Bibi y Trump más allá del acuerdo con Hamás

EUGENIO GARCÍA GASCÓN

Es realmente peculiar la relación entre Donald Trump y Benjamín Netanyahu. Uno tiene 78 años y el otro 75. Uno amasa una gran fortuna mientras que el otro se conforma a regañadientes con una fortuna más modesta. Uno inicia su segundo mandato como presidente del país más poderoso del mundo y otro se asoma al final de su carrera política con un gran poder pero lamiéndose las heridas de la guerra de Gaza.

El poder de Netanyahu está fuera de duda. En los mismos días en que escribimos estas líneas, la entrante administración Trump ha dictado amenazas terribles contra los magistrados y el personal del tribunal internacional de La Haya que persigue a Netanyahu por presuntos crímenes de guerra cometidos en Gaza. Todo el engranaje de la administración americana se pone una vez más al servicio de un primer ministro extranjero, lo que ocurre con frecuencia.

La relación entre los dos hombres es singular. Durante el anterior mandato, Netanyahu bautizó un asentamiento judío con el nombre de Trump en el Golán ocupado a Siria para lisonjear al presidente. Un poco antes, el presidente había reconocido el Golán como parte de Israel y había ordenado el traslado de la embajada americana de Tel Aviv a Jerusalén, reconociendo unilateralmente la ciudad santa como parte del estado judío, en contra de la ley internacional. Y todavía un poco antes, el presidente había impuesto sanciones muy duras contra la República Islámica de Irán, enemigo jurado de Israel.

Lo que Joe Biden no pudo hacer durante quince meses, lo ha hecho Trump en apenas unos días, conduciendo a Israel al final de la guerra de Gaza. El acuerdo final con Hamás fue cuidadosamente diseñado por Biden en mayo de 2024, pero Netanyahu lo rechazó entonces. Ahora, ocho meses después, no ha tenido más remedio que aceptarlo en sus líneas generales y en sus pormenores.

Pero Netanyahu teme a Trump. Veamos algunos detalles que lo confirman en tres informaciones recogidas en las últimas semanas por los medios americanos y hebreos: 1) Recientemente, un periodista de Estados Unidos le preguntó si se fiaba de Netanyahu, y Trump contestó que no se fía de nadie. 2) Trump retuiteó un video de un profesor de la Universidad de Columbia en el que se afirmaba que Netanyahu está arrastrando a Estados Unidos a una guerra con Irán. Y 3) Desde el entorno de Netanyahu se ha filtrado que Trump le ha transmitido que quiere un Oriente Próximo tranquilo, que no quiere que Israel enrede en Siria, pues va a estar muy ocupado con cuestiones de política interna de Estados Unidos y otros asuntos internacionales.

No obstante, esto probablemente no significa que Trump vaya a olvidarse de Israel. Altos cargos que ha nombrado el presidente entrante hablan abiertamente de una normalización de relaciones entre Israel y Arabia Saudí, un gesto que los americanos esperan que convierta la región en una balsa de aceite (con excepción de Irán), aunque no existen plenas garantías al respecto, ni mucho menos.

Otro detalle importante: las familias de los prisioneros israelíes que tiene Hamás en su poder en Gaza han revelado este mes de enero que, en una de sus reuniones, Netanyahu les ha dicho que con la administración Trump Israel estará mucho mejor que con Biden. No es que la administración Biden haya sido antiisraelí, puesto que le ha entregado a diario todas las armas y bombas que ha necesitado durante los quince meses de guerra, y le ha permitido matar a cerca de 50.000 gazatíes, la mayor parte civiles, mujeres y niños, sino que Trump será más positivo en relación a Israel. El gran apoyo de Biden no ha sido suficiente a ojos de Netanyahu, quien aguarda con ansiedad a la nueva administración.

Pero Trump siempre tiene un punto imprevisible, como cuando retuitea que Netanyahu está arrastrando a Estados Unidos a una guerra contra Irán. La prensa hebrea sostiene que ese discurso es antisemita, puesto que los antisemitas acusan a los judíos de provocar la mayoría de las guerras del mundo. No es banal que Trump se haga eco de una afirmación como esa, o que implique que no se fía de Netanyahu.

Todo esto se produce cuando Netanyahu se encuentra en una situación delicada y puede decirse que su futuro está en manos de Trump, algo que no ocurría con Biden. Trump es el único que puede frenar a Netanyahu, y los dos lo saben, de ahí que Netanyahu mantenga una relación peculiar, de cierta prevención o temor, con el nuevo presidente. Con el final de la guerra, Netanyahu tendrá que atender al juicio donde se le acusa de corrupción. No parece que quiera convocar elecciones, por más que la oposición lo exija, y el desarrollo del juicio está en el aire. Podría durar un par de años más, en función de la estrategia de la defensa, y, en última instancia, Netanyahu podría llegar a un acuerdo con la fiscalía para abandonar la vida política a cambio de la absolución. Pero para ello aún será preciso esperar algún tiempo.

Eugenio García Gascón ha sido corresponsal en Jerusalén 29 años. Es premio de periodismo Cirilo Rodríguez.
EUGENIO GARCÍA GASCÓN
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