Xi Jinping anuncia una reducción de emisiones de carbono en la misma cumbre de la ONU en que Trump niega el calentamiento global
PASCUAL SERRANO
Durante décadas nos han estado diciendo que en Occidente, en los países democráticos y capitalistas, se estaba concienciando sobre la necesidad de disminuir las emisiones de carbono para poder salvar al planeta y tomando medidas. Al mismo tiempo, nos decían que China y su sistema comunista era el principal emisor de gases y que sus autoridades no estaban actuando para corregirlo.
Pues bien, el pasado 24 de septiembre el presidente Xi Jinping, anunció en la Cumbre de las Naciones Unidas que su país se comprometía a reducir entre un 7% y un 10% sus emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) para 2035 e impulsar las renovables.
El líder chino precisó que su país prevé instalar 3.600 gigavatios de nueva capacidad eólica y solar, volumen que supone más de seis veces el nivel de 2020.
El Gobierno chino defendió que se trata del «primer objetivo absoluto» de reducción que abarca toda la economía y todos los gases de efecto invernadero.
«La determinación y las acciones de China la han convertido en el país más decidido, enérgico y eficaz del mundo en el cumplimiento de sus compromisos de reducción», afirmó el portavoz de la Cancillería, Guo Jiakun.
El país asiático se había comprometido a estabilizar sus emisiones de CO₂ antes de 2030 y alcanzar la neutralidad de carbono en 2060, si bien siempre ha hecho hincapié en las «responsabilidades comunes pero diferenciadas» y le ha pedido a los países desarrollados que cumplan sus compromisos.
Las emisiones de CO₂ en China cayeron un 1,6% interanual entre enero y marzo de 2025, a pesar de que la demanda eléctrica aumentó un 2,5% en el mismo período.
Según el Centro de Investigación sobre Energía y Aire Limpio (CREA). CREA, el crecimiento de la producción de electricidad limpia en China superó por primera vez al aumento de la demanda, lo que permitió reducir el uso de combustibles fósiles y sus consecuentes emisiones contaminantes.
China lidera globalmente la instalación de energías limpias. En los últimos años, duplicó la capacidad solar y eólica en comparación con la suma del resto del mundo. Este crecimiento masivo permite abastecer más demanda eléctrica sin recurrir al uso de combustibles fósiles. Muchas de estas nuevas instalaciones se ubican cerca de grandes centros industriales, reduciendo también pérdidas en el transporte de energía.
China promovió de forma agresiva el uso de vehículos eléctricos y transporte público no contaminante. Las principales ciudades renovaron sus flotas de buses y taxis con modelos eléctricos o híbridos, al tiempo que se instalaron millones de cargadores eléctricos.
Mientras tanto, en el “líder del mundo libre”, en esa misma cumbre de la ONU, Donald Trump, arremetía contra la propia institución y calificaba de «estafa» el cambio climático. «Este cambio climático es, en mi opinión, la mayor estafa jamás perpetrada contra el mundo», dijo Trump el 23 de septiembre en la sede de la ONU en Nueva York.
Y no solamente eso. En abril, el presidente estadounidense firmó órdenes ejecutivas para aumentar la producción de carbón, lo que supondrá un duro golpe a los esfuerzos mundiales para reducir las emisiones de carbono. Y el Departamento de Interior anunciará nuevas políticas para impulsar la producción del carbón.
El Secretario de Energía de Estados Unidos, Chris Wright, ha declarado estos días que se retrasará el cierre que se tenía previsto para la mayoría de las centrales eléctricas de carbón del país. De hecho el presidente de la American Energy Alliance, Tom Pyle, predijo que 38 plantas de carbón programadas para cerrar hasta 2028 permanecerían abiertas.
Mientras tanto, La cancillería china aprovechó para indicar que está dispuesta a colaborar con todas las partes para «promover la cooperación internacional en materia de cambio climático e impulsar la implementación plena y efectiva del Acuerdo de París«, del que Trump ha retirado a Estados Unidos en dos ocasiones, una en su primer mandato y otra este año, al poco de su regreso a la Casa Blanca.
Frente a ese panorama diametralmente opuesto, en la UE el objetivo de reducción está supeditado al Consejo Europeo, donde cada jefe de estado tiene capacidad de veto (Polonia o Hungría), no hay por tanto garantía de nada. Además algunos países abogan por lograr reducción de emisión con el truco de las compensaciones de carbono internacionales, es decir, comprar derechos a países empobrecidos donde su falta de desarrollo industrial y de consumo les impide emitir más carbono. Por otro lado, la prohibición de la venta de nuevos motores de combustión para 2035 “se encuentra actualmente en revisión”, lo que traducido a lenguaje normal quiere decir que no se cumplirá.
En cambio, en China, algunas regiones como Hainan, ya aprobaron un plan en 2022 estableciendo que a partir de 2030 no se podrán vender nuevos coches de combustión en la región.
Desde verano de año pasado más del 50% de los coches vendidos en China ya son eléctricos o híbridos enchufables. En cambio ese año, las ventas de coches híbridos y eléctricos en España representaron el 11,4% del mercado total de turismos. Para la mitad de 2025, este porcentaje ha aumentado hasta el 15,4%.
También a otros niveles ecológicos China está batiendo récords, allí se producen el 80% de los paneles de energía solar que se instalan en el mundo.
En conclusión, otro estereotipo sobre China y Occidente que debemos ir dejando atrás. Ni China es el país insensible a los retos medioambientales globales como nos decían, ni Estados Unidos y su liderazgo occidental es ningún ejemplo de camino a seguir.












