Israel opera en Irán a lo grande

EUGENIO GARCÍA GASCÓN

En 2017, durante su primer mandato, Donald Trump canceló el acuerdo que la administración Obama, en contra del parecer de Benjamín Netanyahu, había alcanzado unos meses antes con Teherán sobre su programa nuclear. En esos meses, el primer ministro dejó claro que impediría de cualquier manera que Irán accediera a las ojivas nucleares.

Es más, Netanyahu sostenía que Irán estaba a solo unos meses, o incluso unas pocas semanas de conseguir la bomba, lo que se ha revelado completamente falso. Desde entonces han transcurrido ocho años y la república islámica no tiene la bomba. Por otra parte, sus máximos líderes han sostenido siempre que no figura entre sus planes fabricarla, y han cumplido su palabra.

¿Pero ha sido esa política iraní de contención un error? Sí, probablemente haya sido un error puesto que si Teherán tuviera la bomba parece muy difícil que Netanyahu hubiera entrado de esa manera en Irán, con un ataque tan vasto y espectacular. Se lo habría pensado dos veces antes de bombardear Irán con el descaro con que lo ha hecho este mes de junio. El armamento nuclear de Irán con toda seguridad habría disuadido a Israel.

Teherán es una víctima, y su negativa a tener armas nucleares abunda en el papel sufridor que siempre ha caracterizado a los chiíes, desde el origen del islam. Ahora quizá sea demasiado tarde para corregir el rumbo, pues los iraníes tuvieron tiempo de sobras, dispusieron nada menos que de ocho años, para fabricar la bomba, no lo hicieron y ahora simplemente les toca resistir los embates de Israel, y quizá de Estados Unidos.

Cabe preguntarse hasta dónde va a llevar Netanyahu la aventura. En la alocución que ha pronunciado en inglés después del ataque, afirma que es amigo del pueblo iraní y enemigo del régimen islámico, una consigna que no es la primera vez que corea. Pero es evidente que busca un cambio de régimen y no sabemos si los ataques de junio son solo el inicio de un proceso más complejo para apartar de la cúspide a los ayatolás.

La situación de Netanyahu es así mismo delicada, de ahí que mantenga la presión sobre la Franja de Gaza, una presión que no puede decirse que se aplique tanto sobre Hamás como sobre el conjunto de los 2,4 millones de gazatíes civiles a los que mantiene en vilo llevándolos de un lugar a otro mediante las bombas y la muerte tras haber arrasado el territorio, como si estuviera esperando la luz verde de Trump para expulsarlos para siempre.

El hecho de que ni siquiera permita que una comisión estatal investigue los errores que condujeron al 7 de octubre de 2023, dice mucho de su estrategia. El jefe del ejército, el director de los servicios secretos del Shin Bet, y el ministro de Defensa, han dimitido. El único que permanece en pie de entre todos los responsables del fiasco de hace 20 meses es precisamente él y no da ninguna señal de querer echarse a un lado.

Netanyahu ha optado por correr hacia adelante a toda prisa, esquivando su responsabilidad, que es la responsabilidad del máximo responsable de Israel. En cada ocasión que se le presenta sostiene que no cometió ningún error y que los culpables fueron el jefe del ejército, el ministro de Defensa y el director del Shin Bet, y de ahí no lo mueve nadie.

El ataque contra Irán es un paso adicional hacia adelante en su carrera para eludir la investigación. En esa carrera, ha conseguido en los últimos meses dos logros importantes, como son la normalización relativa de Líbano a costa de Hezbollah, y la caída del régimen sirio. Todavía es pronto para saber si ahora se propone acabar con el régimen islámico para siempre.

Un objetivo como ese cuenta con un sinfín de desafíos. Por delante de todos está el hecho de que Irán es un país gigantesco profundamente dividido. Un golpe de estado no parece posible, aunque Irán esta infiltrado por los servicios secretos israelíes hasta un punto que desconocemos. Las actividades de los israelíes son numerosas y ocurren hasta en los niveles más altos del régimen, como han demostrado los últimos ataques.

La profunda división social y religiosa de Irán anuncia que si se produce un golpe de estado impulsado por Israel y Estados Unidos, la estabilidad del país estará en peligro. El régimen islámico, con todas sus limitaciones, cuenta con un apoyo considerable que puede conducir al país a una cruenta guerra civil.

Eugenio García Gascón ha sido corresponsal en Jerusalén 29 años. Es premio de periodismo Cirilo Rodríguez.

 

EUGENIO GARCÍA GASCÓN
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