción. El incidente no se hizo público en ese momento.
Algunos de esos nadadores ganaron medallas en Tokio y han competido en los Juegos Olímpicos de París.
La Agencia Antidopaje de Estados Unidos acusó a la Agencia Mundial de encubrir el escándalo y pidió que se reforme el organismo y sigue aireándolo cuatro años después para desprestigiar a los atletas chinos.
Hay que recordar también que dos investigaciones independientes, una del fiscal suizo Eric Cottier que investigó el manejo del caso por parte de la AMA y la otra una auditoría de World Aquatics, llegaron a conclusiones similares de que no hubo mala gestión ni encubrimiento por parte de China y sus deportistas.
Pero la Agencia Antidopaje de Estados Unidos sigue sin estar convencida de los hallazgos y ha acusado a la agencia mundial de gestionar mal el caso e instó al Departamento de Justicia de Estados Unidos (DOJ) a investigar.
Y mientras tanto, al menos tres atletas estadounidenses que habían vulnerado la normativa antidopaje fueron autorizados a competir durante años como agentes de incógnito para la USADA. La USADA no informó a la Agencia Antidopaje Mundial, como se requería, mientras que tampoco había ninguna regulación que permitieran tales prácticas bajo el Código Mundial Antidopaje o las normas de la USADA.
Uno de esos casos era un atleta de élite que reconoció haber consumido esteroides y EPO, si bien fue autorizado a competir hasta su retirada. Los resultados de este atleta no fueron nunca anulados ni su caso hecho público. La USADA argumentó que hacer públicas las violaciones sobre dopaje pondría en peligro su seguridad.
En otro caso, un atleta de alto rendimiento había visto levantada su suspensión por la USADA, pero sin conocimiento de la WADA.
Quizá esta política de las autoridades estadounidenses deportivas de ocultar el dopaje propio y denunciar dopaje chino no reconocido por las autoridades mundiales sea el resultado de un panorama medallero diferente al de 1984 en Los Ángeles.
Aquel año, Estados Unidos logró el primer puesto mundial con 83 medallas de oro y China se limitó al cuarto con solo 15 medallas. En París, ambos tienen 40 medallas de oro, que en realidad, en el caso de China, son 42, porque las de Hong Kong, que forma parte de China, se contabilizan aparte.
Y eso con Estados Unidos pagando a los atletas 37.500 dólares por medalla de oro, algo que no paga China.