Investigar para sobrevivir
JAVIER GARCÍA
Pocas empresas en el mundo han sido tan atacadas desde un Estado como lo ha sido la tecnológica china Huawei por parte del gobierno de EEUU. Colocada en listas negras, impedida de hacer negocios en Estados Unidos y también de importar en cualquier parte del mundo material para semiconductores que tenga un mínimo de tecnología o componentes estadounidenses. Vetada para instalar sus redes 5G en multitud de países por la presión de Washington, imposibilitada de usar el sistema operativo Android de Google en sus teléfonos móviles.
Todo ello en nombre de la “seguridad nacional”, la nueva expresión multiusos acuñada por Washington para retorcer cuando le conviene la competencia en igualdad de condiciones y las reglas básicas del “libre mercado” en el que supuestamente se fundamenta todo su sistema económico.
EEUU propició además el arresto en Canadá de Meng Whanzou, su directora financiera e hija del fundador de la compañía china, Ren Zhengfei, acusándole de haber violado las sanciones contra Irán.
La misma estrategia ha empleado con decenas de grandes tecnológicas chinas como ZTE, China Telecom, SMIC o biotecnológicas como BGI y tiene previsto arremeter ahora también contra Bytedance, propietaria de Tiktok, otra de las compañías que le han comido el terreno en su propio campo a las grandes tecnológicas norteamericanas. Cualquier empresa china que lo hace mejor que las estadounidenses se convierte en una amenaza para la seguridad nacional. Da igual en que sector se encuadre. Muchas voces piden ya ahora la prohibición de Shein, la empresa textil china que ha despegado en el mercado norteamericano vendiendo ropa a un precio asequible.
Huawei es el mascarón de proa de este inédito ataque desde un estado a las compañías de otro, algo difícil de encontrar en los anales del capitalismo.
La compañía fundada por Ren Zhengfei, que empezó vendiendo conmutadores telefónicos en un piso de Shenzhen, en el sur de China, en 1987, experimentó un crecimiento vertiginoso a partir de la primera década de 2000, gracias sobre todo a la reinversión de buena parte de sus beneficios en investigación y desarrollo.
En 2012 superaba a Ericsson y se convertía en el mayor fabricante de equipos de telecomunicaciones del mundo. En 2020 adelantaba a Samsung como el mayor fabricante de teléfonos inteligentes. Su negocio de software y de computación en la nube empezaba a competir con los gigantes estadounidenses IBM y Oracle. Sus redes de telefonía móvil 5G estaban años por delante de sus competidores. Huawei se estaba convirtiendo en el líder mundial indiscutible en telecomunicaciones.
UN ATAQUE SIN PRECEDENTES
Una situación que el “libre mercado” estadounidense no podía permitir. Desde 2019 y con la famosa excusa de la “seguridad nacional”, Washington lanzó un ataque sin precedentes contra una compañía privada. Al margen de las prohibiciones e inclusión en listas negras, las presiones a los aliados de EEUU para que no tuviesen negocios con Huawei fueron enormes. Infinidad de contratos de instalación de sus redes 5G, más desarrolladas y baratas que las de sus competidores, comenzaron a cancelarse en Europa, Australia, Canadá, Nueva Zelanda e incluso en países de Latinoamérica, África y Asia, aunque gran parte del Sur global siguiese contratando con la compañía.
Los resultados fueron devastadores. Tras años de crecimiento ininterrumpido, sus ventas comenzaron a bajar desde 2019 y se desplomaron cerca de un 30% en 2021. Su negocio internacional de teléfonos móviles cayó en picado un año después de haberse convertido en líder mundial del sector. Las pérdidas fueron de al menos 30.000 millones de dólares anuales en este segmento del mercado desde que comenzaron las sanciones.
La compañía emprendió una lucha a vida o muerte por la supervivencia, diversificando su oferta a infinidad de campos relacionados con la aplicación industrial del 5G, las soluciones en la nube, la inteligencia artificial o la conducción autónoma. Y al mismo tiempo, aumentó considerablemente los ingentes recursos que destinaba a la investigación.
Ya en la pasada década había doblado su inversión en Investigación y Desarrollo (I+D). En 2021 dedicó a ese concepto 22.100 millones de dólares, el 22,4% de sus ingresos, casi el doble que Amazon y Alphabet (Google) y más del triple que Apple. Huawei destina más recursos a I+D que la mayoría de los gigantes tecnológicos de EEUU combinados y mucho más que cualquier otra compañía europea de sus características. Solo Meta y Microsoft se han acercado algo a sus cifras.
MÁS DE LA MITAD DE SUS EMPLEADOS SE DEDICAN A LA INVESTIGACIÓN
Y el pasado año ha incrementado todavía más su apuesta: pese a que sus beneficios cayeron un 68.7%, la empresa destinó a investigación un 25,1% de sus ingresos, una inversión récord en los últimos diez años y una de las mayores de su historia.
Huawei es propiedad de sus trabajadores. Su fundador, Ren Zhengfei, controla el 0,9 % de las acciones y el 99% restante se reparte entre más de la mitad de sus 200.000 trabajadores en todo el mundo.
Esa propiedad colectiva, inédita en una empresa tecnológica de su tamaño, es la que le ha permitido financiarse, invertir gran parte de sus beneficios en investigación e incentivar a sus ingenieros.
Nadie que no pertenezca a la compañía puede poseer acciones, a las que solo tienen acceso los empleados. Por ello, no cotiza en bolsa, lo que la expone menos a los vaivenes especulativos del mercado y a la presión de obtener dividendos a corto plazo.
Si tuviese inversores ajenos a la empresa -nacionales o extranjeros- estos querrían maximizar los beneficios por lo que no podría dedicar tantos recursos a la investigación.
La propiedad colectiva posibilita una inversión sostenida en I+D en ciclos poco favorables o de recesión, lo que supone una gran baza a su favor, además de proporcionar también beneficios a los empleados.
Pese a las dificultades por las sanciones, Huawei repartió el pasado año 9.650 millones de dólares de dividendos entre los 131.507 trabajadores de la empresa con acciones. Cada uno de ellos recibió de media más de 73.000 dólares.
A finales de 2022, 110.000 empleados de Huawei, o un 55,4% de su plantilla, trabajaban en investigación y desarrollo, la mayor cifra de toda su historia, tanto en número de personas como en porcentaje.
Es una de las compañías del mundo con mayor número de patentes. El pasado año contaba con 120.000 patentes activas y era líder en terrenos como las comunicaciones móviles, las de corta distancia y los códecs de vídeo. Cientos de empresas en el mundo han alcanzado acuerdos con ella para usar sus tecnologías.
Según la Organización Mundial de Propiedad Intelectual (WIPO), Huawei fue la empresa que presentó más solicitudes de registro de patentes en 2022, con más de 7.600.
Cerca de 350 millones de teléfonos 5G han usado sus patentes el pasado año, así como el 45% de las conexiones de comunicaciones de datos mundiales.
Un estudio de la consultora multinacional Clarivet la sitúa como líder, con gran diferencia, de las patentes esenciales relacionadas con las redes 5G, por delante de las coreanas Samsung y LG o la estadounidense Qualcomm.
Dispone de 37 centros de innovación y 14 de investigación alrededor del mundo y el próximo año abrirá uno en Shanghái, con una superficie del tamaño de 130 campos de fútbol y capacidad para entre 30.000 y 40.000 empleados.
“El verdadero valor de Huawei está en las capacidades de I+D que hemos acumulado a través de nuestra constante inversión de largo plazo en investigación”, dijo Meng Wenzhou durante la presentación de los resultados anuales de la empresa.
EL GASTO CHINO EN INVESTIGACIÓN ALCANZA EL 2,55% DEL PIB
El esfuerzo inversor en investigación arroja resultados: en marzo se publicó que Huawei, junto a otros fabricantes chinos, habían desarrollado las herramientas de diseño necesarias para crear semiconductores de 14 nanómetros de tamaño e incluso inferiores.
A finales de abril, la compañía anunció que había conseguido desarrollar un nuevo software totalmente propio para planificar sus recursos empresariales y reemplazar a otro que empleaba tecnología estadounidense, que ya no podía usar. “Hoy estamos orgullosos de anunciar que hemos superado ese obstáculo. ¡Hemos sobrevivido!, afirmó Tao Jingwen, presidente de Calidad, Procesos Empresariales y Gestión de IT.
Los grandes fabricantes de semiconductores chinos como SMIC o Hua Hong han redoblado su inversión los últimos años para conseguir fabricar más y mejores chips. Las sanciones estadounidenses han sido un aliciente en este sentido para que China diera el salto definitivo para conseguir la autosuficiencia tecnológica.
“La industria de semiconductores de China no se va a quedar parada, renacerá bajo las sanciones de EEUU y se convertirá en una industria fuerte y autosuficiente”, aseguró el presidente rotatorio de Huawei, Eric Xu, durante la presentación de los resultados anuales el pasado marzo.
Huawei es el buque insignia que marca al camino al resto del sector en China, que está dedicando ingentes recursos a la investigación en una carrera contrarreloj para conseguir la independencia tecnológica.
El gasto chino en I+D creció un 10,4 % en 2022 hasta los 456 mil millones de dólares, lo que supone el 2,55% del PIB, uno de los mayores niveles alcanzados nunca.
Ha sido la apuesta por la investigación la que posibilitó el crecimiento de Huawei y la situó por delante de sus competidores internacionales en la última década en campos como las redes 5G. Y la compañía pretende que lo sea también ahora cuando la autosuficiencia tecnológica se ha transformado en un asunto de supervivencia.
Xu sintetizó la resilencia de la empresa en una imagen proverbial china: “Huawei es como la flor del ciruelo, que suele crecer más dulce cuanto más duras son las heladas del invierno”.
Javier García es periodista. Ha sido jefe de corresponsalías en Medio y Extremo Oriente, Latinoamérica, Europa y África, además de enviado especial a diferentes conflictos bélicos. Actualmente, es profesor de Periodismo en la Universidad Renmin de Pekín. Su último libro es China, amenaza o esperanza.