Guyana, la punta de lanza de EEUU para expandirse militarmente en América Latina

KAREN MÉNDEZ

Estados Unidos pretende utilizar una histórica controversia territorial entre Venezuela y Guyana por el Esequibo para promover un conflicto armado en América Latina, justificar una expansión militar en la región y así tomar el control de las inmensas riquezas del continente, tal como lo confesó la jefa del Comando Sur, Laura Richardson, a inicios del año 2023 cuando dijo que para Estados Unidos «América Latina es importante» por el triángulo del Litio en Argentina, Bolivia y Chile y por el petróleo descubierto en Guyana (realmente en el Esequibo). Dijo que, por estas razones, «intensificarían su juego», tal como se está viendo.

Pero para comprender en su justa dimensión lo que está sucediendo es preciso aclarar punto por punto lo que sucede.

¿Qué es el Esequibo?

La Guayana Esequiba o también conocido como el Esequibo es un territorio de 159.500 kilómetros cuadrados que siempre ha pertenecido a Venezuela, tal como quedó establecido en los mapas y documentos de este país cuando era una colonia española con la Capitanía General de 1777 y como quedó establecido en las primeras constituciones de Venezuela cuando sus libertadores conquistaron la independencia y recuperaron el control de todo el territorio del dominio español.

El Reino Unido, una vez que se apoderó de Las Malvinas argentinas, quiso tomar el control del Esequibo por dos razones: por los inmensos yacimientos de oro que había en esas tierras y porque apoderándose de las bocas del río Orinoco podría controlar el comercio marítimo en Suramérica.

Guyana y el Laudo Arbitral de 1899

Guyana alega que el Esequibo es de ellos porque así lo estableció el Laudo Arbitral de 1899. ¿Y qué es esto? El Laudo Arbitral es un fallo judicial que dictó un tribunal francés en 1899. Y es que como Venezuela nunca dejó de denunciar la expansión británica en ese territorio, los ingleses amenazaron con usar la fuerza.

En ese momento entró en escena Estados Unidos que, ya perfilándose como potencia mundial y ya pregonando su Doctrina Monroe de «América para los americanos» alertó al Reino Unido que no permitiría el uso de la fuerza de una potencia extranjera en este continente sin su consentimiento, así que les propuso ir a un arbitraje internacional o de lo contrario entrarían en una confrontación bélica con ellos. Los británicos, ya agobiados por tantos conflictos armados, aceptaron, pero con dos condiciones: que Venezuela no tuviera representación legal directa en ese juicio y que no entregarían nada de lo ocupado. Y fue así como se llegó al Laudo Arbitral de 1899, una sentencia judicial que falló a favor de los británicos y despojó a Venezuela del 15% de su territorio.

Sin embargo, a finales de los años 40 uno de los abogados que participó en ese juicio, Severo Mallet Prevost, confesó casi al final de su vida que ese juicio fue una componenda política en contra de Venezuela, que se utilizaron mapas falsos pagados por el Reino Unido y que los jueces fueron presionados por EEUU y el Reino Unido para que fallaran a favor de los británicos.

El Acuerdo de Ginebra de 1966

Esta confesión generó una ola de indignación en Venezuela, provocó que el Laudo Arbitral se declarara nulo, írrito e ilegal, y en el año 1962 llevó el caso ante la Organización de Naciones Unidas. Poco después, el Reino Unido, viéndose al descubierto, aceptó firmar con Venezuela el conocido Acuerdo de Ginebra de 1966, el único mecanismo legal vigente sobre este asunto que establece que esta controversia debe resolverse de forma pacífica, negociada y satisfactoria para ambas partes. Sin embargo, tres meses después cedió la independencia a la que entonces era la Guayana Británica (ahora República Cooperativa de Guyana) y se desentendió del tema.

Desde entonces, la controversia con Guyana por este territorio se llevó, con sus altos y bajos, de una forma pacífica.

EEUU entra en escena otra vez

Sin embargo, en 2015 otra vez la participación de Estados Unidos marcó un punto de giro en esta historia, y es que la transnacional estadounidense ExxonMobil anunció el descubrimiento de importantes yacimientos petrolíferos en el Esequibo.

A partir de ese momento, los dos últimos gobiernos de Guyana han tomado una serie de acciones que han tensado las relaciones con Venezuela:

  1. Desecharon el Acuerdo de Ginebra de 1966
  2. Sacaron del baúl de los recuerdos el Laudo Arbitral de 1899 para argumentar que el Esequibo les pertenece.
  3. Estrecharon alianzas militares con Estados Unidos. El Departamento de Defensa no solo entrena a sus militares, sino que a través del Comando Sur realiza constantes ejercicios armados cerca del Esequibo apuntando a Venezuela.
  4. Y empezaron a licitar bloques petroleros no solo en el Esequibo, en esa zona en reclamación, sino en un mar aún por delimitar e incluso en aguas incontrovertiblemente venezolanas, como las del Delta Amacuro, que son la fachada Atlántica de Venezuela.

¿Y por qué Guyana tomó esta postura?

El cambio de postura de Guyana coincide con el contrato que firmaron en el año 2016 con la ExxonMobil, transnacional conocida por poner y quitar gobiernos en el mundo y por pagar millones de dólares anuales en lobbies de presión.

Raphael Trotman, exministro de Recursos Naturales de Guyana y quien firmó el contrato con la ExxonMobil, cuenta en un reciente libro de su autoría titulado From Destiny to Prosperity que ya en el año 2015, cuando la delegación guyanesa fue a Estados Unidos para asistir a la Asamblea General de la ONU, el más alto funcionario de la ExxonMobil pidió reunirse con ellos para hablar sobre la presencia de su empresa en el Esequibo.

Dice Trotman que en esa reunión se dedicaron a hablar sobre el descubrimiento de petróleo en el Esequibo, el plan de producción y «las amenazas potenciales de Venezuela» por el reclamo de ese territorio.

La Exxon exigió a Guyana dos cosas: garantizar que el Esequibo quedara dentro de los límites territoriales de su país y que Guyana seguiría haciendo valer su derecho sobre esa área; y un contrato seguro y a largo plazo.

Por su parte, Guyana pidió apoyo financiero y ayuda para enfrentar el reclamo de Venezuela.

Sobre la mesa la ExxonMobil puso 18 millones de dólares que, para justificarlo en sus contabilidades, lo llamó «bono firma».

Dice Trotman que, tras esas reuniones, el Gobierno de Guyana desplegó un gran esfuerzo diplomático a escala regional e internacional para «deshacerse de la sombra oscura de las continuas y crecientes amenazas de Venezuela» y que todo esto se pagó con el dinero que les entregó la Exxon.

Con esos recursos, dice Trotman, lograron «formar un equipo jurídico de talla mundial» a la vez que «imploraron al secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, que «utilizara sus poderes en virtud del Acuerdo de Ginebra de 1966 para ir más allá del proceso de buenos oficios y remitir la controversia territorial a la Corte Internacional de Justicia» para que esa corte, no reconocida por Venezuela, diera por terminado este reclamo.

Dice Trotman que, después de mucho esfuerzo «Guterres dio un paso sin precedentes el 30 de enero de 2018 al remitir el asunto a la corte mundial». Para entonces, apunta el exministro guyanés, el equipo legal y de expertos de su país «ya estaba en su lugar, listo y en una posición sólida para presentar su caso» en marzo de 2019.

Para Trotman, estos 18 millones de dólares que entregó la ExxonMobil al anterior Gobierno guyanés se utilizaron de forma satisfactoria y como ejemplo cita «el fallo sobre la competencia que dictó esta corte el 6 de abril de 2023».

El detalle está en que Venezuela, desde los años 40 tiene como doctrina no reconocer a la Corte Internacional de Justicia para resolver asuntos territoriales del país. Desde que se conoció la componenda judicial de la que fue víctima Venezuela con el Laudo Arbitral de 1899, esta nación estableció que nunca más dejaría que un tercero decidiera sobre asuntos territoriales del país.

Sumado a eso, la Corte Internacional de Justicia asumió el caso sin tener el consentimiento del Estado venezolano, como se debe tener en estos casos de controversias territoriales y, además, el Gobierno venezolano alerta que la CIJ está presidida por una exfuncionaria del Departamento de Estado de Estados Unidos, país que desde hace 20 años ha buscado de mil maneras derrocar al Gobierno bolivariano.

Operación mediática y psicológica

A la par, la ExxonMobil y el Gobierno guyanés han desplegado una gran operación mediática y psicológica dentro de Guyana que asegura que esta empresa es sinónimo de prosperidad mientras que Venezuela es un «enemigo peligroso» y «agresor» que quiere anexionarse dos tercios del territorio guyanés.

Todo esto es falso. Venezuela no quiere ni un solo milímetro del territorio guyanés. Venezuela respeta plenamente la soberanía de Guyana, como lo ha hecho durante toda su historia con todos los países del mundo. Venezuela lo que reclama es el Esequibo, un territorio que siempre le ha pertenecido. Pero, además, Venezuela ha dejado siempre claro que apuesta por el camino diplomático, negociado y satisfactorio para ambas partes y en varias ocasiones el presidente Nicolás Maduro ha pedido a su par guyanés, Irfaán Alí, sentarse a dialogar, como lo establece el Acuerdo de Ginebra.

La campaña de mentiras y de miedos no solo ha aumentado la xenofobia contra los venezolanos que viven en Guyana, sino que le ha permitido a su actual presidente, Irfaan Alí, justificar ante la opinión pública utilizar dinero del Fondo de Contingencia para comprar equipos militares a Estados Unidos.

Un ejemplo de esto es el buque Berbice, de 11.5 millones de dólares, que compraron a la empresa estadounidense Metal Shark, empresa que, por cierto, es la que suministra los buques militares a Ucrania.

En notas de prensa de la Metal Shark, apuntan que esta nueva patrulla estadounidense «cambiará las reglas del juego para la seguridad regional» y que su venta a Guyana se logró gracias al lobby de la Embajada de Estados Unidos en Guyana.

La Exxon y sus cantos de sirena

Pero hay algo que no le suelen explicar en su justa medida a los guyaneses, y es que el contrato con la Exxon es totalmente desfavorecedor para ese pueblo.

Por ejemplo, la Exxon solo paga a Guyana 2% de regalías, la tasa más baja de la industria, por todo el petróleo producido y vendido de ese país.

Además, Guyana ha tenido que compartir los ingresos con la Exxon hasta que esta compañía recupere el 75% del costo en el que incurrió para desarrollar el proyecto.

A su vez, del 25% de lo que queda de ganancia debe darle la mitad a la Exxon. Es decir, Guyana solo se ha quedado con el 12,5% de los beneficios de la extracción de petróleo.

Con razón algunos llamaron a esta negociación «el contrato del siglo» y la Exxon califica a Guyana como «la joya de la corona».

Lo más escandaloso es que nada de lo firmado se podrá revertir porque así lo establece este contrato y porque el presidente guyanés insiste que se debe respetar «la santidad» de este acuerdo.

Pero, además, recientemente diarios guyaneses informaron que tras unas auditorias se detectó que la Exxon utilizó parte de las ganancias de Guyana para cubrir anuncios de promoción de su empresa en redes sociales, así como espectáculos, fiestas, cuotas escolares y choferes para los trabajadores expatriados de la Exxon.

Ganan pocos, pierden muchos

De este conflicto que quieren provocar entre Venezuela y Guyana, Estados Unidos sale ganando por todos lados: podrá asegurarse el petróleo barato que tanto necesita para su supervivencia (sin importar los precios o las cantidades de producción que establezca la OPEP), su transnacional Exxon podrá reflotar, como lo ha hecho, después de varios años en caída libre, podrá seguir abonando esfuerzos para sacar del juego político a Venezuela y romper con la unidad latinoamericana y caribeña, que tanto ha frenado sus planes en la región, también reforzar su plan de sacar del juego comercial a Venezuela como proveedor de petróleo para así volver a abrirle paso a sus transnacionales, sus empresas armamentistas podrán aumentar sus ventas con el envío de equipos militares a Guyana y el Pentágono tendrá un nuevo espacio para expandir su presencia militar en la región para así apoderarse de los recursos naturales y minerales de América Latina.

Los que perderán serán los mismos de siempre: los pueblos, a quienes le venden supuestos derechos como el «derecho a defenderse», el «derecho a pertenecer y expandirse», el «derecho a ser libres» o a «desarrollarse», cuando en realidad lo que hacen es utilizarlos como carne de cañón para proteger los intereses de Estados Unidos en el mundo. Porque al final de toda esta historia, no es que Estados Unidos solo quiera arrebatarle el Esequibo a Venezuela, es que también se lo quiere quitar a los guyaneses para que sean las grandes transnacionales estadounidenses las que controlen todas las riquezas de esa región.

Karen Méndez es periodista venezolana.

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