Las sanciones occidentales a los países del Sur provocan 560.000 muertes cada año desde 2012
PASCUAL SERRANO
Una investigación de la prestigiosa revista científica The Lancet ha calculado cuál ha sido la mortalidad que han provocado las sanciones impuestas por EE. UU., la UE y la ONU. Los datos son escalofriantes. Las sanciones unilaterales durante el período 2012-2021 causaron 564.258 muertes cada año. Y si nos remontamos a las sanciones unilaterales impuestas por EE. UU. y la UE desde 1970 se asocian con un total de 38 millones de muertes.
Según cálculos realizados con la Base de Datos Global de Sanciones (GSDB), el 25 % de los países fueron objeto de algún tipo de sanción por parte de EE. UU., la UE o la ONU en el período 2010-22, en comparación con un promedio de tan solo el 8 % en la década de 1960.
Estados Unidos y Europa han incrementado drásticamente el uso de sanciones. Durante las décadas de 1990 y 2000, un promedio de 30 países estaban sujetos a sanciones unilaterales occidentales en un año determinado. Y ahora, en la década de 2020, son más de 60: una proporción sorprendentemente alta de los países del Sur Global.
En cambio, durante la década de 1970, había, en promedio, unos 15 países sometidos a sanciones unilaterales occidentales cada año. En muchos casos, estas sanciones buscaban restringir el acceso a las finanzas y al comercio internacional, desestabilizar industrias y exacerbar crisis para provocar el colapso de Estados.
La investigación de The Lancet analiza el efecto de las sanciones sobre la salud utilizando un conjunto de datos de panel de tasas de mortalidad específicas por edad y episodios de sanciones para 152 países entre 1971 y 2021.
Los autores recuerdan que “las sanciones internacionales son restricciones a las transacciones internacionales impuestas por los gobiernos para alcanzar sus objetivos de política exterior. Si las sanciones afectan a las condiciones de salud en los países afectados y si estos impactos son lo suficientemente fuertes como para causar un número considerable de muertes se encuentran entre los temas más polémicos en el pensamiento contemporáneo sobre la política económica”.
El estudio ha distinguido entre sanciones impuestas unilateralmente por EE. UU. o la UE y las impuestas simultáneamente con un régimen multilateral de sanciones de la ONU sobre el mismo objetivo.
En opinión de los analistas de Al Jazzera Jason Hickel, Dylan Sullivan y Omer Tayyab, “Estados Unidos y Europa han utilizado durante mucho tiempo las sanciones unilaterales como una herramienta de poder imperial para disciplinar e incluso destruir a los gobiernos del Sur Global que buscan sacudirse la dominación occidental, trazar un camino independiente y establecer cualquier tipo de soberanía significativa”.
Ya en 1970, cuando el popular socialista Salvador Allende fue elegido presidente de Chile, el gobierno estadounidense impuso brutales sanciones al país. Según documentos desclasificados en 2014 relativos a la política exterior del Gobierno de Richard Nixon entre 1969 y 1973, en diálogos de los días posteriores al triunfo electoral de Salvador Allende, Nixon le pide al secretario de Estado Henry Kissinger “hacer gritar a la economía” de Chile para impedir la confirmación de Allende en el poder.
Las sanciones a Chile, en especial a sus exportaciones de cobre, generaron malestar social y allanaron el camino para el golpe de Estado respaldado por Estados Unidos que instauró la brutal dictadura derechista de Augusto Pinochet.
Igualmente, las sanciones económicas impuestas a Irak en 1990 tras la guerra del Golfo, son, responsables de la muerte de 560.000 niños, según un estudio de, la FAO (Organización para la Agricultura y la Alimentación).
En Venezuela, un informe del Centro de Investigación en Economía y Política (CEPR), elaborado por los economistas Mark Weisbrot y Jeffrey Sachs, encontraron que las sanciones económicas implementadas por el Gobierno de Trump desde agosto de 2017 causaron 40.000 muertes adicionales en tan solo un año, de 2017 a 2018.
La nueva investigación de The Lancet, ofrece una visión global por primera vez. Dirigida por el economista Francisco Rodríguez de la Universidad de Denver, el estudio calcula el número total de muertes adicionales asociadas con las sanciones internacionales entre 1970 y 2021.
Los resultados son impactantes. Los autores concluyen que las sanciones unilaterales impuestas por EE. UU. y la UE desde 1970 se asocian con 38 millones de muertes. En algunos años, como la década de 1990, más de un millón de personas fueron asesinadas. En 2021, el año más reciente del que se tienen datos, las sanciones causaron más de 800.000 muertes.
Solamente las sanciones unilaterales durante este período 2012-2021 causaron 564.258 muertes cada año, lo que equivale al 3,6 % del total de muertes observadas en los países sancionados. Esta estimación es superior al promedio anual de bajas en combate durante este período (106.000 muertes al año) y similar a algunas estimaciones del total de muertes en guerras, incluidas las bajas civiles (alrededor de medio millón de muertes al año).
La mayor incidencia de muertes, señala el estudio, ocurrió en niños menores de un año, seguido por el segmento de edad de 60 a 80 años. En conjunto, las muertes de niños menores de 5 años representaron el 51% del total de muertes causadas por sanciones durante el período 1970-2021. Tan solo desde 2012, las sanciones han causado la muerte de más de un millón de niños.
Por tanto, la mayoría de las muertes (77% durante el mismo período) fueron en los grupos de edad de 0 a 15 años y de 60 a 80 años, es decir, la población más vulnerable, lo que muestra el carácter todavía más criminal de las sanciones.
Es importante destacar que el hambre y las privaciones no son una consecuencia colateral de las sanciones occidentales; son un objetivo clave. Esto se desprende claramente de un memorando del Departamento de Estado, escrito en abril de 1960, que explicaba el propósito de las sanciones estadounidenses contra Cuba. El memorando reconocía que Fidel Castro, y la revolución en general, gozaban de una amplia popularidad en Cuba. Argumentaba que “debían emplearse con prontitud todos los medios posibles para debilitar la vida económica de Cuba”, negándole dinero y suministros, reduciendo los salarios monetarios y reales, y provocando hambre, desesperación y el derrocamiento del gobierno.
Los investigadores de The Lancet insisten en que su “hallazgos mostraron una asociación causal significativa entre las sanciones y el aumento de la mortalidad”, pero los efectos más fuertes son los procedentes de las sanciones unilaterales, económicas y estadounidenses, mientras que no encontraron el mismo efecto devastador en las sanciones de la ONU.
Según los analistas, “las sanciones unilaterales impuestas por EE. UU. o la UE podrían estar diseñadas de forma que tengan un mayor impacto negativo en las poblaciones objetivo”. En cambio, “la mayoría de los regímenes de sanciones de la ONU —aunque no todos— de las últimas décadas se han planteado como esfuerzos para minimizar su impacto en la población civil”.
“Las sanciones estadounidenses, en cambio, suelen tener como objetivo crear condiciones que favorezcan cambios de régimen o de comportamiento político, y en algunos casos los responsables políticos reconocen el deterioro de las condiciones de vida en los países señalados como parte del mecanismo previsto para alcanzar los objetivos”, afirman los investigadores.
El expresidente estadounidense Woodrow Wilson ya se refirió en 1923 a las sanciones como «algo más tremendo que la guerra». Es evidente que la cifra de más de 560.000 muertes anuales por sanciones unilaterales durante la última década es una masacre mayor que la de cualquier conflicto bélico.
Y no olvidemos que las sanciones unilaterales, es decir, las que no surgen de un acuerdo del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, violan el Derecho Internacional y la Carta de las Naciones Unidas, que establece el principio de no injerencia en los asuntos internos de los Estados, la igualdad soberana, la promoción de relaciones de amistad entre los países y la libertad de comercio.
Pascual Serrano es periodista y escritor. Su último libro es “Prohibido dudar. Las diez semanas en que Ucrania cambió el mundo”












