Sevim Dagdelen: los gigantescos planes de rearme de la UE y la OTAN no tienen que ver con la defensa
PASCUAL SERRANO
La que fuera diputada en el Bundestag alemán y portavoz de asuntos internacionales del grupo parlamentario del partido de Sahra Wagenkecht, BSW, Sevim Dagdelen, ha estado por España (Madrid y Valencia) presentando su libro “La OTAN. Un ajuste de cuentas con la alianza de valores”, editado en España a principios de año. Anteriormente, fue responsable de Die Linke en las comisiones de Exteriores, Defensa, Interior y Economía.
Sobre su libro, pero también sobre Europa y la guerra de Ucrania, hemos charlado. (Gracias a Carlos García Hernández, de la editorial Lola Books, por la traducción).
La Comisión Europea ha planteado movilizar 800.000 millones de euros para Defensa en la UE. Su país, Alemania, ha sido el primero en apoyar y solicitar la excepción fiscal para poder superar el límite del déficit si es para Defensa. La principal contradicción que veo es que se dice que ese gasto se necesita para que Europa tenga una Defensa propia porque EEUU ya no está dispuesto a asumirla pero, por otro lado, si seguimos en la OTAN, ese dinero será para la estructura militar de la Alianza.
Quiero decir que, al final, con la coartada de soberanía europea, terminamos aceptando las exigencias de Estados Unidos y la OTAN de aumentar el gasto militar. ¿Qué piensa?
La escalada de los últimos días en la guerra de Ucrania también se debe a la OTAN. Sin el apoyo de la alianza militar, el ataque de Ucrania contra las fuerzas nucleares rusas sería difícilmente concebible, incluso puede haber sido planeado y coordinado en el cuartel general de la OTAN para Ucrania en Wiesbaden. Occidente se arriesga así a una tercera guerra mundial. El objetivo geopolítico de la OTAN sigue siendo, como dijo la ministra de Asuntos Exteriores Baerbock, «arruinar a Rusia». Se trata de un peligroso juego con fuego, alimentado por una profunda rusofobia.
Está claro que los gigantescos planes de rearme de la UE y la OTAN no tienen que ver con la defensa. Por el contrario, pintan el cuadro de una guerra que se avecina. El plan consiste en fijar un objetivo del 5% del PIB para el gasto militar en la cumbre de la OTAN en La Haya los días 25 y 26 de junio de 2025. Esto se correspondería con más de 3 billones de euros, 18 veces el gasto militar de Rusia.
Estados Unidos se centra en su principal competidor, China, y exige a los europeos que se armen contra Rusia. Se trata de una nueva división del trabajo en el seno de la OTAN. El objetivo del pacto militar sigue siendo asegurar la hegemonía mundial de EEUU. En el pasado, los Estados europeos de la OTAN renunciaron a su soberanía a cambio de una promesa de seguridad. Hoy, el precio es mucho más alto. Países como Alemania están siendo empujados al frente de batalla de una guerra por delegación en Ucrania.
A través de los acuerdos de cooperación entre la OTAN y la UE, la UE se ha degradado a sí misma hasta ser un ejecutor obediente del pacto militar de acuerdo con un molde único para la política de armamento. El creciente gasto militar de Europa está únicamente al servicio de la lucha geopolítica de Estados Unidos por mantener su supremacía, controlada por los fondos de inversión estadounidenses, que ahora se han convertido en actores políticos centrales. Estamos ante la oligarquización de la política en Estados Unidos. Al final, no se trata de los intereses europeos, sino de vasallaje.
En su libro, La Otan. Un ajuste de cuentas con la alianza de valores, usted repasa los mitos falsos de la Alianza, ¿en qué ha mentido la OTAN?
La OTAN afirma ser una alianza defensiva, pero al mismo tiempo ha librado guerras de agresión en todo el mundo, por ejemplo en Yugoslavia y Libia. Estados Unidos, el principal miembro de la OTAN, es responsable de millones de muertes como resultado de invasiones como la de Irak. La OTAN es parte integrante de estos actos de agresión y debe rendir cuentas. Por tanto, no se puede hablar de defensa cuando se habla de la OTAN. Además, ahora la OTAN está centrada en su expansión por Europa y Asia y en una escalada de la guerra por delegación. Desde luego, la defensa es todo menos esto.
Otro mito es que la OTAN es una «alianza de valores». Sin embargo, si nos fijamos en Gaza, vemos cómo los dos principales Estados de la OTAN, Estados Unidos y Alemania, están apoyando a un gobierno israelí de extrema derecha al que están suministrando armas. Organizaciones de derechos humanos como Amnistía Internacional y Human Rights Watch hablan de genocidio. ¿Qué valores se representan cuando se promueve el genocidio? También en este caso la OTAN en su conjunto debe rendir cuentas. Ningún Estado miembro ha planteado en el Consejo de la OTAN que Estados Unidos y Alemania apoyan los siniestros crímenes de guerra de las fuerzas de seguridad israelíes.
La autoimagen de la OTAN como defensora de la democracia y el Estado de derecho es pura hipocresía. Portugal, bajo la dictadura de Salazar, era miembro de la OTAN, y la España fascista de Franco también fue reconocida internacionalmente gracias a su pacto militar con los EE.UU. Hoy vemos cómo se apoya a Al Qaeda en Siria o a batallones de extrema derecha como el regimiento Azov en Ucrania. La supuesta defensa de los valores democráticos sirve como fachada a sus intereses geopolíticos, aunque ello signifique apoyar a terroristas islamistas o a regímenes fascistas.
Yo tengo la sensación de que el país que ha caído más bajo en servilismo está siendo Alemania: aceptando la destrucción de los gasoductos, sufriendo más que ningún otro país europeo las sanciones contra Rusia, apoyando incondicionalmente a Israel y reprimiendo las manifestaciones propalestinas. De todo ello habla usted en su libro. Y, sin embargo, el resultado de todo ello parece que solo beneficia a la ultraderecha.
Mediante la producción de los misiles Taurus, que podrían alcanzar Moscú, el gobierno alemán se arriesga a entrar en guerra. Alemania va camino de convertirse de nuevo en un Estado militar. Me sorprende lo poco que se reconoce esto en otros países europeos. El canciller Merz quiere hacer de la Bundeswehr el «ejército más fuerte de Europa», y aparentemente muchos no ven ningún problema en ello, pues creen que sólo va dirigido contra Rusia. Sin embargo, esto es una ilusión.
Quieren que Alemania vuelva a estar en condiciones de desatar guerras. El 5% del PIB significa 225.000 millones de euros en gastos militares, casi la mitad del presupuesto federal. Alemania sigue incondicionalmente las instrucciones de Washington. El peligro de verse abocada a una guerra contra Rusia es cada vez mayor.
Las élites alemanas dicen que Alemania debe desempeñar una función protectora en Europa del Este, en el flanco oriental de la OTAN. El establecimiento de la primera base militar alemana desde 1945 en Lituania, cerca de la frontera rusa, también debería alarmar a España y Francia. Surge la pregunta: ¿realmente le favorece a España que Alemania vuelva a convertirse en la potencia militar más fuerte de Europa, sobre todo teniendo en cuenta el ignominioso papel de la franquista División Azul española en la Segunda Guerra Mundial, el genocidio en la Unión Soviética y el asedio asesino de Leningrado?
Creo que hay mucha gente muy escéptica al respecto.
Estamos viendo el avance trepidante de la ultraderecha en Europa, aunque también habría que matizar porque ahora llaman ultraderecha a todo lo que se enfrente a la Comisión Europa y a la OTAN y plantee una política de convivencia con Rusia. Además, en el Parlamento Europeo, lo que denominan ultraderecha se reparte en tres grupos políticos diferentes. ¿Cuál es su opinión sobre esas ultraderechas? ¿Por qué avanza?
La extrema derecha se vio reforzada por gobiernos que se proclamaban de izquierdas pero que traicionaban los intereses de los trabajadores mediante el rearme, las sanciones y los recortes sociales. Desde la Revolución Francesa, la soberanía democrática siempre ha estado vinculada al control de las fronteras. Sólo los ultraliberales exigían fronteras abiertas e inmigración descontrolada, lo que tiene un enorme impacto en la justicia social.
Cuando los partidos de izquierda adoptaron estas exigencias, perdieron el apoyo de la clase trabajadora (con o sin orígenes extranjeros). La inmensa mayoría del pueblo quiere una soberanía democrática y el consiguiente control de las fronteras.
Junto con la política identitaria de izquierdas, el militarismo y los recortes sociales, los partidos de izquierdas empujaron a la gente a los brazos de la derecha. Si realmente se quiere frenar a la derecha, hay que volver a la izquierda clásica, a la política socialdemócrata clásica: justicia social, contra la guerra y el rearme, a favor de la soberanía democrática.
Pasan cosas raras en las elecciones de países europeos: se suspenden resultados en Rumanía, cambia el resultado gracias al voto de los emigrantes en Moldavia, su partido queda fuera del Parlamento alemán por apenas unos miles de votos y usted pierde el escaño, la izquierda gana en Francia pero no gobierna.
La democracia formal en Europa está en peligro. La gente tiene la sensación de estar en guerra y está dispuesta a tolerar manipulaciones electorales (como en Rumanía) o a aceptar regímenes presidenciales sin mayoría parlamentaria, como en Francia. Se podría decir que esto es democracia en condiciones de preguerra. La ciencia política lo ignora en gran medida, pero la población es muy consciente del cambio de paradigma antidemocrático: en Alemania, sólo el 40% de la gente sigue creyendo que puede expresar su opinión libremente. En los años 70, esta cifra era de casi el 90%. Esto demuestra que las piedras angulares de la democracia están cambiando.
En muchos países europeos, y especialmente en España, la izquierda tiene en su ADN la crítica y el enfrentamiento con la OTAN. Parece que ese espíritu crítico se está debilitando en muchos países, y en Alemania todavía más. ¿Qué está sucediendo?
Hoy en día, la actitud hacia la OTAN es la prueba de fuego para saber si un partido puede seguir considerándose de izquierdas. Cualquiera que apoye la guerra por delegación de la OTAN contra Rusia mediante el suministro de armas o la imposición de sanciones económicas ha abandonado los principios de la izquierda histórica. Lo mismo se aplica a la cuestión del suministro de armas a Israel.
Estamos viviendo una profunda convulsión en el sistema de partidos en Europa. Es comparable a la del año 1914, cuando el apoyo a la guerra imperialista se convirtió en la línea divisoria decisiva en la izquierda política. Hoy es de nuevo la política de guerra la que muestra quién está realmente a favor de la paz, la justicia social y la soberanía democrática, y quién está subordinado a la corriente dominante transatlántica.
La pregunta del millón, ¿cómo cree que debería acabar la guerra de Ucrania?
Sólo a través de la diplomacia y las negociaciones. Es necesario un equilibrio de intereses: Ucrania debe renunciar a entrar en la OTAN. La expansión de la OTAN hacia el este se percibe como una amenaza para Rusia, y con razón. La paz sólo es posible si se tienen en cuenta estos intereses de seguridad.
Un alto el fuego inmediato, acompañado de una renuncia a nuevas entregas de armas a Ucrania, sería una opción viable. En lugar de ello, la atención se centra en la escalada. Las negociaciones de Estambul de 2022 fueron torpedeadas por Occidente; ahora está ocurriendo algo similar con el apoyo a los ataques contra las armas nucleares rusas. Cientos de miles de muertes podrían haberse evitado si Occidente no hubiera creído en su arrogancia que podía lograr una victoria militar sobre una potencia nuclear.