La información del mundo al revés
El hombre se come el pasto
El burro los caramelos
La nieta manda al abuelo
Y la sota al rey de bastos.
JAVIER GARCÍA
Vivimos en el mundo al revés que cantaba Violeta Parra y que describió también Eduardo Galeano. Lo nuevo es que ahora ese planeta cabeza abajo te lo cuentan a diario los grandes medios de comunicación y lo retransmiten las televisiones.
La prensa, cuya misión – nos decían – era ejercer de watchdog como contrapeso vigilante del poder en nombre de los ciudadanos, parece haberse convertido justamente en lo contrario: en un guardog, según la teoría formulada por George Donohue, un perro guardián al que hay que amaestrar y que no protege al colectivo, sino al poder.
Nos llega cada día por doquier un relato del mundo que sigue a pies juntillas la narrativa del poder hegemónico y los intereses de sus corporaciones industriales, entre ellas en un lugar destacado las de armamento. Los medios no solo no cuestionan esa narrativa en nombre de los ciudadanos o de la verdad, sino que la amplifican y repiten sin cesar.
El periodista-perro guardián de nuestro tiempo se vuelve hacia sus amos en lugar de cuestionarlos. Está entrenado para eso y parece hacerlo ya de modo automático, sin pararse a pensar si será “mentira todo lo cierto” como decía Violeta Parra.
Así, la potencia dominante -que ha llevado a cabo la friolera de más de cien intervenciones militares en los últimos 30 años- se presenta como un adalid de la paz, mientras que la emergente -que no ha disparado un solo tiro fuera de sus fronteras en los últimos 34- se nos muestra como la “gran amenaza” que hay que contener y combatir.
El país cuyos policías ponen un pie en el cuello de un hombre negro hasta asfixiarlo es un campeón de los derechos humanos. El de los policías que no llevan armas, una “oscura dictadura opresora”.
La nación que se describe como el sumun de las libertades económicas y el libre comercio es la que más aranceles establece, más guerras comerciales desata y más restricciones y vetos impone a la libre actividad de empresas de otros países. Tantas que ha frenado en seco la globalización que no dejaban de ensalzarnos hasta hace bien poco.
En el reciente congreso del PCCh, se abogó con profusión por el multilateralismo, la no intervención en los asuntos de otros países, el libre comercio y la urgencia de una política de paz. También, se decidió inscribir en la Constitución china cuestiones de especial trascendencia para el mundo, como la “prosperidad compartida”, la distribución de la riqueza, el desarrollo verde o la construcción de una civilización ecológica.
¿Se han enterado ustedes de algo de esto? Seguramente no, porque el foco de los medios se centró en la supuesta “purga” televisada y en directo de un expresidente del país. Da igual que ese aventurado argumento fuese el más alejado de la idiosincrasia, la tradicional prudencia o el respeto reverencial de los chinos hacia sus mayores, más todavía si son exmandatarios. Para un tropel de periodistas y supuestos expertos esa era la gran “noticia” del congreso y así debía difundirse.
También las referencias a Taiwán, en las que el presidente chino fue más moderado de lo esperado, se convirtieron por arte de birlibirloque en una nueva “amenazadora agresión china”. No digamos la composición del nuevo Comité Permanente del PCCh, en el que Xi Jinping, “llenó de leales la cúpula dirigente” como si los presidentes europeos o de cualquier otra parte se dedicasen a sembrar de traidores el sanedrín de sus partidos.
No está de más recordar el punto 8 del Código Internacional de Ética Periodística de la UNESCO: el verdadero periodista respeta el carácter distintivo, el valor y la dignidad de cada cultura, así como el derecho de cada pueblo a escoger libremente y desarrollar sus sistemas políticos, social, económico o cultural. O el 9: el compromiso ético por los valores universales del humanismo previene al periodista contra toda forma de apología o de incitación favorable a las guerras de agresión y la carrera armamentística, especialmente con armas nucleares, y a todas las otras formas de violencia, de odio o de discriminación, especialmente el racismo.
Pero el periodismo actual parece estar en su salsa respetando bien poco el valor y la dignidad de cada cultura, no digamos el derecho de cada pueblo a escoger libremente y desarrollar sus sistemas políticos y sociales.
Otro tanto sucede con la información de la guerra de Ucrania, en la que no solo Putin es el demonio con cuernos, sino que todos los rusos son malvados innatos, cuyo Ejército puebla las ciudades de cadáveres, mientras el ucraniano combate por lo visto entre algodones. Por eso, países como Holanda, Bélgica, Dinamarca, la República Checa, Eslovaquia o Finlandia, además de los bálticos, han prohibido la entrada a todos los ciudadanos rusos. Debe ser que son malos per se, aunque huyan de Putin.
Y lo mismo pasa con otros países a los que conviene demonizar, ya se llamen Cuba, Venezuela, Siria, Irán y ahora India o Arabia Saudí, con los que el hegemón, de repente, se ha enfadado y ya no está contento. El poder señala el objetivo y los medios acuden prestos a describirnos las características de su mundo al revés.
Será un acabo de mundo
Cuando en los mares profundos
Las arboledas florecen.
Javier García es periodista. Ha sido jefe de corresponsalías en Medio y Extremo Oriente, Latinoamérica, Europa y África, además de enviado especial a diferentes conflictos bélicos. Actualmente, es profesor de Periodismo en la Universidad Renmin de Pekín. Su último libro es China, amenaza o esperanza.