Biden–Xi: una cumbre anticiclónica
XULIO RÍOS
¿Puede la cumbre de San Francisco alejar las borrascas de las turbias relaciones sino-estadounidenses? No se esperaban muchos anuncios importantes, dándose por descontado algunos avances. Así fue. Pero la atmosfera bucólica del Jardín Filoli donde en su día se grabaron algunos capítulos de la popular serie Dinastía, no fue suficiente para alejar del todo las diferencias de fondo que subsisten entre las dos grandes potencias.
Problemas como Taiwán, la expansión del arsenal nuclear de China o la prohibición estadounidense de exportar microchips avanzados han dividido a los dos países y representan un tren de borrascas de difícil encaje atmosférico.
Pese a todo, ambas partes se conjuraron para resaltar lo positivo del encuentro. Biden afirmó que las conversaciones habían sido “constructivas y productivas”. Destacó que cuando la comunicación se rompe es “cuando suceden los accidentes”.
Sin embargo, en el encuentro con los periodistas después de la cumbre, Biden volvió a utilizar la palabra “dictador” para referirse a Xi, como ya había hecho a principios de año. En China, ese tipo de reacciones, una vez concluido el encuentro y ante los medios de comunicación, se interpretan como un desaire en toda regla que nada aporta a que se abran claros en las relaciones bilaterales.
La retórica de las declaraciones de ambas partes no se apartó un milímetro de lo conocido. EEUU reiteró sus promesas de no buscar una nueva guerra fría ni cambiar el sistema político chino, no busca tampoco revitalizar las alianzas contra China ni tiene intención de provocar un conflicto con China, rechazando que apoye la independencia de Taiwán.
China, por su parte, sin olvidar reclamar coherencia entre las palabras y los hechos, hizo lo propio: no busca la hegemonía, no ambiciona crear zonas de influencia, el mundo es lo suficientemente grande para que todos puedan maximizar las oportunidades, etc. Pero mientras EEUU reiteró su enfoque de las relaciones en términos de competencia, Xi se opuso a ello, aunque dijo no temerla.
Biden puede presentar como un éxito los acuerdos logrados en materia de cooperación antinarcóticos (fentanilo), con la creación de un grupo de trabajo; también la reanudación de la comunicación entre los ejércitos o el diálogo sobre inteligencia artificial y su uso en el ámbito militar. Xi, por su parte, logró el levantamiento de sanciones contra algunas entidades y empresas. Para ambos, lo resaltable verdaderamente es la institucionalización de la capacidad de hablar directamente.
Los lazos económicos entre ambos países están profundamente entrelazados y, en efecto, pese a los desacuerdos, siguen actuando como relativo pilar moderador de las tensiones generales. Pero también son el espejo de las tensiones. No hay retroceso en el tiempo y persiste la hostilidad en materia tecnológica como también las restricciones selectivas a las exportaciones o las inversiones.
Las visiones respecto a los grandes conflictos internacionales del momento, de Ucrania a Palestina, eran dispares y así siguen. En materia climática se mantendrá la cooperación.
Las isobaras de Taiwán
También en la cuestión de Taiwán sigue habiendo diferencias profundas: Xi ha pedido que Washington deje de armar a la isla rebelde y apoye la reunificación pacífica de China. Biden, en cambio, puso el acento en la oposición a cualquier cambio unilateral en el statu quo y pidió moderación en las acciones militares del EPL.
A mayores, exigió a Xi que China se abstenga de interferir en la campaña electoral en curso en la isla de cara a los comicios legislativos y presidenciales de enero del próximo año. Paradójicamente, el ex alcalde de Taipéi, Ko Wen-je, denunciaba en paralelo que el Instituto Americano en Taiwán, la embajada de facto de EEUU en las isla, le exigió aclaraciones sobre si la decisión de establecer una coalición entre su partido, el PPT, y el KMT se había tomado bajo presión de Beijing…..
¿Qué garantías nuevas se han dado en este tema? Públicas, pocas; privadas, quizá alguna más. Taiwán se ha reafirmado como el asunto clave de la relación. Con independencia de si ganan o no los soberanistas del PDP en enero, EEUU enfatizó que no apoya la independencia de la isla. Xi, al parecer, aseguró que no planea acción militar alguna, ni para 2027 ni para 2035, como aventuran algunas voces en EEUU. Biden rechazó la petición de cesar en la venta de armas a Taipéi. ¿Se moderarán?…
Biden tiene serias dificultades para moderar los desencuentros en un asunto en el que el Congreso hace tiempo ha adoptado una posición que Beijing interpreta como desafiante. Solo en 2022, 28 congresistas visitaron Taipéi, marcando un récord en diez años. Entre ellos se encontraba la entonces presidenta de la Cámara de Representantes, la demócrata Nancy Pelosi, quien se convirtió en la funcionaria estadounidense de mayor rango en viajar a Taiwán en un cuarto de siglo.
A pesar de las intenciones declaradas de estabilizar las relaciones bilaterales entre Washington y Beijing, ambas partes son conscientes de los numerosos obstáculos para lograrlo. Y uno de ellos y no menor es el Congreso de EEUU, que se ha convertido en uno de los principales impulsores de la confrontación con China.
En la víspera del encuentro, la Comisión de Revisión Económica y de Seguridad Estados Unidos-China publicó un informe anual para el Congreso estadounidense en el que afirmaba que “el resultado de las reuniones previas de alto nivel entre EEUU y China fue simplemente una promesa de más reuniones, es decir, más conversaciones en lugar de acciones concretas”.
El informe concluía que, a pesar de las nuevas rondas de compromiso diplomático, la trayectoria de las relaciones entre ambos países no había hecho más que empeorar.
La atención del Congreso hacia China se ha incrementado exponencialmente en los últimos años. Entre 2013 y 2021, el número de proyectos de ley que afectan al país asiático se multiplicó por seis. Las menciones a China en el proyecto de presupuesto militar anual de EEUU se han multiplicado por diez en los últimos cinco años, pasando de 32 en el presupuesto de 2018 a 268 en el de 2023.
Durante este tiempo, el Congreso reforzó los lazos de EEUU con Taiwán, autorizó miles de millones de dólares de gasto militar para contrarrestar al EPL, restringió el acceso de China a los semiconductores, cuestionó la legitimidad del PCCh y apoyó los esfuerzos para crear una amplia coalición regional y mundial contra Beijing.
¿Anticiclón?
El principal éxito de la cumbre, por tanto, es situar a ambos países ante el reto de evitar que las relaciones sigan empeorando, fijando diques para ello. Los marcos en forma de principios, intereses centrales, líneas rojas, etc., se han reiterado. Biden no desea más problemas ante la contienda electoral que se avecina. Xi, por su parte, necesita centrarse en los asuntos internos. Si algo dejó entrever la cumbre es que, en este preciso instante, a ninguna de las partes interesa el conflicto.
Entramos, pues, en un relativo periodo de gracia con más diálogo y consultas, quizá recuperando parte del entramado bilateral construido durante el mandato Obama-Hu.
Donald Trump optó por una política de confrontación con China al considerar que los problemas de empleo en su país serían resueltos mediante la reversión del déficit comercial y el otorgamiento de incentivos a las empresas norteamericanas para que retornaran a casa e incrementaran los empleos. Ninguno de los objetivos se ha logrado. Pese a todo, Biden no se ha alejado de la lógica de relacionamiento con China impresa por Trump. Y deberá ser “firme” con China de cara a las elecciones de 2024.