Lula no consigue la mayoría absoluta y se la jugará con Bolsonaro en la segunda vuelta
JUAN MIGUEL MUÑOZ
São Paulo
Luiz Inácio Lula da Silva venció ayer en la prima vuelta de las elecciones presidenciales celebradas en Brasil. Pero fue un triunfo amargo. El dirigente del Partido de los Trabajadores (PT) consiguió el 48,43% de los votos, mientras su rival, el presidente en ejercicio, Jair Bolsonaro, alcanzaba el 43,20% de los sufragios. Una derrota con sabor a victoria. El 30 de octubre ambos se enfrentarán en la segunda vuelta. Hasta esa fecha la lucha entre ambos aspirantes va a ser encarnizada.
Los semblantes de ambos líderes políticos eran bien expresivos ya entrada la noche. Aunque es un luchador nato y sus opciones de triunfo son aún notorias, Lula, que compareció en São Paulo, era la imagen de la decepción. Prometió perseverar y dijo que él nunca logró vencer en el primer turno de los comicios. Bolsonaro, en cambio, se mostraba confiado y desafiante en Brasilia. La víspera de los comicios, las encuestas auguraban que Lula da Silva podía cosechar el 50% más uno de los votos para convertirse en presidente a partir del 1 de enero. Pero los sondeos fallaron estrepitosamente. Y no porque Lula no se aproximara a la mayoría absoluta, sino porque Bolsonaro consiguió casi 10 puntos más de lo que auguraban los sondeos. Tras conocerse el resultado, el presidente arremetió contra Datafolha e Ipec, las principales empresas encuestadoras del país. Miembros de la campaña bolsonarista ya habían advertido en las últimas semanas que sus sondeos particulares situaban la diferencia entre los principales aspirantes en cuatro o cinco puntos. Acertaron de pleno.
En este país, de 215 millones de habitantes y 156 millones de electores, se celebraban también comicios a gobernador en los 26 Estados y en el Distrito Federal, y elecciones al Congreso, además de elegirse un tercio del Senado. Y es en este ámbito del Legislativo en el que el triunfo de Bolsonaro fue contundente. El partido del presidente y sus aliados consiguieron 99 de los 513 que tiene la Cámara de Diputados, un excelente resultado en un Cámara siempre muy fragmentada. También logró 14 de los 27 senadores en juego y el triunfo de varios gobernadores, algunos de ellos ex ministros de Bolsonaro que generaron escándalos por sus políticas medioambientales o por las medidas de combate al Coronavirus. En São Paulo, el Estado más poblado (47 millones de habitantes, un 22% de la población brasileña) y pujante del país, el candidato bolsonarista Tarcisio Gomez superó en siete puntos al aspirante Fernando Haddad, del PT. Los sondeos concedían a Haddad una ventaja de ocho puntos.
Los comicios evidencian una tendencia de enorme importancia para el futuro de Brasil: el Bolsonarismo no es un fenómeno pasajero; no fue una reacción al hartazgo de buena parte del electorado que en 2018 castigo al PT tras 14 años en el poder. La ultraderecha ha echado raíces en un país eminentemente conservador que ve cómo el evangelismo, gran aliado de Bolsonaro y de los candidatos de derecha, avanza sin freno ante la mirada estupefacta de los partidos progresistas, incapaces de reaccionar, al menos de momento. Los analistas políticos opinaban anoche que las encuestas no han sabido detectar la magnitud del apoyo de evangelismo a los candidatos conservadores. Y todo indica que asuntos como la mala gestión de la pandemia no han tenido la incidencia esperada entre sus seguidores.
Pero las elecciones también han dejado muy claro que el panorama para la izquierda se complica mucho para el futuro. Al margen del crecimiento del pentecostalismo y neopentecostalismo, los candidatos del PT tuvieron un pobre desempeño en los Estados de la región Sur (Río Grande del Sur, Santa Catarina y Paraná), Sudeste (São Paulo, Minas Gerais, Río de Janeiro y Espirito Santo) y del Centro-Oeste (Goias, Mato Grosso, Mato Grosso del Sur y Brasilia). Se trata de las tres regiones más prósperas y pobladas de Brasil. La región Nordeste (Bahía, Alagoas, Sergipe, Pernambuco, Paraíba, Río Grande do Norte, Ceará, Maranhao y Piauí) sigue siendo el bastión de Lula, de origen pernambucano, donde se hizo con dos tercios de los sufragios.
No obstante, Lula demostró que sigue teniendo carisma, que buena parte del electorado considera que fue un buen gobernante, y que conserva su gancho electoral. Sólo un ejemplo: en el Estado de São Paulo, el candidato del PT, Fernando Haddad, consiguió tres millones de votos en las elecciones de 2018. Lula supero ayer los 10 millones. Sin embargo, si el ex sindicalista logra vencer en la segunda vuelta, tendrá que afrontar un panorama político extremadamente complejo.
La bancada bolsonarista en la Cámara de Diputados y en el Senado hará todo lo posible para minar su Gobierno y su presidencia. Eso al margen de la dificultad de negociar con los partidos del llamado Centrão, un conglomerado de grupos y caciques regionales que venden su apoyo sin recato al mejor postor.
¿Quién se instalará en el Palacio de Planalto, sede la presidencia a partir del 1 de enero? Bolsonaro confía en remontar desde atrás y en el empuje que ha demostrado en la primera vuelta. El presidente ultraderechista prometió ayer explicar al electorado que la situación económica está mejorando paulatinamente y que lo hará más en los próximos meses. Y advirtió –poniendo como ejemplos a otros países del continente con gobiernos de izquierda (Argentina, Venezuela, Nicaragua) o que han girado recientemente a la izquierda (Chile, Colombia) que los cambios a veces son perjudiciales.
Lula podrá contar, presumiblemente, con el apoyo de Simone Tebet, la candidata que superó el 4% de los votos y que ha mostrado a lo largo de su campaña su animadversión hacia Bolsonaro. Con otro histórico político y cuatro veces candidato a la presidencia, Ciro Gomes, no está nada claro que Lula pueda contar a pesar de su programa progresista. Lo seguro es que el candidato del PT intentará negociar con los dirigentes del PSDB –el histórico partido de centro-derecha del ex presidente Fernando Henrique Cardoso (1994-2002)–, un partido que ha sufrido una debacle en las urnas: por primera vez en 30 años su candidato a gobernador en São Paulo no competirá en la segunda vuelta.
Juan Miguel Muñoz es periodista y vive en Brasil